Discurso del S.E. Sr. Miguel d'Escoto Brockmann, Presidente de la Asamblea General, en la Conferencia Internacional de Seguimiento sobre la Financiación para el Desarrollo encargada de examinar la aplicación del Consenso de Monterrey
Doha, Qatar 29 de noviembre de 2008
Honorables Jefes de Estado y de Gobierno,
Excelencias,
Señor Secretario-General,
Señores representantes de la sociedad civil,
Queridos amigos,
Como Presidente de la Asamblea General, es para mí un placer y un honor darles la bienvenida a esta Conferencia internacional de seguimiento sobre la financiación para el desarrollo, que ha sido facilitada con el generoso y hábil apoyo de Su Alteza el Jeque Hamad bin Khalifa Al-Thani, Emir de Qatar. Deseo expresar mi más profundo agradecimiento a Su Alteza por haber tenido la generosidad y hospitalidad de auspiciar esta gran Conferencia. Admiro la forma en que Qatar ha decidido desempeñar un papel de líder cada vez más importante dentro de la comunidad internacional, tratando de convencer a los ricos de este mundo de que han de prestar más atención a las necesidades cada vez más urgentes de los pobres.
El esplendor de la hermosa ciudad de Doha no debe en ningún momento hacernos olvidar por qué estamos hoy aquí. Nos hemos reunido para reflexionar sobre la vida de la mitad de la población mundial, que no conoce el esplendor, sino sólo la miseria, el hambre y unos niveles de pobreza que son contrarios a su dignidad y sus derechos humanos intrínsecos.
Pero también estamos aquí para adoptar medidas, medidas que sean proporcionales a la magnitud de las múltiples crisis convergentes que enfrentamos hoy.
Para que nuestra reunión tenga sentido, debemos adoptar el punto de vista de las víctimas de nuestro deficiente sistema económico y financiero. Tenemos el deber moral de hacer algo más que simplemente reordenar nuestro fallido sistema: debemos transformarlo. Más que nuevas reglas, lo que el mundo necesita son nuevas alternativas.
Cada día, decenas de miles de nuestros hermanos y hermanas mueren de hambre. Pueblos enteros están siendo testigos de la desaparición de sus culturas y formas de vida. A medida que nuestro medio ambiente se deteriora debido al consumismo excesivo y la explotación que infligen los países ricos, millones de personas se ven obligadas a abandonar sus hogares, sin saber si serán admitidas en otras tierras. Esta inseguridad sistémica es, a mi juicio, la forma más omnipresente del terrorismo en el mundo de hoy. Tenemos que pasar del desarrollo centrado en las ganancias al desarrollo centrado en las personas, antes de que sea demasiado tarde.
Nos hemos reunido aquí en un momento en que sigue formándose una gran tormenta a nuestro alrededor, un cúmulo de crisis que ensombrecen nuestra labor y hacen aún más urgente nuestra tarea principal. A pesar de las noticias que nos llegan acerca de los estallidos esporádicos de violencia que se suceden en todo el mundo, nos encontramos quizás en la fase de calma antes de la tormenta, una tormenta cuyo poder de devastación podría anegarnos. Debemos aprovechar nuestra reunión de Doha para prepararnos lo más tranquila, pero también lo más rápidamente posible, a fin de evitar las catástrofes humanas que ahora nos amenazan a todos.
En 2002, con sus economías tambaleándose bajo la carga de las políticas económicas neoliberales, los países en desarrollo presionaron para que se celebrara una Conferencia Internacional sobre la Financiación para el Desarrollo, la cual tuvo lugar en Monterrey (México) ese mismo año. Nuestra reunión de hoy es una conferencia de seguimiento para evaluar el cumplimiento de los compromisos adquiridos en Monterrey en cuanto a la financiación para el desarrollo de los países más pobres del mundo.
La reunión de Monterrey fue la primera ocasión en que el Grupo de los 77 organizaba una gran conferencia de las Naciones Unidas. Fue también la primera vez que se trataron cuestiones sistémicas relacionadas con el sistema económico y financiero en el marco de las Naciones Unidas, y no sólo de las instituciones de Bretton Woods como siempre había ocurrido.
Incluso ahora, seis años después de Monterrey y en una situación de crisis, el Grupo de los Ocho ha incluido con reticencia en sus conversaciones al Grupo de los 20, pero algunos países siguen deseando mantener el examen de las cuestiones sistémicas fuera del contexto de las Naciones Unidas y de su agrupación más inclusiva: el Grupo de los 192. Aquellos que en público defienden enérgicamente la democracia en el mundo rechazan la idea de una gobernanza democrática de nuestras instituciones internacionales, entre ellas las Naciones Unidas.
Con arreglo al Consenso de Monterrey, el libre comercio debía ser el principal motor para erradicar la pobreza. Sin embargo, los subsidios agrícolas y políticas proteccionistas aplicados a gran escala por la Unión Europea, el Japón y los Estados Unidos han hecho que éste sea un logro imposible de alcanzar. La inversión extranjera directa tampoco ha conseguido reducir de forma apreciable la pobreza.
El compromiso adquirido hace tiempo por los países ricos de destinar el 0,7% de su producto interno bruto a la asistencia para el desarrollo del mundo en desarrollo también sigue sin cumplirse; y el pago del servicio de la deuda sigue siendo para muchos países en desarrollo una penosa carga que frena su capacidad de prestar servicios sociales adecuados o de alcanzar los Objetivos de Desarrollo del Milenio.
No hay duda de que la comunidad internacional se ha resistido a cumplir los compromisos que asumió en Monterrey. Nuestro propósito aquí en Doha es acelerar el cumplimiento de esas promesas y concienciar acerca del carácter urgente del proceso de desarrollo ante los nuevos problemas globales que enfrentamos. Por ello, el Documento Final de esta Conferencia debe redactarse en los términos más rotundos y claros posibles.
Como saben, las delegaciones de los Estados Miembros en Nueva York han trabajado mucho durante los dos últimos años para hacer posible esta Conferencia, y deberíamos estar orgullosos de su labor, en particular de las numerosas iniciativas presentadas por países en desarrollo.
Por consiguiente, tengo el gran honor de presentar y someter a su consideración el proyecto de documento final de la Conferencia, publicado con la signatura A/CONF.212/3. En nombre de todos nosotros, deseo rendir un homenaje especial a los dos hábiles facilitadores que fueron nombrados para esta tarea, el Excelentísimo Señor Embajador Maged Abdelaziz, de Egipto, y el Excelentísimo Señor Embajador Johan Lovald, de Noruega. Ambos han dedicado su tiempo generosamente durante todo el proceso, y les estoy personalmente agradecido por ello. Ahora, les toca a ustedes concluir este documento y alcanzar pronto un consenso equilibrado que refleje adecuadamente las necesidades y aspiraciones de todos nuestros países durante estos momentos tan difíciles.
Amigos,
Permítanme unos minutos para hablar sobre algunas de las cuestiones de las que nos ocuparemos en esta Conferencia. Se ha reconocido ampliamente que estas crisis hacen necesario adoptar medidas concertadas en el plano mundial y nos ofrecen una gran oportunidad de mejorar nuestra forma de actuar y de interactuar unos con otros y con el medio ambiente.
No podemos volver a un statu quo. Al contrario, debemos realizar cambios profundos en la gobernanza del sistema financiero mundial y en los valores en que éste se basa. Es necesario aprovechar el foro singular que proporcionan las Naciones Unidas para trabajar en pro de un acuerdo sobre el establecimiento un sistema tal, incluidas estructuras e instituciones financieras, monetarias y comerciales internacionales viables. La cumbre del Grupo de los 20 sobre la crisis financiera internacional celebrada recientemente en Washington, D.C. fue un primer paso importante, pero sólo eso: un primer paso hacia el logro de una mayor inclusión en la toma de decisiones económicas en el plano internacional.
Como Presidente de la Asamblea General, estoy profundamente comprometido con el objetivo de la democratización y la reforma de las Naciones Unidas y su sistema de organismos, que, por supuesto, incluye las instituciones financieras y comerciales internacionales que forman parte de la arquitectura económica internacional. He nombrado una comisión de expertos para que me asesore sobre estas y otras cuestiones conexas, y espero que los resultados de esta Conferencia nos brinden nuevas bases para nuestra labor conjunta.
Se han planteado nuevas propuestas e ideas sobre fuentes innovadoras de financiación para el desarrollo, entre otras cosas en relación con el cambio climático y la seguridad alimentaria, y es necesario seguir analizándolas. Esto también nos brindará la oportunidad de examinar seriamente la posibilidad de respaldar la propuesta de crear una comisión especial para encontrar soluciones innovadoras al problema de la deuda.
Al mismo tiempo, es necesario prestar apoyo a los países en desarrollo para reforzar la movilización de recursos nacionales. Estos países deben mejorar su gobernanza en el plano nacional, establecer normas para regular la economía e institucionalizar un estado de derecho equitativo y democrático. Estas medidas contribuirán a atraer corrientes de inversión extranjera directa de carácter saludable y no especulativo, corrientes que, cuando acatan la legislación nacional, respetan las prioridades del país y están imbuidas de responsabilidad social, constituyen un complemento importante a las inversiones públicas y la asistencia financiera oficial.
En el ámbito del comercio, debemos decidirnos a reiniciar las negociaciones sobre la Ronda de Doha para el Desarrollo y obligar a todos los Estados a cumplir su compromiso de hacer que los acuerdos comerciales internacionales tengan especialmente en cuenta las necesidades de los países más pobres.
Hermanos y hermanas, amigos todos:
Las medidas e ideas que he mencionado no deben ser consideradas expresiones de caridad, sino un deber moral de justicia social. Creo que de esto se trató el Consenso de Monterrey y que debemos mantener este espíritu en Doha y tomarlo como base.
Es difícil exagerar la importancia de esta reunión. Algunos agentes importantes en el ámbito internacional no asisten a ella porque sinceramente desean que el mundo continúe en el mismo camino que nos ha traído a donde nos encontramos hoy. Otros no vinieron porque realmente han perdido la fe en nuestra capacidad de generar un cambio significativo. Pero la amplia mayoría de los países del mundo están representados aquí y desean que, en los próximos meses, se desarrolle un proceso amplio e inclusivo.
Juntos, debemos ponernos a la altura de las circunstancias y enviar un claro mensaje de esperanza a nuestros hermanos y hermanas desposeídos, que tienen hambre no sólo de alimentos, sino también de recibir la buena nueva de que, finalmente, sus voces son escuchadas. Como personas de profundas convicciones éticas, actuemos como nos dicta nuestra conciencia. Pero, como personas de fe, pidamos también al Dios del amor, la misericordia y la compasión que fortalezca nuestra voluntad política colectiva para que decidamos hacer lo correcto y lo justo, y, así, hagamos del mundo un lugar mejor y más seguro para todas las generaciones presentes y futuras.
Gracias.
Todo este proceso podría invertirse si se destinaran a ello los billones que actualmente se gastan en guerras de terror. Para esto, sin embargo, es obviamente necesario un cambio de lógica. El mundo necesita con urgencia que pasemos de la lógica de "yo y lo mío", que es la de la muerte y el terror, a la lógica de "nosotros y lo nuestro", que es la de la solidaridad, la vida y la paz.