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Conferencia de las Partes encargada del examen del Tratado sobre
la no proliferación de las armas nucleares en 2010
3 a 28 de mayo de 2010

En el punto cero

Ban Ki-moon

Hace unas semanas, de viaje por Kazajstán, tuve la conmovedora experiencia de poner pie en el punto cero, el infame polígono de ensayos de Semipalatinsk, donde la Unión Soviética hizo estallar 456 armas nucleares entre 1947 y 1989.

Aparte de un círculo de sólidos plintos de hormigón, instalados para medir el poder destructor de las explosiones, poco había en esta estepa vasta y monótona que permitiera distinguir este lugar, que fue durante decenios el epicentro de la guerra fría y, como lugares similares en los Estados Unidos, una amenaza a la vida misma en la Tierra. Su triste legado perdura: ríos y lagos emponzoñados, niños afectados de cáncer y defectos genéticos.

Hoy, Semipalatinsk se ha convertido en un símbolo elocuente de la esperanza. El 29 de agosto de 1991, poco después de la independencia, el Presidente Nursultan Nazarbayev clausuró el sitio y prohibió las armas nucleares en Kazajstán, con lo que dio una expresión tangible a un sueño que no hemos podido hacer realidad, el de un mundo libre de armas nucleares. Ahora, por primera vez en toda una generación, hay razones para abrigar optimismo.

El mismo día en que acudí al punto cero, el Presidente Barack Obama anunció una revisión de la posición nuclear de los Estados Unidos. Predicando con el ejemplo, los Estados Unidos renunciaron como se prevé en el Tratado sobre la no proliferación o TNP, al desarrollo de nuevas armas nucleares y a ser el primero en utilizarlas contra las naciones. Dos días más tarde, el Presidente Obama y el Presidente de la Federación de Rusia, Dimitri Medvedev, firmaron en Praga un nuevo Tratado sobre la reducción de las armas estratégicas (START), con lo que se inició una nueva etapa en el camino hacia la realización de una aspiración verdaderamente noble.

En todo el mundo se observa un nuevo impulso. Los Gobiernos y los grupos de la sociedad civil, que a menudo discrepan, han empezado a trabajar juntos por una causa común. En la reciente cumbre sobre seguridad nuclear celebrada en Washington, 47 dirigentes del mundo acordaron hacer todo lo necesario para proteger la seguridad de las armas y materiales nucleares. Coincidieron en que era necesario actuar con urgencia, lo que refleja una realidad aceptada por todos. El terrorismo nuclear no es una fantasía del cine. Puede ocurrir.

Las Naciones Unidas están destinadas a desempeñar un papel fundamental en esas actividades. Recientemente, la Asamblea General de las Naciones Unidas celebró un debate especial sobre el desarme nuclear y la seguridad. Esto se derivó de un plan de acción de cincos puntos en la esfera nuclear que propuse a fines de 2008 y de la cumbre histórica del Consejo de Seguridad celebrada en septiembre pasado.

Esta semana (el 3 de mayo) los dirigentes se reúnen en las Naciones Unidas para la Conferencia de examen periódica del Tratado sobre la no proliferación. La última reunión, celebrada hace cinco años, fue un fracaso reconocido. En cambio, este año podemos prever avances respecto de diversos asuntos. No debemos concebir expectativas alejadas de la realidad, pero tampoco podemos desperdiciar esta oportunidad de progresar en el desarme, el cumplimiento de los compromisos sobre la no proliferación, incluido el establecimiento de una zona libre de armas nucleares en el Oriente Medio, y la utilización de la energía nuclear con fines pacíficos.

Para el futuro, he propuesto que más tarde en el año se celebre una conferencia en las Naciones Unidas para examinar la aplicación del Convenio internacional para la represión de los actos de terrorismo nuclear. Seremos los anfitriones de una reunión a nivel ministerial para acelerar la entrada en vigor del Tratado de prohibición completa de los ensayos nucleares y he instado a los dirigentes a emprender negociaciones con miras a la concertación de un tratado vinculante sobre el material fisionable. En octubre, la Asamblea General examinará más de 50 resoluciones sobre diversos asuntos en la esfera nuclear. Nuestro objetivo es empezar hoy, con medidas modestas, a preparar el terreno para el avance mayor de mañana.

Toda esta labor refleja las prioridades de los Estados Miembros, que a su vez son plasmadas por la opinión pública. Todo el mundo reconoce el peligro catastrófico que entrañan las armas nucleares. También vemos con igual claridad que la amenaza perdurará mientras existan esas armas. El futuro mismo de la Tierra no nos deja más alternativa que procurar el desarme, y las perspectivas de que esto se logre sin cooperación a nivel mundial son escasas.

Fuera de las Naciones Unidas ¿dónde podemos encontrar esa cooperación? Las negociaciones bilaterales y regionales pueden ser sumamente útiles, pero la cooperación duradera y eficaz a escala mundial requiere algo más. Las Naciones Unidas constituyen el foro necesario, junto con la Conferencia de Desarme con sede en Ginebra.

Las Naciones Unidas son el único escenario aceptado universalmente para las deliberaciones y la concordia, tanto entre las naciones como para la sociedad en general. Sirve de depositario no sólo de los tratados, sino también de la información que documenta la aplicación de éstos. Es una fuente de conocimientos especializados independientes que se coordina estrechamente con el Organismo Internacional de Energía Atómica.

Las Naciones Unidas se encuentran hoy en un nuevo punto cero, el punto cero del desarme mundial, no un lugar temible sino un lugar esperanzador. Los que nos acompañan comparten la visión de un mundo libre de armas nucleares. Hoy, como nunca antes, los pueblos del mundo deben exigir cambios, exigir actos que vayan más allá de las medidas tibias del pasado.

El autor es el Secretario General de las Naciones Unidas.

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