Observaciones finales del Presidente de la Asamblea General de las Naciones Unidas en la Cumbre Mundial de los Pueblos Indígenas sobre el Cambio Climático

Anchorage, Alaska

24 de abril de 2009

Queridos amigos,

Presidenta del Foro Permanente para las Cuestiones Indígenas,
Señora Victoria Tauli-Corpuz,

Representante del Gobierno de Dinamarca, Señora Patricia Cochran,

Hermanos y hermanas todos,

Estamos llegando al fin de esta Cumbre Mundial de los Pueblos Indígenas sobre el Cambio Climático, y deseo agradecerles que me hayan invitado a participar en esta extraordinaria reunión. Me honra estar entre todos ustedes y los felicito por haber aprobado una declaración y un plan de acción vigorosos, que tendrán repercusión en los próximos meses y años.

Con demasiada frecuencia, las reuniones de alto nivel y los informes sobre el cambio climático no hacen sino escasa mención de los pueblos indígenas, refiriéndose sólo a determinadas regiones o considerándolos meras víctimas indefensas de cambios que están más allá de su control. Ustedes han sido fundamentales para cambiar este punto de vista y conseguir que los pueblos indígenas sean considerados ahora actores esenciales en la vigilancia, adaptación e innovación en lo que respecta al cambio climático mundial. Es éste un ámbito en el que los pueblos indígenas deben tener voz en la formulación de políticas y la adopción de medidas, al igual que la tienen en otros procesos pertinentes de las Naciones Unidas, como el Foro Permanente para las Cuestiones Indígenas, el Convenio sobre la Diversidad Biológica, la Organización Mundial de la Propiedad Intelectual y el Consejo de Derechos Humanos, y confío en que también la tengan ahora en la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático.

Su declaración y plan de acción representan un paso importante en la afirmación del derecho de los pueblos indígenas a desempeñar una función importante en el cambio de la mentalidad predominante que nos ha llevado al borde de la autodestrucción. Tanto la declaración como el plan de acción muestran de forma muy clara que los pueblos indígenas deben participar plena y efectivamente en los órganos intergubernamentales que se ocupan de los diversos y complejos problemas que hemos creado para la Madre Tierra. Les aseguro que señalaré esta declaración a la atención de los miembros de la Asamblea General para que todos la examinen.

Hemos alcanzado una coyuntura crítica en este momento de la odisea humana. Como señalan los científicos, nos estamos acercando, o quizá ya hemos llegado, a un punto de inflexión en el que el daño que estamos infligiendo al medio ambiente es irreversible. Nos enfrentamos a un futuro de decadencia inexorable a medida que destruimos los frágiles ecosistemas que sustentan toda la vida en nuestro planeta. Lo que debemos preguntarnos ahora es cómo hacer más lenta esta decadencia o, en el mejor de los casos, cómo invertirla y devolver la salud a nuestro planeta.

Al mismo tiempo, es cierto que nuestra conciencia colectiva está empezando a reconocer el terrible daño que nuestra especie está infligiendo a nuestra querida Madre Tierra. Por fin somos conscientes de la milagrosa complejidad de nuestra diversidad biológica terrestre y marina y de su fragilidad. Los pueblos indígenas siempre han sido un recordatorio del milagro de la Madre Naturaleza, y hoy por fin se los está escuchando como nunca antes.

Sin embargo, los seres humanos seguimos despilfarrando nuestra abundancia natural, en una muestra de absoluta irresponsabilidad social y ecológica y de irreflexión en cuanto a las consecuencias que nuestro comportamiento tendrá para las generaciones futuras. La crisis económica y financiera que se está desatando debe ser considerada no sólo un fracaso de nuestras políticas, sino una señal de alerta de que tenemos que cambiar nuestro estilo de vida y los anti-valores de nuestra sociedad y hacer de la solidaridad, la justicia y el amor los principios rectores de nuestro comportamiento como seres humanos.

He venido a esta Cumbre a asegurarles que las Naciones Unidas se solidarizan con los pueblos indígenas del mundo y con sus esfuerzos por participar en el movimiento mundial para abordar los problemas del cambio climático con la mayor urgencia.

Juntos, estamos haciendo de las personas y el bienestar del planeta el centro de nuestra atención y reconociendo que la buena administración de nuestros recursos cada vez más escasos es una responsabilidad compartida. Después de todo, la Madre Tierra nutre y sostiene la vida y nuestra propia humanidad. Es justo, pues, que como hermanas y hermanos que somos, nosotros a nuestra vez cuidemos de ella.

Sigamos el ejemplo de los pueblos indígenas y convirtámonos una vez más en buenos administradores. Escuchemos los sabios consejos de los pueblos indígenas, que, contra viento y madera, han mantenido sus profundos vínculos con la naturaleza. Apoyemos a los miles de millones de pequeños productores de alimentos que, con métodos agrícolas sostenibles, pueden seguir brindándonos alimentos saludables en lugar de ser empujados a la miseria por políticas comerciales injustas y agroindustrias codiciosas.

Hace tres días, la Asamblea General aprobó una resolución por la que designó de ahora en adelante el 22 de abril como Día Internacional de la Madre Tierra. La Asamblea tuvo el honor de oír explicar la importancia de esta proclamación al Señor Evo Morales Ayma, Presidente del Estado Plurinacional de Bolivia, el único Jefe de Estado que lo hizo. El Presidente Morales, quizás el más reconocido representante de los primeros pueblos de América Latina y el Caribe, se ha convertido en uno de los principales defensores de la Madre Tierra. La suya es la voz de los pueblos indígenas.

Finalmente, quiero que sepan que las Naciones Unidas han decidido celebrar una cumbre de los líderes de los 192 Estados Miembros la primera semana de junio, a fin de hallar formas de luchar contra la actual crisis económica mundial. Creemos que debemos satisfacer las necesidades inmediatas de los grupos vulnerables afectados por la crisis y cambiar las políticas económicas y financieras dominantes. Sólo si escuchamos a todos los afectados podremos idear soluciones justas y que cuenten con el apoyo de todos. Las Naciones Unidas deben garantizar esta inclusión efectiva.

Les agradezco que hayan dado este paso para ocupar por fin el lugar que les corresponde entre los defensores de nuestra Madre Tierra. Su ejemplo nos sirve a todos de inspiración.

Que Dios los bendiga y les dé clarividencia y fuerza física y espiritual para continuar nuestra incesante lucha noviolenta por lograr un mundo mejor en el que reine la fraternidad.

Tengámonos presentes los unos a los otros en nuestros pensamientos y en nuestras oraciones.

Gracias.

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