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Excmo. Sr. Vuk Jeremić (Serbia)

Discurso de aceptación de su elección como Presidente

Nueva York, 8 de junio de 2012.

Sr. Presidente: Deseo expresarle mi profundo respeto por los incansables esfuerzos que ha desplegado como Presidente de la Asamblea General. Espero con interés colaborar con usted a fin de asegurar una transición fluida entre nuestros mandatos.

Es para mí un gran honor intervenir ante los miembros como Presidente electo de la Asamblea General en su sexagésimo séptimo período de sesiones. Ante todo, permítaseme expresar mi sincera gratitud a los Estados que han apoyado la candidatura de la República de Serbia. Somos un pequeño país en desarrollo que no pertenece a ninguna alianza militar ni unión política. Por consiguiente, es un verdadero honor haber sido elegido para presidir el principal órgano representativo, deliberativo y de formulación de políticas de las Naciones Unidas, gracias a la confianza que han depositado en mí tantas naciones de todo el mundo.

Espero con interés cooperar con todos, empezando por Su Excelencia el Embajador Dalius Čekuolis, de la República de Lituania. Quiero darle las gracias por su amabilidad durante toda la campaña de candidatura. Espero poder aprovechar su sabiduría y su experiencia durante mi mandato.

También deseo expresar mi sincero agradecimiento a los numerosos diplomáticos de Serbia por sus diligentes esfuerzos por promover mi candidatura. Deseo expresar un agradecimiento especial al de mayor jerarquía y con más experiencia de todos ellos, nuestro Representante Permanente ante las Naciones Unidas, Su Excelencia el Embajador Feodor Starčević.

Considero que mi elección como Presidente de la Asamblea General es principalmente un tributo al pueblo serbio, al que he tenido el honor de prestar servicios como Ministro de Relaciones Exteriores durante más de cinco años. Al igual que muchas otras naciones, la mía ha atravesado períodos de tragedia y períodos de gloria. Habiendo sido uno de los países que derrotaron el fascismo, algo de lo que nos sentimos orgullosos, así como uno de los miembros fundadores de las Naciones Unidas, a finales del siglo XX mi país se sumió en una feroz lucha interna. La devastación y el fratricidio consiguientes dejaron profundas heridas tras de sí. En los últimos años, con el valiente liderazgo de Boris Tadić, Serbia ha tendido puentes hacia sus vecinos, extendiéndoles la mano de la amistad y la reconciliación. También hemos tendido puentes hacia otros miembros de la comunidad mundial, incluidos algunos con los que habíamos tenido amargos desacuerdos. Ahora ha llegado a su fin una era dolorosa. Hoy, menos de dos decenios después de haber sido excluida de este Salón, nuestra nación puede volver a presentarse con orgullo ante el mundo.

Somos un país en el que el traspaso del poder se lleva a cabo pacíficamente y conforme al estado de derecho. Serbia es una democracia que, aparte de velar por su soberanía e integridad territorial y por el bienestar de sus ciudadanos, no tiene más ambición que la de promover los intereses comunes de la humanidad. Por lo tanto, seguimos firmemente comprometidos con el mantenimiento de la paz y la seguridad internacionales, que es el primer objetivo expreso de las Naciones Unidas. Trabajar para cumplir esa tarea, cuya importancia no tiene parangón, es una empresa muy solemne.

El tema que propongo para el debate de alto nivel que se celebrará al inicio del sexagésimo séptimo período de sesiones de la Asamblea es “El arreglo o la solución de controversias o situaciones internacionales por medios pacíficos”. Con la experiencia que hemos adquirido, creemos que podemos facilitar la aplicación de toda propuesta que resultara de ese debate, incluidas las relativas en concreto a la prevención de los conflictos. Al abordar esta cuestión fundamental en septiembre y posteriormente, no debemos olvidar que la paz no es solo la ausencia de guerra. Tal como señaló una vez Spinoza, el primer filósofo en argumentar que la democracia es la mejor forma de gobierno, la paz es una virtud, un estado mental, una disposición a la benevolencia, la confianza y la justicia.

Me comprometo a cumplir con mi deber como Presidente a mi leal saber y entender, para tratar de hacer honor a la confianza que me han depositado los miembros. Ejerceré mi autoridad con franqueza y ecuanimidad, con el máximo respeto por la igualdad de derechos y la dignidad de cada Estado Miembro. Espero que, mediante nuestros esfuerzos conjuntos, nos acerquemos al día en que la humanidad haya sanado sus heridas y aplacado sus temores y, de esa manera, fomentemos la aspiración de los pueblos de las Naciones Unidas de preservar a las generaciones venideras del flagelo de la guerra. Que Dios quiera que el próximo período de sesiones de la Asamblea General pase a la historia como un período de sesiones de paz.

Fuente: A/66/PV.113