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Mensaje del Secretario General en ocasión del Día de los Derechos Humanos
10 de diciembre de 2003
La Declaración Universal de Derechos Humanos ha sido, durante 55 años, un rayo de esperanza para nuestro mundo. También lo han sido los valientes hombres y mujeres consagrados a la defensa de los derechos humanos en todos los países y a cuya dedicación y valor hoy deseo rendir homenaje.
Lo hago cuando aún no han transcurrido cuatro meses desde que las Naciones Unidas perdieron a su principal defensor de los derechos humanos, Sergio Vieira de Mello, el Alto Comisionado para los Derechos Humanos, que falleció junto con otros 21 denodados luchadores por la paz y los derechos humanos en el ataque perpetrado contra la sede de las Naciones Unidas en Bagdad. Su muerte fue un golpe muy duro para la causa de los derechos humanos.
Los defensores de los derechos humanos, a la vanguardia de las líneas de protección, iluminan con la luz brillante de los derechos humanos los más oscuros rincones de la tiranía y el abuso. Su labor está dirigida a salvaguardar el imperio del derecho, reducir la violencia, la pobreza y la discriminación y edificar las estructuras de sociedades más libres, equitativas y democráticas. Hacia ellos vuelven el rostro muchas víctimas de las violaciones de los derechos humanos en los momentos en que más lo necesitan.
A algunos pocos defensores de los derechos humanos se les ha otorgado el reconocimiento debido. Por ejemplo, a las sobresalientes personas y organizaciones que recibirán hoy los Premios de las Naciones Unidas del año 2003 en la esfera de los derechos humanos; y a la Sra. Shirin Ebadi, que recibirá hoy el Premio Nobel de la Paz por sus valerosos esfuerzos en pro de la causa de los derechos humanos. Sin embargo, a la mayoría de los defensores de los derechos humanos se les concede escaso reconocimiento o aprecio, y muchos continúan siendo atacados, acosados o perseguidos por su vital labor.
La defensa de los derechos humanos no es algo que incumba tan sólo a esas personas valientes. La responsabilidad es de todos nosotros. Todos nosotros debemos ser defensores de los derechos humanos. Y un buen lugar para comenzar es defender a los que promueven la causa de los derechos humanos.
Saludo por ello a todos y cada uno de los defensores de los derechos humanos, dondequiera que estén. Todos y cada uno de ustedes desempeña un importante papel en la edificación de un mundo que haga honor a la promesa de la Declaración Universal: un mundo en el que se respete la dignidad intrínseca, la igualdad y los derechos inalienables de todos los miembros de la familia humana. Su labor es una inspiración para todos nosotros. Y ustedes no están solos.
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