V. Fortalecimiento de las Naciones Unidas
153. En el presente informe sostengo que los principios y propósitos de las Naciones
Unidas enunciados en la Carta siguen siendo tan válidos y pertinentes hoy como
lo eran en 1945 y que el momento actual brinda una valiosa oportunidad de
ponerlos en práctica. Sin embargo, aunque los propósitos deben ser firmes y los
principios constantes, la práctica y la organización deben progresar al ritmo de los
tiempos. Para ser un instrumento útil que ayude a los Estados Miembros y a los
pueblos del mundo a responder a los desafíos descritos en las secciones II a IV, las
Naciones Unidas deben adaptarse plenamente a las necesidades y circunstancias
del siglo XXI. Deben estar abiertas no sólo a los Estados sino también a la sociedad
civil, que desempeña, en los planos nacional e internacional, un papel cada
vez más importante en los asuntos mundiales. Deben derivar su fortaleza de las
asociaciones que establezcan y de su capacidad de hacer participar a sus asociados
en coaliciones eficaces para impulsar el cambio en todas las esferas en que es necesario
actuar para promover un concepto más amplio de la libertad.
154. Es evidente que nuestra Organización, como tal, fue concebida para otra época.
También es evidente que no todas nuestras prácticas actuales están adaptadas a las
necesidades de hoy. Es por ello que los Jefes de Estado y de Gobierno reconocieron,
en la Declaración del Milenio, la necesidad de fortalecer las Naciones Unidas a fin de
convertirlas en un instrumento más eficaz para el logro de sus objetivos prioritarios.
155. De hecho, desde que asumí el cargo de Secretario General en 1997, una de mis
principales prioridades ha sido reformar las estructuras internas y la cultura de las
Naciones Unidas para que la Organización sea más útil a sus Estados Miembros y a
los pueblos del mundo. Es mucho lo que se ha conseguido ya. Hoy día, la Organización
cuenta con estructuras racionalizadas, métodos de trabajo más eficaces y una
mejor coordinación de sus distintos programas, y ha establecido relaciones de colaboración
con la sociedad civil y el sector privado en muchas esferas. En las esferas
económica y social, los objetivos de desarrollo del Milenio sirven actualmente de
marco normativo común para todo el sistema de las Naciones Unidas y, en realidad,
para toda la comunidad internacional que se ocupa del desarrollo. Actualmente, las
misiones de mantenimiento de la paz están mucho mejor estructuradas que antes y
tienen una visión más integrada de las múltiples labores que deben llevarse a cabo
para prevenir la repetición de enfrentamientos y sentar las bases de una paz duradera.
Además, hemos establecido alianzas estratégicas con una amplia gama de entidades
no estatales que pueden hacer una importante contribución a la seguridad, la
prosperidad y la libertad en el mundo.
156. Sin embargo, todavía es necesario hacer muchos más cambios. En la actualidad,
la combinación de factores tales como las diferentes estructuras de gestión de
los numerosos componentes del sistema, la superposición de mandatos y los mandatos
que no reflejan las prioridades actuales sino las de otra época redunda en
perjuicio de nuestra eficacia. Es fundamental conferir una autoridad real a los
administradores para que puedan adaptar plenamente las actividades del sistema a los objetivos aprobados por los Estados Miembros, que espero que sean los expuestos
en el presente informe. También debemos esforzarnos más por profesionalizar
la Secretaría y hacer que tanto el personal como la administración rindan
cuentas con mayor rigor sobre el desempeño de sus funciones. Debemos lograr
asimismo una mayor coherencia, tanto entre la labor de los distintos representantes
de las Naciones Unidas y las diferentes actividades que se llevan a cabo en cada país
y en el sistema en su conjunto, especialmente en las esferas económica y social.
157. Sin embargo, para que sea eficaz, las reformas no pueden quedar confinadas
a la rama ejecutiva. Es hora de infundir nueva vida también a los órganos intergubernamentales
de las Naciones Unidas.
A. Asamblea General
158. Como se reafirmó en la Declaración del Milenio, la Asamblea General desempeña
un papel central en su calidad de principal órgano deliberante, normativo y representativo
de las Naciones Unidas. En particular, tiene autoridad para examinar y
aprobar el presupuesto y elige a los miembros de los demás órganos deliberantes,
incluido el Consejo de Seguridad. Por consiguiente, los Estados Miembros tienen
motivos para estar preocupados por la pérdida de prestigio de la Asamblea y la
menguante contribución de éste órgano a las actividades de la Organización. Esa tendencia
debe invertirse, pero eso sólo ocurrirá si la Asamblea aumenta su eficacia.
159. En los últimos años, el número de resoluciones de la Asamblea General aprobadas
por consenso ha ido aumentando constantemente. Ese aumento sería una
buena señal si respondiera a una auténtica unidad de propósito entre los Estados
Miembros para responder a los desafíos mundiales. Desgraciadamente, el consenso
(interpretado muchas veces como una exigencia de unanimidad) se ha convertido
en un fin en sí mismo. Se intenta conseguir primero dentro de cada grupo regional
y luego en el plenario. Este sistema no ha resultado ser una forma eficaz de conciliar
los intereses de los Estados Miembros. Más bien tiene el efecto de hacer que la
Asamblea se limite a tratar generalidades, abandonando toda intención decidida de
pasar a la acción. Los verdaderos debates que sí se celebran tienden a centrarse en
el proceso más que en el fondo, y muchas de las llamadas decisiones reflejan tan
sólo el mínimo común denominador de opiniones muy divergentes.
160. Los Estados Miembros concuerdan, como lo han hecho durante años, en que
la Asamblea debe racionalizar sus procedimientos y estructuras para mejorar el
proceso de deliberación y hacerlo más eficaz. Se han dado muchos pequeños pasos
adelante. Un gran número de Estados Miembros ya han presentado nuevas propuestas
para “revitalizar” la Asamblea. La Asamblea General debe adoptar ahora
medidas decididas para racionalizar su labor y agilizar el proceso de deliberación,
especialmente simplificando su programa, su estructura de comisiones
y los procedimientos de los debates plenarios y la presentación de informes,
y fortaleciendo el papel y la autoridad de su Presidente.
161. Actualmente, la Asamblea General tiene un amplio programa que comprende
una variada gama de cuestiones que en muchos casos se superponen. La Asamblea
debería dar una orientación más precisa a su programa sustantivo centrando su
atención en las principales cuestiones de fondo del momento, como las migraciones
internacionales y el convenio general sobre el terrorismo que se debate
desde hace tanto tiempo.
162. También debería colaborar de forma mucho más activa con la sociedad civil,
teniendo en cuenta que, tras un decenio de interacción en rápido aumento, actualmente
la sociedad civil participa en la mayoría de las actividades de las Naciones
Unidas. Es más, los objetivos de las Naciones Unidas sólo podrán alcanzarse si se
cuenta con la plena participación de la sociedad civil y los gobiernos. El Grupo de
personas eminentes encargado de examinar la relación entre las Naciones Unidas y
la sociedad civil, que establecí en 2003, formuló muchas recomendaciones útiles
para mejorar nuestra colaboración con la sociedad civil; he remitido su informe
(véase A/58/817 y Corr.1) a la Asamblea General junto con mis opiniones. La
Asamblea General debería adoptar medidas en relación con esas recomendaciones
y establecer mecanismos que le permitan colaborar plenamente y en
forma sistemática con la sociedad civil.
163. La Asamblea General también debe examinar su estructura de comisiones, la
forma en que funcionan las comisiones y en que la Asamblea supervisa su labor y los
resultados de esa labor. La Asamblea necesita un mecanismo para examinar las decisiones
de sus comisiones a fin de no sobrecargar a la Organización con mandatos
que carecen de fondos suficientes y perpetuar el problema actual de la microgestión
del presupuesto y la asignación de puestos en la Secretaría. Si la Asamblea General
no logra resolver esos problemas, no tendrá ni la claridad de objetivos ni la flexibilidad
necesaria para prestar servicio a sus miembros con eficacia.
164. Debe quedar claro que nada de esto ocurrirá si los Estados Miembros no demuestran
un interés auténtico en la Asamblea al más alto nivel y no insisten en que
sus representantes participen en sus debates a fin de obtener resultados concretos y
positivos. Si no lo hacen así, el funcionamiento de la Asamblea les seguirá pareciendo
decepcionante, lo cual no deberá sorprenderlos.
B. Los Consejos
165. Los fundadores de las Naciones Unidas dotaron a la Organización de tres Consejos,
cada uno de los cuales tenía importantes funciones en su esfera de competencia:
el Consejo de Seguridad, el Consejo Económico y Social y el Consejo de Administración
Fiduciaria. Con el tiempo, la distribución de funciones entre ellos ha
resultado cada vez más desequilibrada: el Consejo de Seguridad ha ido afirmando
progresivamente su autoridad y, especialmente desde el final de la guerra fría, ha
disfrutado de una mayor unidad de propósito entre sus miembros permanentes, pero
ha visto cuestionada esa autoridad por ser su composición anacrónica o insuficientemente
representativa; el Consejo Económico y Social ha quedado muchas veces al
margen de la gobernanza mundial en las esferas económica y social, y el Consejo de
Administración Fiduciaria, habiendo cumplido satisfactoriamente sus funciones, se
encuentra reducido en la actualidad a una existencia puramente formal.
166. Considero que debemos restablecer el equilibrio, de modo que haya tres Consejos
que se ocupen, respectivamente, de: a) la paz y la seguridad internacionales,
b) las cuestiones económicas y sociales, y c) los derechos humanos, cuya promoción,
que ha sido uno de los objetivos de la Organización desde sus inicios, actualmente
exige sin duda estructuras operacionales más eficaces. En conjunto, esos Consejos
deberían encargarse de llevar adelante los planes que emanen de las cumbres y
otras conferencias de los Estados Miembros, y deberían ser foros mundiales en
los que puedan abordarse debidamente las cuestiones de la seguridad, el desarrollo y la justicia. Los dos primeros Consejos ya existen, desde luego, pero deben ser
fortalecidos. El tercero exige una reestructuración de gran alcance y una potenciación
del actual mecanismo de derechos humanos.
Consejo de Seguridad
167. En virtud de su adhesión a la Carta de las Naciones Unidas, todos los Estados
Miembros reconocen que el Consejo de Seguridad tiene la responsabilidad primordial
del mantenimiento de la paz y la seguridad internacionales y convienen en
acatar sus decisiones. Por consiguiente, es de vital importancia, no sólo para la Organización
sino para el mundo, que el Consejo esté en condiciones de desempeñar
esa responsabilidad y que sus decisiones inspiren respeto a nivel mundial.
168. En la Declaración del Milenio, todos los Estados decidieron redoblar sus esfuerzos
“por reformar ampliamente el Consejo de Seguridad en todos sus aspectos”
(véase la resolución 55/2 de la Asamblea General, párr. 30). Esa decisión respondía
al punto de vista, mantenido desde hacía tiempo por la mayoría, de que era necesario
modificar la composición del Consejo para que fuera más ampliamente representativo
de la comunidad internacional en su conjunto, así como de las realidades geopolíticas
de nuestros días, y por consiguiente tuviera más legitimidad frente al mundo.
Sus métodos de trabajo también deben ser más eficaces y transparentes. El Consejo
no sólo debe ser más representativo, sino que también debe ser más capaz de adoptar
medidas cuando sea necesario. La conciliación de esos dos imperativos es la
prueba que debe superar toda propuesta de reforma.
169. Hace dos años, declaré que en mi opinión ninguna reforma de las Naciones
Unidas estaría completa sin una reforma del Consejo de Seguridad. Sigo siendo de la
misma opinión. El Consejo de Seguridad debe ser ampliamente representativo de las
realidades del poder en el mundo actual. Por consiguiente, apoyo la postura expuesta
en el informe del Grupo de alto nivel sobre las amenazas, los desafíos y el cambio
(A/59/565) en relación con las reformas del Consejo de Seguridad, a saber:
a) En cumplimiento del Artículo 23 de la Carta, deberían tener una mayor
participación en el proceso de adopción de decisiones quienes más contribuyen a
las Naciones Unidas desde el punto de vista financiero, militar o diplomático, especialmente
en forma de cuotas para el presupuesto prorrateado de las Naciones Unidas,
participación en operaciones de paz, aportaciones a actividades voluntarias de
las Naciones Unidas en materia de seguridad y desarrollo y actividades diplomáticas
en apoyo de los objetivos y mandatos de las Naciones Unidas. En el caso de los
países desarrollados, el hecho de alcanzar la meta internacionalmente convenida
de destinar el 0,7% del PIB a la asistencia oficial para el desarrollo o de avanzar
considerablemente hacia esa meta debe considerarse un criterio importante en
cuanto a aportaciones se refiere;
b) Se debería incorporar en el proceso de adopción de decisiones a países
que sean más representativos de la composición general de la Organización, especialmente
del mundo en desarrollo;
c) Las reformas no deberían redundar en desmedro de la eficacia del Consejo
de Seguridad;
d) Las reformas deberían hacer del Consejo un órgano más democrático y
más responsable de su actuación.
170. Insto a los Estados Miembros a que estudien las dos posibilidades, modelos A
y B, que se proponen en ese informe (véase el recuadro 5), o cualquier otra propuesta
viable en lo que respecta al número de miembros y el equilibrio que se hayan
formulado sobre la base de uno u otro modelo. Los Estados Miembros deberían
convenir en adoptar una decisión sobre esta importante cuestión antes de la celebración
de la cumbre en septiembre de 2005. Desde luego, sería preferible que los Estados
Miembros tomaran esa decisión vital por consenso, pero si no es posible, ello
no debería servir de pretexto para postergarla.
Recuadro 5
Reforma del Consejo de Seguridad: modelos A y B
|
Según el modelo A habría seis nuevos puestos permanentes, no habría
nuevos derechos de veto y habría tres nuevos puestos no permanentes de dos
años de duración, divididos entre las grandes regiones según se indica a
continuación:
Región |
Número de Estados |
Puestos permanentes (que se mantienen) |
Nuevos puestos permanentes (que se proponen) |
Puestos con un mandato de dos años (no renovable) que se proponen |
Total |
África |
53
|
0
|
2
|
4
|
6
|
Asia y el Pacífico |
56
|
1
|
2
|
3
|
6
|
Europa |
47
|
3
|
1
|
2
|
6
|
América |
35
|
1
|
1
|
4
|
6
|
Total modelo A |
191
|
5
|
6
|
13
|
24
|
Según el modelo B, no habría nuevos puestos permanentes pero se crearía
una nueva categoría de ocho puestos con un mandato renovable de cuatro años
y un nuevo puesto no permanente con un mandato de dos años (no renovable),
divididos entre las grandes regiones según se indica a continuación:
Región |
Número de Estados |
Puestos permanentes (que se mantienen) |
Puestos con un mandato renovable de cuatro años que se proponen |
Puestos con un mandato de dos años (no renovable) que se proponen |
Total |
África |
53
|
0
|
2
|
4
|
6
|
Asia y el Pacífico |
56
|
1
|
2
|
3
|
6
|
Europa |
47
|
3
|
2
|
1
|
6
|
América |
35
|
1
|
2
|
3
|
6
|
Total modelo B |
191
|
5
|
8
|
11
|
24
|
|
Consejo Económico y Social
171. La Carta de las Naciones Unidas confiere al Consejo Económico y Social una
serie de importantes funciones que comprenden la coordinación, el examen de políticas
y el diálogo sobre cuestiones normativas. La mayor parte de esas funciones
parecen más fundamentales que nunca en esta época de globalización, en que las
Naciones Unidas tienen un vasto programa de desarrollo emanado de las cumbres y
conferencias celebradas en el decenio de 1990. Más que nunca, las Naciones Unidas
deben ser capaces de formular y aplicar políticas en esa esfera de forma coherente.
Por lo general se considera que las funciones del Consejo son extraordinariamente
pertinentes para esas cuestiones, pero que todavía no se valoran como corresponde.
172. En 1945, los autores de la Carta no confirieron al Consejo Económico y Social
la autoridad para tomar medidas coercitivas. Habiendo acordado en Bretton Woods
el año anterior que se crearían poderosas instituciones financieras internacionales, y
esperando que éstas se complementarían con una organización mundial del comercio,
además de los distintos organismos especializados, tenían la evidente intención
de que la adopción de decisiones económicas en el plano internacional estuviera
descentralizada. Pero esto no hace más que realzar la importancia de las funciones
que puede desempeñar el Consejo como coordinador, iniciador de conferencias, foro
de diálogo sobre políticas y forjador de consensos. Es el único órgano de las Naciones
Unidas al que la Carta asigna explícitamente el mandato de coordinar las actividades
de los organismos especializados y mantener consultas con las organizaciones
no gubernamentales. Además, tiene una red de comisiones orgánicas y regionales
que funcionan bajo su égida y que se centran cada vez más en el cumplimiento de
objetivos de desarrollo.
173. El Consejo Económico y Social ha hecho un buen uso de esas atribuciones en
los últimos años, tendiendo puentes mediante la celebración anual de una reunión especial
de alto nivel con las instituciones de las esferas comercial y financiera, por
ejemplo, y tomando la iniciativa de establecer un Grupo de Tareas sobre la tecnología
de la información y las comunicaciones, único en su género. También ha contribuido a
vincular las cuestiones de seguridad y las de desarrollo estableciendo grupos especiales
por países.
174. Esas iniciativas han contribuido a promover un mayor grado de coherencia y
coordinación entre diferentes entidades, pero todavía subsisten visibles carencias
que es necesario eliminar.
175. En primer lugar, existe una necesidad cada vez mayor de integrar y coordinar
el programa de desarrollo de las Naciones Unidas emanado de las conferencias y
cumbres mundiales y de examinar su aplicación. Para ese fin, el Consejo Económico
y Social debería celebrar reuniones anuales de nivel ministerial sobre la
marcha de la labor para alcanzar los objetivos de desarrollo acordados, en particular
los objetivos de desarrollo del Milenio. Esas evaluaciones podrían basarse
en exámenes recíprocos de los informes preparados por los Estados Miembros, con
el apoyo de los organismos de las Naciones Unidas y las comisiones regionales.
176. En segundo lugar, existe la necesidad de examinar las tendencias de la cooperación
internacional para el desarrollo, promover una mayor coherencia de las actividades
de desarrollo de las diferentes entidades y fortalecer los vínculos entre la
labor normativa y la labor operacional del sistema de las Naciones Unidas. Para
eliminar esa carencia, el Consejo Económico y Social debería servir de foro de alto nivel sobre la cooperación para el desarrollo. Ese foro podría celebrarse cada
dos años adaptando la serie de sesiones de alto nivel del Consejo.
177. En tercer lugar, existe la necesidad de abordar los desafíos, las amenazas y las
crisis en las esferas económica y social en el momento en que ocurren. Para ello, el
Consejo debería celebrar reuniones oportunamente, cuando resultara necesario,
para evaluar las amenazas al desarrollo, como las hambrunas, las epidemias
y los grandes desastres naturales, y promover respuestas coordinadas para
afrontarlas.
178. En cuarto lugar, existe la necesidad de vigilar y abordar sistemáticamente
las dimensiones económicas y sociales de los conflictos. El Consejo Económico y
Social ha intentado atender esa necesidad estableciendo grupos especiales de asesoramiento
por países. Sin embargo, habida cuenta de la magnitud y la dificultad de la
labor de recuperación, reconstrucción y reconciliación a largo plazo, las medidas
tomadas caso por caso no resultan suficientes. El Consejo Económico y Social
debería institucionalizar su labor de gestión de las situaciones posteriores a los
conflictos colaborando con la Comisión de Consolidación de la Paz que se ha
propuesto. También debería reforzar sus vínculos con el Consejo de Seguridad
para promover medidas de prevención de carácter estructural.
179. Por último, aunque las funciones normativas y de formulación de estrategias
del Consejo Económico y Social son claramente distintas de las funciones directivas
y de formulación de políticas que desempeñan los órganos rectores de las diferentes
instituciones internacionales, tengo la esperanza de que, a medida que el Consejo
empiece a consolidar su liderazgo en la promoción de un programa mundial de desarrollo,
pueda proporcionar orientación a los distintos órganos intergubernamentales
que intervienen en esa esfera en todo el sistema de las Naciones Unidas.
180. El cumplimiento de todas esas recomendaciones exigiría que el Consejo Económico
y Social funcionara con una estructura nueva y más flexible, sin limitarse
necesariamente al actual calendario anual de “series de sesiones” y “períodos de sesiones
sustantivos”. Además, el Consejo necesita un mecanismo intergubernamental
eficaz, eficiente y representativo para fomentar la participación de sus contrapartes
en las instituciones que se ocupan de las finanzas y el comercio. Ese objetivo podría
lograrse ampliando su Mesa o estableciendo un comité ejecutivo con una composición
regionalmente equilibrada.
Propuesta de crear un Consejo de Derechos Humanos
181. La Comisión de Derechos Humanos ha proporcionado a la comunidad internacional
un marco universal de derechos humanos que comprende la Declaración Universal
de Derechos Humanos, los dos Pactos Internacionales[21] y otros tratados fundamentales
en la materia. En su período de sesiones anual, la Comisión señala a la
atención del público cuestiones y debates en relación con los derechos humanos,
sirve de foro para la elaboración de las políticas de derechos humanos de las Naciones
Unidas y establece un sistema único de procedimientos especiales independientes
y de expertos para observar y analizar el respeto de los derechos humanos por
temas y por países. La estrecha relación de la Comisión con centenares de organizaciones
de la sociedad civil brinda una oportunidad de colaboración con la sociedad
civil que no existe en otras instancias.
182. Sin embargo, la disminución de la credibilidad y el profesionalismo de la
Comisión de Derechos Humanos ha menoscabado progresivamente la capacidad de
la Comisión para desempeñar sus funciones. En particular, ha habido Estados que se
han hecho miembros de la Comisión no para afianzar los derechos humanos sino
para protegerse contra las críticas o para criticar a otros. Esas tendencias han tenido
como resultado la acumulación de un déficit de credibilidad que empaña la reputación
de todo el sistema de las Naciones Unidas.
183. Para que las Naciones Unidas cumplan las expectativas de los hombres y
las mujeres de todo el mundo y, de hecho, para que la Organización asigne a la
causa de los derechos humanos la misma importancia que a las causas de la seguridad
y el desarrollo, los Estados Miembros deberían convenir en reemplazar
la Comisión de Derechos Humanos por un Consejo de Derechos Humanos de
carácter permanente y composición más reducida. Los Estados Miembros deberían
decidir si desean que el Consejo de Derechos Humanos sea un órgano principal
de las Naciones Unidas o un órgano subsidiario de la Asamblea General, pero en
ambos casos sus miembros serían elegidos directamente por la Asamblea General
por el voto de una mayoría de dos tercios de los miembros presentes y votantes. La
creación del Consejo situaría a los derechos humanos en una posición de mayor autoridad,
acorde con la primacía que se atribuye a los derechos humanos en la Carta
de las Naciones Unidas. Los Estados Miembros deberán determinar la composición
del Consejo y la duración del mandato de sus miembros. Los miembros del Consejo
deberían comprometerse a acatar las normas de derechos humanos más rigurosas.
C. La Secretaría
184. Una Secretaría competente y eficaz es indispensable para la labor de las Naciones
Unidas. Si las necesidades de la Organización han cambiado, también debe
cambiar la Secretaría. Es por ese motivo que en 1997 puse en marcha un conjunto de
reformas estructurales para la Secretaría, seguidas en 2002 por una serie de mejoras
administrativas y técnicas, encaminadas a dotar a la Organización de un programa
de trabajo más preciso y un sistema más sencillo de planificación y presupuestación
y permitir que la Secretaría proporcionara mejores servicios.
185. Celebro que la Asamblea General haya prestado un amplio apoyo a esos cambios,
que considero que han mejorado nuestra capacidad de realizar la labor que el
mundo espera de nosotros. Gracias a las modificaciones en materia de presupuestación,
adquisiciones, gestión de los recursos humanos y apoyo a las misiones de
mantenimiento de la paz, ahora trabajamos de una forma nueva y distinta. Sin embargo,
esas reformas no son suficientes. Para que las Naciones Unidas sean verdaderamente
eficaces, la Secretaría debe ser objeto de una completa transformación.
186. Quienes tienen la facultad de adoptar decisiones —fundamentalmente la
Asamblea General y el Consejo de Seguridad— deben asegurarse de que, cuando
asignen mandatos a la Secretaría, también proporcionen los recursos necesarios para
las tareas encomendadas. A cambio, la administración debe ser más responsable de
sus actos y debe reforzarse la capacidad de supervisión de los órganos intergubernamentales.
Deben conferirse al Secretario General y a su personal directivo las
facultades, los medios, la autoridad y la asistencia de expertos que necesiten para
administrar una organización que se espera que atienda necesidades operacionales
rápidamente cambiantes en muchas partes del mundo. Paralelamente, los Estados
Miembros deben disponer de los instrumentos de supervisión que necesiten para garantizar que el Secretario General rinda cuentas verdaderamente de su estrategia y
su labor directiva.
187. Los Estados Miembros también tienen que una función esencial que desempeñar
para asegurar que los mandatos de la Organización se mantengan actualizados.
Por consiguiente, pido a la Asamblea General que examine todos los mandatos
de más de cinco años de antigüedad para comprobar si las actividades previstas
siguen siendo verdaderamente necesarias y si los recursos asignados para su
realización pueden redistribuirse para responder a nuevos desafíos.
188. Hoy día, el personal de las Naciones Unidas debe: a) estar en condiciones de
hacer frente a los nuevos desafíos sustantivos del siglo XXI; b) contar con los medios
necesarios para dirigir operaciones complejas en el plano mundial, y c) estar
obligado a rendir cuentas.
189. En primer lugar, me propongo adoptar medidas para adecuar la estructura de
la Secretaría a las prioridades expuestas en el presente informe. Ello supondrá
crear una oficina de apoyo a la consolidación de la paz y fortalecer el apoyo prestado
tanto en favor de la mediación (mi función de “buenos oficios”) como en favor
de la democracia y el imperio de la ley. Además, tengo la intención de designar
a un Asesor Científico del Secretario General, que prestará asesoramiento
científico de carácter estratégico y orientado al futuro sobre asuntos normativos
movilizando los conocimientos científicos y tecnológicos existentes en el sistema
de las Naciones Unidas y en la comunidad científica y académica en general.
190. Para hacer verdaderos progresos en nuevos ámbitos debemos contar con un
personal que posea los conocimientos y la experiencia necesarios para afrontar
nuevos desafíos. También es necesario redoblar los esfuerzos por alcanzar “el más
alto grado de eficiencia, competencia e integridad”, como exige el Artículo 101.3
de la Carta de las Naciones Unidas, y al mismo tiempo “contratar el personal en
forma de que haya la más amplia representación geográfica posible”, a lo que hoy
debemos agregar la exigencia de lograr un justo equilibrio entre hombres y mujeres.
Aunque el personal existente debe disponer de oportunidades razonables de
avanzar en su carrera dentro de la Organización, no podemos seguir recurriendo al
mismo grupo de personas para atender todas nuestras nuevas necesidades. Por consiguiente,
pido a la Asamblea General que me confiera la autoridad y los recursos
necesarios para ofrecer a los funcionarios, a título excepcional, una gratificación
por retiro voluntario a fin de renovar y reorientar al personal para
atender las necesidades actuales.
191. En segundo lugar, deben proporcionarse a la Secretaría los medios necesarios
para realizar su labor. El Grupo de alto nivel propuso que yo nombrara un segundo
Vicesecretario General para mejorar el proceso para tomar decisiones en materia de
paz y seguridad. En lugar de ese cargo, he decidido crear un mecanismo de adopción
de decisiones en forma de gabinete (con mayor poder ejecutivo que el actual
Grupo Superior de Gestión) para mejorar la formulación de políticas y la gestión.
Contará con el apoyo de una pequeña secretaría que se ocupará de la preparación y
el seguimiento de las decisiones. Considero que de ese modo el proceso de adopción
de decisiones tendrá objetivos mejor definidos y será más metódico, y también
será más clara la asignación de la responsabilidad. Esas medidas serán de utilidad,
pero no bastarán por sí solas para lograr una gestión eficaz de las operaciones mundiales
de una Organización tan compleja como ésta. El Secretario General, el funcionario
administrativo más alto de la Organización, debe tener más autoridad y flexibilidad en materia de gestión. Debe tener la capacidad de modificar la plantilla
cuando sea necesario sin verse sometido a restricciones excesivas. Además,
nuestro sistema administrativo debe ser modernizado totalmente. Por consiguiente,
pido a los Estados Miembros que colaboren conmigo para realizar un examen
a fondo de las normas relativas al presupuesto y los recursos humanos que
rigen nuestras actividades.
192. En tercer lugar, debemos seguir aumentando la transparencia y mejorando la
rendición de cuentas en la Secretaría. La Asamblea General ha dado un importante
paso para lograr una mayor transparencia al poner las auditorías internas a disposición
de los Estados Miembros que lo soliciten. Estoy en vías de determinar qué
otras categorías de información podrían ponerse regularmente a disposición de los
interesados. Me propongo establecer una Junta de Evaluaciones del Desempeño de
las Funciones Directivas para asegurar que los funcionarios superiores rindan
cuentas de sus actos y de los resultados de la labor de las dependencias a su cargo.
Hay varias mejoras internas en marcha para adoptar en nuestros sistemas de gestión
y nuestras políticas de recursos humanos las mejores prácticas de otras organizaciones
públicas y comerciales mundiales. A fin de reforzar la rendición de cuentas
y la labor de supervisión, he propuesto que la Asamblea General disponga
la realización de un examen a fondo de la Oficina de Servicios de Supervisión
Interna, con miras a fortalecer su independencia y su autoridad, así como sus
conocimientos y su capacidad. Espero que la Asamblea adopte con prontitud una
decisión sobre esta propuesta.
D. Coherencia del sistema
193. Aparte de la Secretaría, el sistema de fondos, programas y organismos especializados
de las Naciones Unidas posee un extraordinario acervo de conocimientos
y recursos que abarcan toda la gama de cuestiones de interés mundial. Y lo que es
cierto para las Naciones Unidas propiamente dichas también lo es para las demás
entidades del sistema. Todas ellas deben tener la clara obligación de rendir cuentas
tanto a sus órganos rectores como a las personas a las que prestan servicio.
194. Como hecho positivo, cabe señalar que en los últimos decenios, en respuesta a
una demanda en constante aumento, ha aumentado el número de miembros del sistema
y la escala y el alcance de sus actividades. Un efecto secundario negativo de
esa expansión ha sido la considerable duplicación de mandatos y actividades de los
diferentes órganos del sistema, que ocurre con frecuencia en la actualidad. Otro
efecto han sido las graves dificultades para obtener la financiación necesaria.
195. Para tratar de resolver algunos de esos problemas, he puesto en marcha dos series
de importantes reformas durante mi mandato como Secretario General. En primer
lugar, en mi informe de 1997 titulado “Renovación de las Naciones Unidas: un
programa de reforma” (A/51/950), describí varias medidas que había adoptado, entre
las que cabe mencionar la creación de comités ejecutivos destinados a fortalecer la capacidad
directiva de la Secretaría y facilitar la coordinación de las actividades humanitarias
y de desarrollo. Posteriormente, en 2002, en un segundo informe titulado
“Fortalecimiento de las Naciones Unidas: un programa para profundizar el cambio”
(A/57/387 y Corr.1), expuse nuevas medidas, encaminadas más directamente a mejorar
nuestra labor a nivel de los países, especialmente fortaleciendo el sistema de
coordinadores residentes. También he conferido más atribuciones a mis representantes
especiales y he instituido un sistema de operaciones de paz integradas.
196. Esas iniciativas han producido importantes beneficios, ya que han permitido a
los distintos organismos colaborar más estrechamente entre sí y con otros asociados,
como el Banco Mundial, en el plano nacional. No obstante, el sistema de las Naciones
Unidas en su conjunto todavía no presta servicios de la forma coherente y eficaz
que necesita y merece la ciudadanía mundial.
197. Parte del problema tiene que ver claramente con las limitaciones estructurales
con que tropezamos. A mediano y largo plazo debemos considerar la posibilidad de
reformas mucho más radicales para superarlas. Las reformas podrían entrañar el
agrupamiento de los distintos organismos, fondos y programas en entidades rigurosamente
administradas, que se ocuparían respectivamente del desarrollo, el medio
ambiente y las actividades humanitarias. Esa reagrupación podría suponer la eliminación
o la fusión de los fondos, programas u organismos que tuvieran mandatos y
competencias complementarias o parcialmente coincidentes.
198. Entretanto, hay medidas más inmediatas que podemos y debemos adoptar desde
ahora. En particular, me propongo introducir nuevas mejoras para coordinar la
presencia y el desempeño del sistema de las Naciones Unidas en el plano nacional,
sobre la base de un sencillo principio: en cada etapa de las actividades de las Naciones
Unidas, el alto funcionario de las Naciones Unidas presente en el país de que se
trate —representante especial, coordinador residente o coordinador de asuntos humanitarios—
debe tener la autoridad y los recursos necesarios para administrar una
misión integrada o una “presencia” integrada de las Naciones Unidas en el país, de
modo que las Naciones Unidas puedan funcionar verdaderamente como una única
entidad integrada.
Las Naciones Unidas en el plano nacional
199. En todos los países donde las Naciones Unidas realizan actividades de desarrollo,
sus organismos, fondos y programas deberían organizar su labor técnica para
ayudar al país a formular y aplicar las estrategias nacionales de reducción de la
pobreza basadas en los objetivos de desarrollo del Milenio que se detallan en la
sección II. Aunque la administración del sistema de coordinadores residentes debe
seguir siendo responsabilidad del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo
(PNUD), que es nuestra principal institución en este ámbito, el Grupo de las Naciones
Unidas para el Desarrollo (GNUD) debería ocuparse de la orientación general de
los equipos de las Naciones Unidas en los países, dirigidos por coordinadores residentes
que contaran con los recursos y medios apropiados. El Marco de Asistencia de
las Naciones Unidas para el Desarrollo debería establecer claros objetivos estratégicos
y definir la asistencia específica que cada entidad de las Naciones Unidas ha de
prestar para ayudar a nuestros asociados nacionales a alcanzar los objetivos del
Milenio y satisfacer sus necesidades más generales en materia de desarrollo. Tanto
los gobiernos como la propia Organización pueden utilizar posteriormente esta
“matriz de resultados” para supervisar y evaluar la actuación del sistema de las
Naciones Unidas a nivel nacional y pedir cuentas a sus representantes.
Fortalecimiento del sistema de coordinadores residentes
200. Para impulsar este proceso, seguiré fortaleciendo la función de los coordinadores
residentes, otorgándoles más autoridad para que puedan mejorar su labor de coordinación.
Pero los órganos rectores de los distintos organismos también tienen que impartir
orientación para apoyar este proceso. Pido a los Estados Miembros que coordinen la labor de sus representantes en esos órganos rectores, para asegurarse de que sigan
una política coherente al asignar mandatos y recursos en todo el sistema.
También insto a los Estados Miembros a que aumenten la financiación básica y reduzcan
la proporción de fondos destinados a fines específicos para ayudar a mejorar la
coherencia del sistema. Como he dicho, espero que, tras su revitalización, el Consejo
Económico y Social pueda dar orientación general a esta nueva coherencia.
201. En los últimos años he observado con satisfacción los beneficios que el sistema
de las Naciones Unidas ha obtenido al colaborar estrechamente con científicos
independientes, responsables de la formulación de políticas y dirigentes políticos de
todo el mundo. Así ocurre sobre todo en el ámbito del desarrollo, donde constantemente
es necesario integrar los últimos avances de la ciencia y la tecnología en la
práctica de nuestros programas y organizaciones. En 2005 me propongo crear un
consejo de asesores en cuestiones de desarrollo a fin de consolidar los vínculos entre
la labor de desarrollo de las Naciones Unidas y los principales expertos mundiales
en las esferas pertinentes. Este consejo, que trabajará en estrecha cooperación con el
Asesor Científico del Secretario General ya mencionado, estará integrado por una
veintena de personas: destacados científicos, altos funcionarios y líderes políticos
del mundo. El Consejo nos asesorará tanto a mí como al GNUD sobre la mejor manera
de respaldar la consecución de los objetivos de desarrollo del Milenio, publicará
periódicamente informes y comentarios y servirá de enlace con la comunidad científica,
la sociedad civil y otros órganos que cuenten con los conocimientos especializados
pertinentes. El Consejo Económico y Social también podrá pedirle asesoramiento.
Sistema de respuesta humanitaria
202. Durante los últimos meses se ha puesto claramente de manifiesto la creciente
magnitud y variedad de las exigencias que el mundo plantea al sistema internacional
de respuesta humanitaria, en casos como la tragedia del tsunami del Océano Índico
o las crisis en Darfur y la parte oriental de la República Democrática del Congo.
Gracias al liderazgo y a la coordinación de las Naciones Unidas, el sistema integrado
por la comunidad humanitaria de organismos y organizaciones no gubernamentales
está desempeñando bastante bien su labor, dadas las circunstancias. En cuestión
de días se despliegan expertos trabajadores humanitarios en cualquier sitio del
mundo y se distribuyen entre las víctimas de la guerra y los desastres naturales
grandes cantidades de alimentos y otros suministros de socorro. Se ha reducido la
superposición de la labor de los distintos organismos y ha aumentado la eficacia
de la coordinación entre las entidades no gubernamentales e intergubernamentales
sobre el terreno.
203. El sistema logró ofrecer asistencia de socorro en masa a todas las comunidades
afectadas por el tsunami en el Océano Índico, pese a las circunstancias adversas, en
el transcurso de unas semanas. Pero, al mismo tiempo, la asistencia prestada a los
desplazados de Darfur dista mucho de haber alcanzado el nivel prometido y, lamentablemente,
sigue sin haber fondos suficientes para responder a graves crisis como
la de la República Democrática del Congo, donde más de 3,8 millones de personas
han resultado muertas y 2,3 millones desplazadas desde 1997. La respuesta humanitaria
tiene que ser más previsible en todas las situaciones de emergencia y para
lograrlo es preciso avanzar rápidamente en tres frentes.
204. En primer lugar, el sistema humanitario debe contar con una capacidad de
respuesta más previsible en ciertas esferas, desde el suministro de agua y el saneamiento
hasta el alojamiento y la administración de los campamentos, en las que
actualmente hay demasiadas deficiencias. Cuando ya se ha iniciado una crisis, hay
que actuar con prontitud y flexibilidad. Esto es muy evidente en el caso de las situaciones
de emergencia complejas, donde las necesidades humanitarias guardan
relación con la dinámica del conflicto y las circunstancias pueden cambiar rápidamente.
En general, los equipos de las Naciones Unidas en los países, bajo la dirección
del coordinador de asuntos humanitarios, son los que están en mejores condiciones
de detectar las oportunidades y dificultades existentes. Sin embargo, es claramente
necesario reforzar las estructuras de coordinación sobre el terreno, en especial
preparando y dotando mejor a los equipos de las Naciones Unidas en los
países, fortaleciendo el liderazgo del coordinador de asuntos humanitarios y asegurándose
de que existan recursos suficientes y flexibles para apoyar de inmediato
a estas estructuras sobre el terreno.
205. En segundo lugar, hay que contar con financiación previsible para satisfacer
las necesidades de las comunidades vulnerables. Es preciso que el generoso apoyo
mundial prestado durante la crisis del tsunami sea la regla y no la excepción. Para
ello hay que aprovechar la colaboración de la comunidad humanitaria con los donantes
y lograr una participación más sistemática de nuevos gobiernos donantes y
del sector privado. Para asegurar una respuesta coherente y oportuna a las crisis es
necesario que se proporcionen rápidamente los recursos prometidos y también que
se destinen fondos en forma más previsible y flexible a las operaciones humanitarias,
particularmente en las etapas iniciales de emergencia.
206. En tercer lugar, es necesario que el derecho de acceso de nuestros trabajadores
humanitarios y operaciones sobre el terreno sea previsible y que su seguridad esté
garantizada. Con demasiada frecuencia se impide al personal humanitario prestar
asistencia debido a que las fuerzas del gobierno o los grupos armados obstaculizan
su labor. En otros casos, los terroristas atacan a nuestros trabajadores inermes y paralizan
sus operaciones de ayuda, infringiendo los principios básicos del derecho
internacional.
207. Estoy trabajando con el Coordinador del Socorro de Emergencia a fin de resolver
estos problemas y formular recomendaciones concretas para adoptar medidas
más enérgicas. En estos momentos se está realizando un examen a fondo de la respuesta
humanitaria, cuyas conclusiones se darán a conocer en junio de 2005. Espero
que dichas conclusiones incluyan una serie de propuestas para establecer nuevos
acuerdos de personal y equipo de reserva a fin de garantizar la capacidad
de responder inmediatamente a grandes desastres y otras situaciones de
emergencia, si es preciso en varias zonas a la vez. Estoy decidido a colaborar
con los Estados Miembros y los organismos pertinentes para que estas propuestas,
una vez finalizadas, se apliquen sin dilación.
208. Para poder responder de inmediato a los desastres repentinos o a las acuciantes
necesidades que quedan insatisfechas cuando no se presta suficiente atención a una
situación de emergencia, tenemos que considerar si los instrumentos financieros de
que disponemos son adecuados. Habría que determinar si se debe actualizar el
Fondo Renovable Central para Emergencias o si es necesario establecer un
nuevo mecanismo de financiación. En este último caso, convendría estudiar seriamente
la propuesta hecha por los donantes de crear un fondo de contribuciones
voluntarias por valor de 1.000 millones de dólares.
209. Hay que prestar especial atención al creciente problema de los desplazados.
Al contrario de lo que ocurre con los refugiados, que han atravesado una frontera
internacional, las personas desplazadas dentro de su propio país por la violencia
y la guerra no cuentan con la protección de las normas mínimas establecidas.
210. Sin embargo, este grupo sumamente vulnerable está integrado en la actualidad
por uno 25 millones de personas, más del doble que el número estimado de refugiados.
Insto a los Estados Miembros a que aprueben los Principios rectores aplicables
a los desplazamientos dentro del país (E/CN.4/1998/53/Add.2), preparados
por mi Representante Especial, como norma básica internacional para proteger
a esas personas, y a que se comprometan a promover la aplicación de estos
principios mediante la legislación nacional. A diferencia de los refugiados, de
quienes se ocupa la Oficina del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los
Refugiados, las personas desplazadas ven con frecuencia cómo sus necesidades
quedan insatisfechas por no estar comprendidas exactamente en el mandato de ningún
organismo humanitario. Recientemente se han tomado medidas para asegurar
que los organismos colaboren para prestar asistencia a estos grupos dentro de sus
respectivos ámbitos de competencia. Pero, como hemos comprobado no hace mucho
en Darfur, es necesario redoblar los esfuerzos. Tengo intención de seguir fortaleciendo
la respuesta interinstitucional a fin de atender a las necesidades de
los desplazados internos, bajo la dirección del Coordinador del Socorro de
Emergencia a nivel mundial y mediante el sistema de coordinadores de asuntos
humanitarios a nivel nacional. Espero contar con el apoyo de los Estados
Miembros en esta iniciativa.
211. Por último, tengo la intención de pedir de forma más sistemática a los Estados
Miembros en general y al Consejo de Seguridad en particular que se ocupen del problema
que plantean los inaceptables bloqueos del acceso humanitario con que nos
encontramos demasiado a menudo. Para evitar sufrimientos innecesarios, es esencial
proteger el espacio humanitario y asegurar que las instituciones humanitarias
tengan acceso a las poblaciones vulnerables, sin trabas y en condiciones de
seguridad. También tomaré medidas, mediante el Departamento de Seguridad y Vigilancia
que acaba de crearse en la Secretaría, para reforzar nuestro sistema de gestión
de riesgos, a fin de que los trabajadores humanitarios puedan llevar a cabo sus
operaciones vitales en zonas muy peligrosas sin arriesgar innecesariamente su vida.
Gobernanza del medio ambiente mundial
212. El sector del medio ambiente plantea problemas especiales de coherencia, debido
al número y la complejidad de los acuerdos y organismos internacionales que se
ocupan de él. Actualmente están en vigor más de 400 tratados multilaterales sobre el
medio ambiente de alcance regional y universal, que abarcan una amplia gama de
cuestiones, como la biodiversidad, el cambio climático y la desertificación. El carácter
sectorial de estos instrumentos jurídicos, así como la fragmentación de los mecanismos
utilizados para supervisar su aplicación, dificultan aún más la organización
de respuestas eficaces en todos los casos. Es claramente necesario racionalizar y unificar
nuestros esfuerzos por aplicar estos tratados. Ya en 2002, durante la Cumbre
Mundial sobre el Desarrollo Sostenible celebrada en Johannesburgo, se subrayó
la necesidad de contar con un marco institucional más coherente para la gobernanza
internacional del medio ambiente, con una mejor coordinación y supervisión.
Ha llegado el momento de considerar la posibilidad de crear una estructura más
integrada para establecer normas ambientales, debatir cuestiones científicas y supervisar el cumplimiento de los tratados. Para ello deberían utilizarse las
instituciones existentes, como el Programa de las Naciones Unidas para el
Medio Ambiente, así como los órganos creados en virtud de tratados y los organismos
especializados. Entretanto, las actividades ambientales realizadas a
nivel nacional saldrían beneficiadas si los organismos de las Naciones Unidas
intensificaran sus relaciones sinérgicas, tanto en los aspectos normativos como
operacionales, aprovechando al máximo sus ventajas comparativas a fin de
lograr un enfoque integrado del desarrollo sostenible que conceda la debida
importancia a los dos elementos de este concepto.
E. Organizaciones regionales
213. Existe en la actualidad un número considerable de organizaciones regionales y
subregionales en todo el mundo que hacen importantes contribuciones a la estabilidad
y prosperidad de sus miembros y del sistema internacional en su conjunto. Las
Naciones Unidas y las organizaciones regionales deberían complementarse para hacer
frente a los problemas que ponen en peligro la paz y la seguridad internacionales.
A este respecto, los países donantes deberían prestar especial atención a la
necesidad de establecer un plan decenal para el fomento de la capacidad conjuntamente
con la Unión Africana. Para mejorar la coordinación entre las Naciones
Unidas y las organizaciones regionales, dentro del marco de la Carta, tengo intención
de establecer memorandos de entendimiento entre las Naciones Unidas y
cada una de esas organizaciones a fin de regular el intercambio de información, conocimientos
especializados y recursos, según los casos. En cuanto a las organizaciones
regionales que están en condiciones de realizar actividades de prevención de
conflictos o mantenimiento de la paz, estos memorandos de entendimiento podrían
servir para integrar dichas actividades en el marco del Sistema de Acuerdos de
Fuerzas de Reserva de las Naciones Unidas.
214. También tengo intención de invitar a las organizaciones regionales a participar
en las reuniones de los órganos de coordinación del sistema de las Naciones Unidas
cuando se debatan cuestiones en las que estén particularmente interesadas.
215. Deberían enmendarse las normas relativas a los presupuestos de las operaciones
de mantenimiento de la paz de las Naciones Unidas para que la Organización
pueda optar, en circunstancias muy excepcionales, por utilizar las cuotas
para financiar las operaciones regionales autorizadas por el Consejo de Seguridad
o la participación de las organizaciones regionales en operaciones de paz
multilaterales llevadas a cabo bajo la dirección general de las Naciones Unidas.
F. Actualización de la Carta de las Naciones Unidas
216. Como señalé al comienzo de la sección V, los principios de la Carta de las
Naciones Unidas siguen teniendo plena validez y la propia Carta continúa, en esencia,
ofreciendo un sólido fundamento para toda nuestra labor. Básicamente se trata
del mismo documento que se redactó en la Conferencia de San Francisco hace
60 años. Se ha avanzado mucho efectuando modificaciones en la práctica sin necesidad
de enmendar el documento. De hecho, la Carta sólo ha sido enmendada dos
veces durante la historia de la Organización, cuando se decidió ampliar el número
de miembros del Consejo de Seguridad y del Consejo Económico y Social.
217. Sin embargo, las Naciones Unidas operan hoy en un mundo que es completamente
distinto del que existía en 1945, y la Carta debería reflejar las realidades de
nuestros días. En particular, ha llegado el momento de suprimir las referencias
anacrónicas a los Estados “enemigos” contenidas en los Artículos 53 y 107.
218. El Consejo de Administración Fiduciaria desempeñó una función vital para
mejorar la administración de los territorios en fideicomiso y promover el proceso
de descolonización en su conjunto. No obstante, hace mucho tiempo que concluyó
su labor. Por lo tanto, debería suprimirse el Capítulo XIII de la Carta, titulado
“Consejo de Administración Fiduciaria”.
219. Por razones análogas, debería eliminarse el Artículo 47, relativo al Comité
de Estado Mayor, así como todas las referencias a este Comité contenidas en los
Artículos 26, 45 y 46.
Nota:
21. Resolución 2200 A (XXI) de la Asamblea General. [Volver al texto]
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