DECLARACIÓN DE RIGOBERTA
MENCHU,
PREMIO NOBEL DE LA PAZ, ANTE
LA 3a CONFERENCIA MUNDIAL CONTRA EL RACISMO
Esta Conferencia ha sido convocada luego de dos decenios
internacionales en los que el sistema internacional ha buscado la erradicación
del racismo y otras prácticas discriminatorias como expresiones inaceptables
de la negación o limitación de los derechos de los pueblos que
aún padecen los rigores de estas prácticas heredadas de un pasado
colonial oprobioso.
Derrotado el sistema del Apartheid como la expresión más flagrante
del racismo institucionalizado, y concluida la guerra fría que subordinó
el derecho a la libre determinación de muchos pueblos y naciones a los
intereses de las potencias en un conflicto ajeno a la mayoría de nosotros,
los pueblos del mundo; los pueblos indígenas aspirábamos a que
esta Conferencia fuera el escenario de la autocrítica histórica
y el avance substantivo en el reconocimiento de nuestros derechos postergados
durante siglos.
Mis expectativas de que esta Conferencia contribuyera a , avanzar en el reconocimiento
de nuestros derechos e ir más allá de lo que actualmente se nos
reconoce en los instrumentos existentes, se inscribían también
en el compromiso adquirido por los Estados al proclamarse el Decenio Internacional
para los Pueblos Indigenas en 1994 de aprobar la Declaración de las Naciones
Unidas sobre los Derechos de los Pueblos Indígenas, cuya discusión
se ha estancado en el seno de la Comisión de Derechos Humanos desde hace
más de seis años por la negativa de algunos Estados a reconocernos
los mismos derechos universalmente reconocidos a todos los pueblos en los Pactos
Internacionales de Derechos Civiles y Políticos y de Derechos Económicos,
Sociales y Culturales.
Sin embargo de ello, y a pesar de la claridad con que las diversas reuniones
que hemos celebrado a lo largo del proceso preparatorió han demandado
reiterada e inequívocamente nuestra demanda de ser reconocidos como PUEBLOS;
los representantes gubernamentales han negociado, y pretenden imponernos, los
párrafos 26, 27 y 51 del proyecto de Declaración de esta 3a Conferencia,
que no sólo ignoran nuestros aportes y aspiraciones, sino que constituyen
una violación flagrante al principio de universalidad e integralidad
de los derechos humanos, son racistas, ilegales y, antes que contribuir a destrabar
el debate en curso, se subordinan a él, postergando indefinidamente el
reconocimiento de nuestros derechos y perpetuando las discriminaciones de que
somos objeto.
Asi, estos párrafos antes que reconocer nuestros derechos los niegan
y los limitan; los condicionan a un proceso de negociaciones incierto e indefinido,
reafirman la relación tutelar heredada a los Estados por el régimen
colonial, y buscan asegurar nuestra subordinación a los marcos jurídicos
e institucionales existentes.
Los pueblos indígenas son los únicos pueblos del mundo que tienen
sus derechos preexistentes e inherentes en suspenso y sometidos, de manera inaceptable,
a negociación. Llamamos la atención de la Conferencia, los medios
de comunicación y la opinión publica internacional para que no
se consume semejante aberración jurídica y semejante injusticia
e inmoralidad. Para ello, demandamos el retiro de los párrafos señalados
y su reemplazo por otros en el sentido de garantizar a los pueblos indígenas
el reconocimiento pleno e irrestricto de su derecho a la libre determinación
y todos los derechos que la ley internacional reconoce a todos los pueblos.
De no aceptarse esta demanda, exigimos el retiro de toda referencia a los pueblos
indígenas en los documentos de esta Conferencia: nuestra paciencia y
nuestra dignidad están a salvo.
La 3a Conferencia contra el Racismo ha estado marcada, durante todo su proceso
preparatorio, por la sordera institucionalizada y la ausencia total de voluntad
política por parte de los estados herederos del orden colonial para afrontar
con honradez un debate sobre las causas históricas de estos fenómenos
y asumir las responsabilidades que les atañen. La verdad debe iluminar
el camino de la justicia. El arrepentimiento y el perdón deben abrir
cauce a la convivencia solidaria. La reparación del genocidio y el despojo
tiene una dimensión integral: espiritual, material y, sobre todo, moral.
Entre la primera y la segunda Conferencias contra el Racismo, se cometía
en mi país, Guatemala, lo que ha sido calificado por la Comisión
de la Verdad de las Naciones Unidas como un GENOCIDIO, del que soy una sobreviviente.
83 % de las 200 mil víctimas fueron indígenas mayas, como mi madre,
mi padre y mis hermanos. Hasta la fecha, no hay tribunal en el mundo que asuma
con valentía la persecución penal, el juzgamiento y castigo de
estos crímenes contra la humanidad.
La sangre de nuestros muertos, el dolor de nuestra historia, el hambre de nuestros
hijos son verdades incómodas que gritan y la fuerza de nuestras razones.
No necesitamos del reconocimiento de los Estados para ser lo que somos, sobrevivimos
a pesar de ellos, pero si quieren construir sociedades libres, democráticas
y justas, no pueden prescindir de nosotros. No tenemos nada que perder. NO MAS
EXTERMINIO, NO MAS GENOCIDIO, NO MÁS IMPUNIDAD / NO MÁS DESPOJOS
/ NO MÁS CHATAJES / NO MÁS PREPOTENCIA.
Ustedes tienen la palabra.
Gracias.