Observaciones del Presidente de la Asamblea General de las Naciones Unidas en la ceremonia de entrega de los premios "OBJETIVOS DE DESARROLLO DEL MILENIO"

Naciones Unidas

19 de marzo de 2009

Excelencias,
Distinguidos invitados,
Hermanos y hermanas todos,

Es para mí un gran placer darles a todos la bienvenida a este salón para homenajear a unos amigos muy especiales, que participan intensamente en la lucha por eliminar la pobreza en el mundo. Como recordarán, he dedicado mi Presidencia del sexagésimo tercer período de sesiones de la Asamblea General a los pobres y oprimidos del mundo. Esta noche rendimos homenaje a dos hombres que han consagrado su vida a este objetivo siempre tan lejano.

Durante los pasados meses hemos sido testigos de una catástrofe económica de proporciones todavía desconocidas, una crisis que fue provocada por un frenesí sin precedentes de codicia, alimentado a su vez por un delirante desprecio hacia nuestra Madre Tierra y sus habitantes. Aun cuando las crisis se multiplicaban -calentamiento del planeta, escasez de alimentos, energía y agua- nosotros seguíamos en nuestra desenfrenada carrera. De repente, una quiebra financiera sin precedentes ha puesto en evidencia la bancarrota moral a la que nos ha conducido nuestro culto a la riqueza y el poder.

Aunque esperamos que la recesión actual no se convierta en una depresión mundial, la crisis económica que estamos viviendo sumirá inevitablemente cada mes a decenas de millones de personas en la extrema pobreza. Estamos hablando de una década perdida en un momento en que esperábamos poder salvar poco a poco la enorme brecha existente entre ricos y pobres.

Durante los últimos meses, las Naciones Unidas han estado haciendo el máximo esfuerzo por impedir que las calamidades económicas y medioambientales se transformen en una prolongada tragedia humana. En la Asamblea General, hemos reiterado los llamamientos a los países desarrollados para que cumplan sus compromisos en relación con los Objetivos de Desarrollo del Milenio. En noviembre, los Estados Miembros reunidos en Doha volvieron a presionar para obtener promesas de que la financiación para el desarrollo se mantendrá a unos niveles que permitan seguir avanzando en el cumplimiento de esos Objetivos. Ahora nos encontramos ante un retroceso en la lucha por la erradicación de la pobreza. ¿Cuántos millones de personas tendrán que pagar por ello?

Esta noche seguimos con la mirada puesta en los Objetivos de Desarrollo del Milenio, que en realidad representan una campaña minimalista, dada la situación generalizada de privación que afecta a tantas personas. Seguimos sin conocer la gravedad de los problemas que tienen ante sí, pero vamos comprendiendo cada vez mejor que nos encontramos en un momento de grandes cambios en la historia de la humanidad. Los humanitarios a quienes homenajeamos esta tarde son hombres, ambos seguidores de Jesús de Nazaret, que poseen la visión y credibilidad necesarias para liderar estos cambios.

Mi querido amigo desde hace cuarenta años, el Dr. Kevin Cahill, ha prestado asistencia humanitaria en decenas de países durante cinco décadas. Mediante su actividad académica y sus más de veinte libros, sigue transmitiendo hoy sus profundos conocimientos. Además de ser mi médico de cabecera, y por lo tanto de mantenerme vivo -¡proeza casi milagrosa!- él y su difunta mujer Kate han sido para mí una inspiración por su profunda y firme dedicación a los pueblos marginados y su búsqueda de un paradigma de desarrollo sostenible.

El Reverendo Desmond Tutu es un hombre tan conocido y admirado que todos nosotros, incluso quienes ni siquiera han tenido oportunidad de darle la mano, lo consideramos un preciado amigo. Es uno de los pocos líderes internacionales que pueden articular con una lógica aplastante la necesidad de un renovado compromiso moral y ético en nuestra vida política y económica. Su ejemplo sigue inspirando a millones de personas a buscar en su fuero interno la fortaleza y valentía derivadas de sus convicciones. El mundo es un lugar mejor gracias a la humanidad que él nos ha ayudado a descubrir.

Estos dos extraordinarios defensores de la justicia y la paz están decididos a imbuir nuestras comunidades, tanto a nivel local como internacional, de un renovado sentido de la solidaridad. Saben que todos somos hermanos y hermanas y que la eliminación de la pobreza, como se refleja en los Objetivos de Desarrollo del Milenio, depende de esta sencilla pero profunda verdad.

Los felicito a ambos con gran respeto y admiración y doy la bienvenida a los numerosos testigos distinguidos y sumamente entregados que también darán significado y pertinencia a sus logros.

Gracias.

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