Discurso pronunciado ante la Asamblea General por el Presidente de la Asamblea General de las Naciones Unidas, sobre los preparativos para la Conferencia de las Naciones Unidas sobre la crisis financiera y económica mundial y sus efectos en el desarrollo

Nueva York

8 de mayo de 2009

Excelencias,
amigos todos,

Me complace sumamente informar a todos ustedes de los preparativos para la Conferencia de las Naciones Unidas sobre la crisis financiera y económica mundial y sus efectos en el desarrollo, que se celebrará los tres primeros días de junio, y presentarles el primer proyecto de documento final. Ya estamos casi en vísperas de la Conferencia; para ser precisos, faltan 24 días. Nos hemos estado preparando para este acontecimiento histórico con una intensa actividad.

Quisiera explicarles brevemente los logros alcanzados hasta ahora y pedir su apoyo y su participación en las pocas semanas que nos quedan. Unámonos para negociar un documento final de la Cumbre que sea efectivo. Y tomemos la iniciativa de instar a nuestros Jefes de Estado y de Gobierno a implicarse personalmente y convertir esta oportunidad en el verdadero momento de transformación que puede resultar ser para la historia de las Naciones Unidas. La participación de todos los Estados Miembros al más alto nivel es imprescindible para que este trascendental encuentro logre su pleno potencial. Creo sinceramente que estamos ante una oportunidad que el mundo no puede permitirse no aprovechar.

Esta conferencia de las Naciones Unidas, una cumbre de líderes mundiales, es extremadamente poco común por diversos motivos. Es tan oportuna como histórica.

A diferencia de otras conferencias de las Naciones Unidas, estamos organizando esta reunión en un tiempo récord, lo que refleja la necesidad de dar una respuesta rápida a la crisis financiera y económica que sigue avanzando a nuestro alrededor.

Entiendo que esto ha puesto gran presión sobre los Estados Miembros, nuestros colegas de las Naciones Unidas y muchos otros asociados que están haciendo horas extras para garantizar el éxito de la conferencia. Pero estos no son tiempos normales, y el mundo espera que nosotros actuemos con rapidez y determinación.

Ustedes recordarán que en septiembre del año pasado, en el inicio de este período de sesiones, los Estados Miembros hicieron particular hincapié en la confluencia de crisis que ahora afronta el mundo: la gran amenaza compuesta por el cambio climático y las crisis energética, alimentaria y del agua, así como por la recesión económica.

Entre tanto, la agitación económica oscurecía el horizonte mundial. Para cuando se celebró la conferencia de Doha, la crisis económica había cobrado dimensiones tan alarmantes que los Estados Miembros decidieron organizar una conferencia al más alto nivel para enfrentarla.

Con esta decisión histórica, nos comprometimos a iniciar una conversación mundial sobre la crisis, a mitigar sus efectos en los países en desarrollo y a ocuparnos de la reforma de la arquitectura económica y financiera internacional.

Desde entonces, nos hemos esforzado por asegurar que esta conferencia sea suficientemente amplia para permitirnos entender plenamente las múltiples dimensiones de la crisis e iniciar un debate serio sobre la reforma de la arquitectura financiera y económica internacional.

En la búsqueda de soluciones, muchos de los miembros de la Asamblea General acogieron con agrado mi decisión de establecer una Comisión de Expertos sobre las reformas del sistema monetario y financiero internacional. El grupo compuesto por veinte expertos economistas y presidentes de bancos centrales de todas las regiones se ha reunido cinco veces desde entonces, bajo la presidencia del Profesor Joseph Stiglitz, ganador del Premio Nobel, para recomendar formas muy concretas de satisfacer las necesidades inmediatas y de largo plazo de un sistema que está fallando. Cuando se presentaron a la Asamblea General las recomendaciones, en el marco de un diálogo temático interactivo de tres días de duración celebrado a fines de marzo, muchos Estados Miembros confirmaron el valor de la labor de la Comisión y declararon que encontraban en ella un útil y amplio examen de las muchas cuestiones de que habrían de ocuparse en junio y después.

Las recomendaciones de la Comisión son importantísimas, pero, por supuesto, no son las únicas aportaciones que hemos recibido. En las últimas semanas, hemos escuchado elocuentes testimonios y recibido numerosos informes de los Estados Miembros, el Presidente del Consejo Económico y Social, otros organismos y programas de las Naciones Unidas, organismos especializados, organizaciones de la sociedad civil y el sector privado.

Ha sido muy difícil organizar y sintetizar estas muchas aportaciones. Capturar el espíritu del momento es un desafío aún mayor, pero no podemos evadirlo. El documento final que los líderes adoptarán el 3 de junio debe reflejar las aspiraciones de los Estados Miembros, no sólo su programa de trabajo. En particular, debe tener sentido para los cientos de millones de personas de todo el mundo que no tienen otro foro en que expresar sus perspectivas únicas y, con frecuencia, divergentes. Debe reflejar el llamamiento de muchas naciones a que se adopten nuevos paradigmas para construir una vida económica sostenible, que incorpore los valores y los imperativos éticos que deberían guiar nuestro desarrollo. Debe reflejar el llamamiento a una mayor justicia e inclusión en nuestra vida económica mundial, y el apasionado llamamiento a promover el bien común por encima del impulso obsesivo de consumir más y más, y de dominar a otros a toda costa.

El miércoles por la mañana recibí la primera versión completa de un proyecto de documento final presentado por los facilitadores, el Embajador Frank Majoor, de los Países Bajos, y el Embajador Camillo Gonsalves, de San Vicente y las Granadinas. Quisiera expresar a ambos mi más profundo agradecimiento por la labor que han realizado hasta ahora. Es inmediatamente evidente que, a pesar de no haber tenido acceso a todas las aportaciones, en particular las realizadas por los Jefes de Estado y de Gobierno, han trabajado con extraordinaria diligencia para preparar un documento que refleje de forma objetiva y exacta la amplia variedad de opiniones de los Estados Miembros. La suya es, por lo tanto, una de las aportaciones más importantes al proyecto de documento que les presento hoy.

Creo que esta conferencia no debe considerarse un acontecimiento en sí, sino un punto de inflexión dentro de un movimiento continuo, iniciado hace tiempo, para fortalecer la función de las Naciones Unidas en la esfera de la gobernanza mundial. Por ahora, en nuestros planes para junio, hemos acordado eliminar las restricciones impuestas en iniciativas económicas anteriores para limitar el alcance de nuestras deliberaciones. Este es un logro importante por sí mismo, pero quedará prácticamente anulado si no somos capaces de organizar un mecanismo eficaz para llevar adelante este programa.

El trabajo de la conferencia no terminará el 3 de junio porque los compromisos a los que lleguemos, aquí y en otros lugares, no habrán concluido para esa fecha. Por eso es fundamental que definamos un mecanismo de seguimiento que permita a todos los Estados Miembros participar en la labor posterior.

Mi segunda consideración tiene que ver con el nivel de participación en la conferencia. Estoy seguro que de todos los Estados Miembros consideran que las Naciones Unidas son, y deben ser, el foro en que los países en desarrollo puedan expresarse libremente. Pero con demasiada frecuencia, las propias Naciones Unidas hablan con la voz del mínimo común denominador. Lamentablemente, esa voz no dice demasiado a los países en desarrollo que tienen urgentes necesidades que atender. Si sólo podemos basarnos en lo que ya ha sido acordado, difícilmente podrá esta conferencia, ni ningún proceso que acepte este tipo de restricciones, resultar interesante para quienes claman por un cambio o facilitar progresos verdaderos.

En las últimas semanas he realizado numerosos viajes para reunirme con Jefes de Estado y de Gobierno y otros altos funcionarios. Puedo decirles con total franqueza que he hecho lo posible por que este proyecto de documento final refleje las preocupaciones y expectativas que se me han transmitido en todas estas reuniones. Ahora soy plenamente consciente de que la primera versión del documento presentado a los Estados Miembros será la que verá la mayoría de los líderes mundiales. Por eso creo que puedo asegurarles que el proyecto de documento final que les presento hoy será la base sobre la que los Jefes de Estado y de Gobierno decidirán si tomar en serio la conferencia de junio o si considerarla una farsa internacional más.

Para muchos países, que hasta ahora han quedado excluidos de los numerosos foros y procesos en que las potencias de mayor peso formulan y negocian sus respuestas a la crisis mundial, la utilización del lenguaje de siempre sólo puede confirmar su exclusión. Si los dirigentes de estos países no ven reflejadas sus preocupaciones y puntos de vista en el primer borrador, sabiendo que éste será objeto de muchas más concesiones más adelante, tendrán poco interés en participar en nuestra reunión.

No es ésta, a mi juicio, la manera de iniciar una conversación a nivel mundial. Por esta razón, he introducido modificaciones en el proyecto de documento a fin de dejar claro que esta conferencia se dedicará verdaderamente a comprender y responder a los puntos de vista de las numerosas "naciones excluidas". La única forma de hacer esto es empleando un lenguaje que refleje realmente sus preocupaciones y aspiraciones. Por el hecho de ser yo mismo de una de esas naciones, y de haber dedicado toda mi vida adulta a combatir la exclusión de naciones y pueblos de una participación en la vida de la comunidad mundial que les corresponde por derecho, he sentido que tengo la responsabilidad de hacer todo lo posible por que sean escuchados esos puntos de vista que, por supuesto, son también los míos.

Confío en que los Estados Miembros comprenderán que, al ejercer tanto mi juicio propio como las funciones que se me han encomendado, no subestimo en absoluto la valiosa labor realizada por los facilitadores. He tomado casi toda la estructura que ellos han propuesto y también he incorporado casi todos sus puntos sustantivos. Les estoy personalmente agradecido por los intensos esfuerzos que han realizado.

Si me equivoqué al juzgar lo que es necesario para hacer que esta conferencia se desarrolle con éxito, aceptaré mi responsabilidad. Pero el tiempo y la buena voluntad determinarán el éxito último de nuestros esfuerzos conjuntos. Rezo para que, por el bien de todos los pueblos del mundo, continuemos trabajando con tesón durante las pocas semanas que nos quedan para encontrar el camino a seguir.

Gracias.

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