Discurso pronunciado en la sesión de clausura de la 61ª Conferencia Anual del Departamento de Información Pública para las Organizaciones no Gubernamentales
París, 5 de septiembre de 2008
Tengo el gran placer de enviar un saludo afectuoso a todos los participantes en la Conferencia Anual del Departamento de Información Pública para las Organizaciones no Gubernamentales, celebrada en París con el título "La reafirmación de los derechos humanos para todos: la Declaración Universal a los 60". Durante los tres últimos días, ustedes, en calidad de interesados principales en la Carta de las Naciones Unidas, reafirmaron su adhesión inquebrantable a la Declaración Universal de Derechos Humanos. A lo largo de seis décadas, las Naciones Unidas se han esforzado a conciencia por desarrollar este documento fundamental, reconociendo numerosos derechos que de él se derivan.
Nos encontramos ahora en una etapa en que estos derechos deben ponerse en práctica, plenamente y sin concesiones. El papel de la sociedad civil en la promoción y defensa de nuestros derechos es un elemento central de este proceso. Debemos asumir activamente la responsabilidad que tenemos de tratarnos, y protegernos, unos a otros como los hermanos y hermanas que somos. Es nuestra obligación ofrecer liderazgo, desafiar el statu quo y abrir nuevas fronteras que garanticen la relevancia de las Naciones Unidas en los años venideros.
Como Presidente del próximo sexagésimo tercer período de sesiones de la Asamblea General, les aseguro que presionaré a los Estados Miembros para que cumplan sus compromisos en relación con el derecho internacional, así como el espíritu de la Carta de las Naciones Unidas y la Declaración Universal de Derechos Humanos. El disfrute universal de nuestros derechos sigue siendo un objetivo lejano cuando la mitad de la población mundial vive sumida en la pobreza; y me pregunto cómo podemos mantener nuestra seguridad y bienestar cuando la violencia, casi siempre en forma de terror infligido por nuestros propios Estados Miembros, irrumpe en nuestras vidas sin razón y sin previo aviso. Debemos unirnos para hallar formas de poner fin a esta impunidad a todos los niveles.
Hay que seguir ampliando nuestros derechos y reivindicando la dignidad y la justicia. El derecho al agua, por ejemplo, que ha quedado desvirtuado por la tendencia insidiosa a privatizar esta preciada fuente de vida, debe figurar en nuestra Carta de Derechos Fundamentales. Tengo la intención de hacer de éste, y de otros temas de importancia vital, los temas prioritarios del próximo período de sesiones.
Queridos hermanos y hermanas, sé que puedo contar con ustedes, que son tan conscientes de las amenazas que se ciernen sobre nuestros pueblos y nuestro planeta, para que presionen a nuestros conciudadanos y a nuestros gobiernos para que miren más allá de sus intereses inmediatos y, con frecuencia, mezquinos. Esto sólo puede lograrse si efectuamos un profundo cambio de mentalidad y reorganizamos nuestras instituciones, lo que incluirá la democratización de las propias Naciones Unidas para que respondan a la voluntad de “Nosotros los pueblos”.
Aplaudo la celebración de esta reunión en París y los esfuerzos que se han emprendido para llegar a nuevos grupos interesados de la sociedad civil en los países en desarrollo, en particular en África. Espero que, en septiembre del próximo año, pueda unirme a ustedes en persona en la Conferencia Anual del Departamento de Información Pública para las Organizaciones no Gubernamentales, que se ocupará de los temas fundamentales vinculados al desarme. Les agradezco su solidaridad y aguardo con interés su activa participación en el sexagésimo tercer período de sesiones de la Asamblea General.