Desde los albores de la humanidad en África, los tambores han marcado el pulso de nuestra historia y siguen ayudándonos a celebrar nuestra humanidad común. Hoy insto a todas las personas en todo el mundo a hacer resonar los tambores para proclamar que negros o blancos, hombres o mujeres, somos un mismo pueblo. Cuando los músicos tocan, se prestan atención unos a otros al interpretar las partes que les corresponden. Debemos seguir su ejemplo. Sólo podemos lograr la armonía si nos respetamos unos a otros, celebramos nuestra diversidad y trabajamos juntos para alcanzar nuestros objetivos comunes.
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En Asia, en América, en el Oriente Medio y en Europa, los rituales de los esclavos africanos y el tocar conmovedor de sus tambores han emocionado a todas las civilizaciones.
En todas partes los tambores anuncian una simple verdad: cada vez que se golpea un tambor se rompe el silencio.