ECUADOR

Intervención

del

Dr. Carlos Julio Emanuel
Ministro de Economía y Finanzas y
Jefe de la Delegación

Conferencia Internacional sobre la Financiación para el Desarrollo

Monterrey, México
21 marzo de 2002
 
 

"HACIA UNA SOLUCIÓN A LOS PROBLEMAS DEL 
FINANCIAMIENTO PARA EL DESARROLLO"

No existe nada más poderoso que una idea cuyo momento ha llegado. -Victor Hugo


La preocupación por el progreso económico y social de los pueblos ha estado presente en la agenda de las Naciones Unidas desde sus orígenes. Los fundadores de esta Organización comprendieron que la paz y la seguridad internacionales dependen, en gran medida, de la reducción de la pobreza, del crecimiento del empleo y del conjunto de condiciones que permitan mejorar la calidad de vida de la población.

No obstante estos propósitos, la historia económica da cuenta de la creciente brecha entre los paises desarrollados y los paises en desarrollo. Las políticas emanadas de los países industrializados y de los organismos financieros multilaterales no sólo que no han podido acortar tales diferencias, sino que, por el contrario, en algunas ocasiones, han contribuido a ahondar las frecuentes crisis económicas, al ignorar los costos sociales provenientes de la aplicación de los programas de ajuste.

El Ecuador asiste a esta Conferencia con la convicción de que sólo un esfuerzo internacional serio puede contribuir a avanzar hacia un sistema económico global basado en la equidad. De lo contrario, los compromisos a los que lleguemos en esta Conferencia no pasarán de ser meros enunciados retóricos, que no contribuirán a aliviar la situación de millones de niños, mujeres y hombres humildes en todo el mundo.

La carga de la deuda externa ha llegado a niveles insostenibles en muchos de nuestros países, convirtiéndose en un factor que ha frenado el desarrollo. Los esfuerzos para alcanzar una solución definitiva a este problema, no se han traducido en logros significativos capaces de mejorar el bienestar de nuestra gente. Por ello, la necesidad de tocar las puertas de los países desarrollados y de las instituciones financieras internacionales para solicitar apoyo es permanente. Año tras año, se debe participar en complejos procesos de negociación, de los que generalmente emerge cierto consenso sobre lo que se considera una "política económica adecuada", que no siempre constituye la "mejor política económica" para nuestros países.

De esa manera, nuestros gobiernos terminan sustituyendo iniciativas de política económica inspiradas endógenamente y basadas en un profundo conocimiento de nuestra realidad económica y política, por fórmulas de desarrollo que están de moda, generadas exógenamente y que, en su gran mayoría, no han producido los resultados deseados. Esta dinámica negativa podría perpetuarse a menos que busquemos e implantemos soluciones diferentes, cambios radicales, en la relación entre países desarrollados y en desarrollo, para alcanzar una solución definitiva en el combate a la pobreza.

Conocemos muy bien que las fórmulas propuestas para enfrentar los problemas de deuda, impulsadas y controladas por los acreedores, de acuerdo siempre a sus intereses, no han tenido éxito al constituirse en ideas aisladas que no han atacado los problemas de fondo. Este es el caso del Plan Baker y posteriormente del Plan Brady y las negociaciones en el Club de París, que, en su momento, se presentaron como la panacea para resolver los problemas del endeudamiento de los países en desarrollo.

Por lo tanto, es evidente a la luz de la experiencia, que las distorsiones financieras y monetarias mundiales y las consiguientes crisis económicas y bancarias, no podrán solucionarse sólo con iniciativas nacionales o regionales, sino que es indispensable un acuerdo global, como el que se propone lograr esta Conferencia.

La historia económica del Siglo XX demuestra que es factible, cuando hay voluntad política, lograr soluciones definitivas para los problemas de los países que, en su momento, han estado altamente endeudados. La necesidad de una solución global a los problemas actuales de financiamiento y de endeudamiento debería compartir la misma creatividad e imaginación que produjo, hace ya cincuenta años, el Plan Marshall. En esa línea, el Grupo Andino de Naciones, a través de la Corporación Andina de Fomento (CAF), al cual pertenece el Ecuador, ha preparado una ponencia que comentaré en breve.

Es importante recordarle a esta audiencia que el Plan Marshall, propuesto por los paises vencedores en la Segunda Guerra Mundial, demostró ser un instrumento eficaz que explica la recuperación y el desarrollo de la Europa de post-guerra. Más recientemente, países como Indonesia, Polonia, Egipto y Pakistán han recibido tratamientos preferenciales en temas de deuda por razones geopolíticas.

En ese mismo contexto, el Acuerdo de Londres suscrito el 27 de febrero de 1953, permitió a Alemania resolver definitivamente su problema de deuda externa gracias a los términos que recibió de sus acreedores, que paso a mencionar sucintamente:1
 

  1. Un descuento oficial de entre el 50% y el 75% de su deuda—derivada directa o indirectamente de las dos guerras mundiales iniciadas en 1914 y 1939.
  2. Una drástica reducción de las tasas de interés que fueron establecidas entre 0% y 5%.
  3. Un amplio período de gracia para iniciar los pagos de intereses y capital de determinadas deudas.
  4. La ampliación de los plazos para los pagos previstos.
  5. La posibilidad de realizar pagos anticipados en función de su desenvolvimiento económico.
  6. Una forma del cálculo del servicio de la deuda establecida a partir de la capacidad de pago de la economía alemana, vinculada al avance del proceso de reconstrucción.


Es importante resaltar que la relación entre el servicio de la deuda y las exportaciones de Alemania alcanzó su valor más alto en 1959 y fue equivalente al 4.2%, lo cual se compara muy favorablemente con lo que ha acontecido en los países latinoamericanos. A finales del año 2000, América Latina tenía una deuda externa del orden de 750.000 millones de dólares, para cuyo servicio dedicó 166.000 millones de dólares, es decir un 45% de sus exportaciones totales. En el caso del Ecuador, los pagos de la deuda externa comprometen más del 40% del Presupuesto Anual del Estado y de las exportaciones.

Queda claro, por lo tanto, que en los casos en que ha existido la voluntad política de la comunidad internacional y de las instituciones multilaterales, se han logrado alcanzar soluciones definitivas a los problemas de deuda y financiamiento de algunos países. Por manera que la nueva realidad geopolítica ha abierto una ventana de oportunidad a través de esta Conferencia de Monterrey para lograr una solución definitiva a los problemas del financiamiento para el desarrollo.

En síntesis, así como se requirió un Plan Marshall luego del triunfo de la libertad frente al totalitarismo, hoy se requiere igual imaginación y creatividad para triunfar en la guerra contra la pobreza. No cabe la menor duda que la devastación económica y social que ha producido esta lucha contra la pobreza en los paises en desarrollo es mucho mayor que la destrucción que sobrevino a Europa luego de la Segunda Guerra Mundial. Lamentablemente, nuestros esfuerzos para focalizar la atención internacional en este problema han sido infructuosos, dispersos y descoordinados, impidiendo lograr la adecuada canalización de recursos para resolverlo,

En su presentación del día Lunes, el Secretario General de la UNCTAD nos recordaba que lo que no hemos aprendido todavía es que el concepto del financiamiento para el desarrollo es un asunto demasiado complejo como para pensar que exista una receta única para su solución y que las únicas políticas efectivas son aquellas que involucran armónicamente a todos los actores, nacionales e internacionales, en la búsqueda de una solución. Destacó además que hay conciencia para que los países industrializados abran sus mercados para las exportaciones de los países pobres y les otorguen reducciones de deuda más ayuda extranjera y una mayor participación en el manejo de la economía global.

Esta Cumbre de Monterrey debe subrayar la importancia del libre comercio para alcanzar el desarrollo. En efecto, la apertura de mercados y el cumplimiento riguroso de los compromisos de la Ronda Uruguay y de la Declaración de Doha-en el contexto de la Organización Mundial de Comercio-son esenciales para que los países en desarrollo logren una inserción mayor en la economía mundial e incrementen sus exportaciones, para lo cual es indispensable eliminar los obstáculos al comercio y reducir los subsidios agrícolas hasta llegar a su completa remocíón. Recordemos que los subsidios agrícolas otorgados por los países industrializados ascienden a 1.000 millones de dólares diarios.

No obstante los esfuerzos que los países en desarrollo han realizado a nivel doméstico para reformar y liberalizar sus economías, aún persisten una serie de asimetrías internacionales que han impedido aprovechar las oportunidades y ventajas de mercados globales más amplios y competitivos. Para los países de América Latina, por ejemplo, la liberalización comercial ha temido resultados mixtos. A pesar de que la región ha llevado adelante una ambiciosa reforma comercial, los países desarrollados, por su lado, han preservado estructuras de protección y distorsión de los mercados mediante la aplicación de subsidios y de barreras arancelarias y no arancelarias a productos importantes para la región. Esto es justamente lo que el Secretario General de la UNCTAD ha calificado como "financiamiento negativo para el desarrollo".

Es en este contexto que planteamos la siguiente propuesta sintetizando aquella de la CAF, que contiene tres elementos básicos de lo que sería un esquema global. 2

Primero, la creación de un FONDO COMPENSATORIO INTERNACIONAL para mejorar el perfil del servicio de deuda de los países de ingresos medios, con problemas de endeudamiento. El fondo se constituiría con una emisión especial de Derechos Especiales de Giro y se utilizaría para reducir el pago de intereses y capital por parte de dichos países. La canalización de estos recursos podría realizarse a través de los organismos financieros multilaterales, minimizando los problemas de abuso moral; los países recipientes, por su lado, deberán comprometerse a establecer y mantener políticas macroeconómicas responsables.

Segundo, más que ayuda internacional, los países en desarrollo, especialmente los de ingresos medios, requieren un comercio internacional más justo, que contemple la eliminación de los obstáculos el comercio, entre ellos las barreras arancelarias y no arancelarias y los subsidios agrícolas, que permitan a estos países realizar sus ventajas competitivas. Con la nueva ronda comercial iniciada en Doha, se debe garantizar el acceso a los mercados de los países desarrollados y diseñar nuevos mecanismos de financiamiento del     comercio e inversión, que hagan más viable la producción y exportación de bienes y servicios y el establecimiento de nuevas empresas en los países en desarrollo.

Tercero, los países de menor desarrollo relativo requieren programas de ayuda internacional orientados a crear condiciones económicas, sociales y de gobernabilidad para superar sus graves problemas de pobreza. Los países desarrollados se comprometieron a destinar el 0.7% del PIB para este propósito, pero no lo han cumplido. Faltar a este compromiso no es ético, por lo que es urgente una rectificación.

En conclusión, lo que resolvamos en esta Cumbre de Monterrey debe ser rigurosamente aplicado en el futuro inmediato. Las Naciones Unidas, la Organización Mundial del Comercio, el Fondo Monetario Internacional, el Banco Mundial y demás organismos internacionales competentes deben velar por la vigencia de estas resoluciones y deberán informar sobre su cumplimiento.

Para parafrasear a Victor Hugo, no existe nada más poderoso que una idea cuyo momento ha llegado; de allí que la solución definitiva para los problemas del financiamiento para el desarrollo debe concretarse ahora. Por lo expresado, los Jefes de Estado y de Gobierno, especialmente de los países desarrollados, conscientes de su responsabilidad frente a las futuras generaciones, tienen hoy la oportunidad histórica de asumir nuevos y mayores compromisos a favor de un desarrollo sostenible con miras a la construcción de un mundo más justo y equitativo para todos.
 

1 Para mayor discusión sobre los problemas de la deuda y detalles sobre el caso ecuatoriano, referirse al artículo del EQonQmisJa, Alberto Acosta "Una propuesta global para un problema global. Reflexiones para resolver el reto..." publicado en Documentación Social, 126, (2002).

2 Tomado del documento "Elementos para una Posición Andina sobre Financiamiento del Desarrollo", que recoge las recomendaciones de los Ministros de Hacienda de los países andinos ante la Cumbre de Monterrey sobre Financiamiento del Desarrollo, (Febrero 26 del 2002)



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