El Secretario General
Mensaje con motivo del Día Internacional de la Paz

Nueva York, 21 de septiembre de 2004

El Día Internacional de la Paz es siempre una ocasión especial, pero este año lo es con mayor motivo porque se conmemora el quincuagésimo aniversario de la campana de la paz que repica todos los años en esta fecha.

Fue en 1954 cuando esta campana, en cuya fundición se utilizaron monedas recogidas por niños de 60 países, fue donada a las Naciones Unidas por la Asociación pro Naciones Unidas del Japón. Desde entonces, y durante medio siglo, la campana ha dirigido a todo el mundo un impactante mensaje que expresa las aspiraciones de paz de la humanidad. A lo largo de todo ese tiempo, desde el apogeo de la Guerra Fría hasta la aparición de los conflictos internos en los Estados y desde la propagación del SIDA hasta la escalada del terrorismo, el tañido de la campana ha sido constante, nítido y genuino.

En el día de hoy, escuchamos el repicar de la campana con regocijo mientras pasamos revista a las tribulaciones del pasado año, a la vez que su tañido nos da fuerzas para encarar los desafíos venideros. En esta semana en que los países del mundo se reúnen para celebrar el quincuagésimo noveno período de sesiones de la Asamblea General, somos conscientes de los numerosos retos que nos depara el futuro. Para encarar eficazmente éstos, creo que debemos dedicar especial atención a una serie de prioridades fundamentales.

Hemos de seguir tratando de reforzar el sistema de seguridad colectiva y de garantizar su capacidad para hacer frente a las amenazas del siglo XXI. El Grupo de Alto Nivel que nombré a finales del año pasado se está empleando a fondo para proporcionarnos ideas a tan fin.

Debemos fortalecer la solidaridad internacional en la respuesta a las situaciones graves de emergencia humanitaria, como la de Darfur.

Necesitamos redoblar nuestros esfuerzos para forjar una genuina alianza mundial en pro del desarrollo que permita combatir el hambre, la ignorancia, la pobreza y la enfermedad, así como alcanzar los objetivos de desarrollo del Milenio convenidos por todos los Estados Miembros a fin de construir un mundo mejor en el siglo XXI.

Hemos de promover asimismo la tolerancia y el entendimiento entre todos los pueblos del mundo. Nada puede resultar más peligroso para nuestro empeño por alcanzar la paz y el desarrollo que un mundo dividido en frentes de orden religioso, étnico o cultural. En cada nación, así como entre todas las naciones, debemos esforzarnos en promover la unidad sobre la base de la humanidad que compartimos.

En el día de hoy, tratemos de que el tañido de esta campana inspire nuestra labor en pos de esos objetivos. ¡Que la campana repique con fuerza, nitidez y legitimidad en todo el mundo!.