Intervención de ANDRÉS PASTRANA
Conferencia Internacional sobre la Financiación para el Desarrollo Monterrey,México
Hablando del mundo como una aldea, hay un famoso ejercicio estadístico,
que ha circulado por años en la Internet, -y que quizás muchos
de ustedes ya conocen-, que nos da una idea sobre cómo estaría
compuesta la población del planeta si pudiéramos reducir,
proporcionalmente, sus habitantes a tan sólo 100 personas. Como
creo que este ejercicio nos dará mucho que pensar en este primer
día del año, permítanme compartirlo con ustedes:
Continúa el mensaje con las siguientes reflexiones:
“Y yo, que poseo una computadora, que sé leer y escribir, que tengo educación, que no estoy desnutrido, que tengo una vivienda adecuada, que estoy vivo... ¿De qué me quejo?”. Nosotros, que no sólo tenemos educación, tecnología
y buena calidad de vida, sino que, además, hemos tenido acceso a
los más altos niveles del conocimiento académico y a cargos
de responsabilidad nacional e incluso mundial, ¿qué hemos
hecho, qué estamos haciendo y qué podemos hacer para que
este mundo, esta inmensa aldea global, sea un mundo más justo, más
humano y más pacífico? Ese es precisamente el objetivo de
esta conferencia.
“Nadie puede ser verdaderamente rico si sus vecinos son pobres” decía el Presidente John Fitzgerald Kennedy. Se trata de un pensamiento contundente que yo creo que resume muy bien la filosofía que reúne en este foro a la inmensa mayoría de las naciones del mundo: a los países más desarrollados, a los de ingreso medio y a los de menor desarrollo relativo, en torno al crucial tema del financiamiento para el desarrollo. Los seres humanos –sin distinción alguna- somos una comunidad, una comunidad que navega unida a un mismo destino en este globo semiesférico al que llamamos Tierra. Como comunidad tenemos que obrar, porque la suerte de mi vecino o del que habita en las antípodas puede ser también la suerte de mi pueblo. No se arranca una flor en la China sin que sintamos, tarde o temprano, sus efectos en el otro lado del planeta. Conscientes de esta situación de comunidad global, en Colombia hemos propuesto al mundo un concepto fundamental, que debe y puede aplicarse en todos los temas y problemas que interesan a la humanidad en su conjunto: el de la responsabilidad compartida. Este principio, que mi país ha impulsado y promovido con éxito en el tema del problema mundial de las drogas, es también aplicable a todos los desafíos que enfrenta la humanidad y que, por su carácter global, exigen un tratamiento conjunto y muchas veces diferenciado. Responsabilidad compartida es financiamiento para el desarrollo. Responsabilidad compartida es control de las armas. Responsabilidad compartida es lucha conjunta y sin cuartel contra el terrorismo. Responsabilidad compartida es propugnar por un acceso igualitario a las nuevas tecnologías de la información. Responsabilidad compartida es la preservación de un medio ambiente que nos pertenece a todos, pero sobre todo a las próximas generaciones. ¿Y cómo visualizo esta responsabilidad compartida en el tema del financiamiento para el desarrollo? Mediante la aplicación de los siguientes postulados: - Creación de un entorno internacional favorable para la inserción
competitiva de las economías de los países en desarrollo.
No tenemos el tiempo para referirnos a cada uno de estos puntos con el detalle que ameritan, pero es bueno saber que sobre la gran mayoría de los mismos estamos logrando acuerdos importantes en el Consenso de Monterrey que firmaremos el día de mañana como un legado de responsabilidad hacia nuestros pueblos y su futuro. Sí podemos, eso sí, hacer algunas reflexiones pertinentes sobre algunos de estos temas. Para Colombia es claro que el financiamiento internacional no debe dirigirse solamente a la introducción de reformas económicas para impulsar el crecimiento, sino que debe propulsar algo más, ese componente de bienestar humano y social al que llamamos desarrollo, y que va más allá de las simples cifras de resultados macroeconómicos. Por supuesto, compartimos el enfoque según el cual la responsabilidad primaria del desarrollo corresponde a cada uno de los países, pero sabemos que en un mundo globalizado marcado por la interdependencia es imposible hablar de desarrollo si no se cuenta con un entorno favorable en áreas como la financiación, la cooperación, la inversión y el comercio. Les pongo el ejemplo de mi país. Colombia es una nación de más de 40 millones de habitantes, gente talentosa y trabajadora que ha dado grandes frutos artísticos, culturales y científicos a la humanidad, y privilegiada por contar con un territorio rico en biodiversidad como pocos en el mundo. Sin embargo, más de la mitad de nuestra población vive en la pobreza, en buena parte por dos fenómenos que han azotado al país durante las últimas décadas y que han profundizado las tradicionales disparidades de orden económico y social: el problema mundial de las drogas ilícitas y un conflicto interno generado por unos pocos grupos violentos, con un discurso anacrónico y ningún respaldo popular. En medio de esta situación, que es particular y, al mismo tiempo, puede reflejar los problemas de muchos otros países del orbe, ¿qué podemos esperar de la comunidad internacional? Ya lo dije antes: Financiación, cooperación, inversión y comercio, todo ello enmarcado dentro del principio de responsabilidad compartida. El problema mundial de las drogas, que es el gran financiador de la violencia y el terrorismo en mi país y en el mundo, no se solucionará si no obramos colectivamente frente al mismo. Se requiere cooperación para la erradicación de cultivos y la interdicción en los países productores, se requiere control para evitar el desvío de precursores químicos por parte de los países industrializados, se requiere prevención y control del consumo en todo el mundo, se requiere control en la irresponsable venta de armas y se requiere, muy principalmente, un verdadero compromiso de la comunidad internacional contra el lavado de activos, que permite que el negocio de la droga sea hoy uno de los más grandes negocios del mundo, y ciertamente el más funesto. Para la lucha contra este flagelo, así como para la lucha contra la pobreza, se requiere algo más que solidaridad. Se necesita, repito, poner en práctica un principio de responsabilidad: Responsabilidad para hacer efectivo el aporte por las naciones industrializadas del 0.7% del Producto Interno Bruto para Ayuda para el Desarrollo. Responsabilidad para que los países más desarrollados no pongan trabas comerciales a los menos desarrollados, manteniendo un proteccionismo que limita las oportunidades de progreso de los países más vulnerables. Responsabilidad para que la inversión extranjera directa signifique, de verdad, más empleo y más ingresos para las naciones receptoras. Responsabilidad para que la financiación se haga también con criterios sociales, privilegiando el desarrollo sobre la rentabilidad. “Nadie puede ser rico si sus vecinos son pobres”. Ésta es una verdad que no podemos olvidar, porque contiene una sentencia en sí misma. La pobreza -y la infelicidad que ella implica- es contagiosa. Nuestro reto hoy es hacer que la riqueza, y el bienestar humano que ella puede crear, tenga una cobertura cada vez más amplia y equitativa en el mundo. Esta Conferencia, y el Consenso que saldrá de ella, son un paso fundamental hacia este objetivo. Sigamos trabajando para que nunca más se muera la esperanza en medio de una cárcel de palabras y promesas. Para que el niño que no sabe de esta Cumbre, pero que sí conoce su pobreza, sienta en su vida los efectos positivos de lo que aquí se está decidiendo. Muchas gracias
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