Mensaje del Presidente de la Asamblea General con motivo de la 62ª Conferencia anual del Departamento de Información Pública para las organizaciones no gubernamentales sobre la paz y el desarrollo

México, D.F.,

9 de septiembre de 2009

En los últimos días de mi mandato como Presidente de la Asamblea General, lamento no poder estar con ustedes en persona en la 62ª Conferencia Anual del Departamento de Información Pública para las Organizaciones no Gubernamentales, que se celebra en México, D. F. Hay pocas cuestiones que me importen tanto como el desarme nuclear completo, y reconozco que este es un momento propicio para expresar mi apoyo de los esfuerzos que ustedes realizan desde hace tiempo por lograr el objetivo de crear un mundo libre de armas nucleares.

El «gran pacto» que se tradujo en un Tratado de carácter mundial sobre la no proliferación de las armas nucleares, conocido como el TNP, que entró en vigor en 1970, ha servido de marco institucional central para la cooperación mundial en materia de control de armamentos y de desarme durante casi cuatro décadas.

Sin embargo, durante los últimos diez años, ese marco había estado prácticamente moribundo. Ahora bien, el decidido activismo de las organizaciones de la sociedad civil, y en especial de muchos de quienes están hoy aquí reunidos en México, contribuyeron a preservar y, posteriormente, revitalizar la exigencia pública de lograr la abolición completa y definitiva de las armas nucleares.

Este movimiento es tan poderoso y amplio que tanto el candidato demócrata como el candidato republicano en las elecciones presidenciales estadounidenses de 2008 declararon que tenían intención de adoptar la eliminación de las armas nucleares como política explícita del Gobierno de los Estados Unidos. El 5 de abril de este año, el Presidente Barak Obama reafirmó ese compromiso en un discurso pronunciado en Praga al «proclamar claramente y con convicción el compromiso de los Estados Unidos de lograr un mundo en paz y seguridad, libre de armas nucleares».

El aumento de la demanda pública, y ahora del apoyo de la élite política, respecto del «cero mundial» no es el final de la historia, sino tal vez solo el principio. Los Estados Unidos, la Federación de Rusia y otras potencias nucleares ya han respondido con medidas concretas a las nuevas oportunidades. La puerta se ha abierto, y todos tenemos la obligación ineludible de estudiar las posibilidades y aprovechar las opciones que esa apertura representa para el logro del desarme nuclear.

Ahora bien, ¿cómo hemos de proceder?

A mi juicio, cualquier nuevo enfoque para el logro del «cero mundial» que tome como marco el TNP ha de corregir una serie de profundas deficiencias de credibilidad y legitimidad que afectan al proceso del Tratado o, de lo contrario, correrá el riesgo de ser considerado, en mi opinión acertadamente, un producto viejo en un envase nuevo.

Quisiera proponer cuatro importantes líneas de acción que pueden contribuir a demostrar de forma convincente que el mundo se ha comprometido de verdad a lograr la eliminación completa y definitiva de las armas nucleares:

En primer lugar, es esencial establecer una fecha cercana como plazo para alcanzar el desarme, junto con un calendario claro y realista, y trabajar intensamente para lograr ese objetivo, así como dar también la imagen de que se está trabajando intensamente. Estoy por completo de acuerdo con que se fije como plazo el año 2020, como propusieron los Alcaldes por la Paz en Hiroshima y Nagasaki, dos ciudades que sufrieron obscenos y atroces ataques nucleares.

En el año 2020 se conmemorará el 75º aniversario de la terrible destrucción de Hiroshima y Nagasaki y el 50º aniversario de la firma del TNP. Once años no es demasiado poco tiempo para demostrar un verdadero compromiso y unos progresos reales, aunque al final tal vez resulte ligeramente fuera de nuestro alcance el pleno logro de nuestro objetivo último. Podemos establecer objetivos provisionales sujetos a plazos, de cuyo cumplimiento deben rendir cuentas a la comunidad internacional todas las potencias nucleares, y no solo algunas.

En segundo lugar, es esencial que empecemos a ocuparnos de los grandes problemas nuevos que exigirán nuestra atención una vez que nos tomemos en serio el objetivo de alcanzar la eliminación completa de las armas nucleares, no por un tiempo breve, sino para siempre. Esto exige que los expertos y los negociadores aborden por primera vez las cuestiones técnicas y políticas relativas al desarme por debajo de los niveles mínimos, hasta alcanzar el nivel cero, y hagan un análisis serio de las medidas que será necesario adoptar a fin de establecer un régimen internacional eficaz para apoyar la abolición mundial.

Esta labor debe iniciarse de inmediato, en un foro que garantice la transparencia y la inclusión de todas las partes interesadas, es decir, como mínimo, de los 192 Estados Miembros de las Naciones Unidas y los observadores ante la Organización. A fin de sentar una base objetiva para las decisiones normativas que habrá que adoptar, se ha de constituir una comisión de expertos integrada por científicos, economistas y otros especialistas en el manejo y rastreo de materiales nucleares. Entre otras cosas, esta comisión podría aprovechar los conocimientos actualmente disponibles para estudiar cómo llevar a cabo en la práctica el pleno control internacional del ciclo del combustible nuclear, qué poderes de intervención deberían permitirse, qué grado de fiabilidad se podría alcanzar en distintas situaciones hipotéticas y cuál sería su costo. Sorprendentemente, parece que estas cuestiones nunca han sido examinadas en serio por un órgano internacional.

En tercer lugar, todos los Estados poseedores de armas nucleares, incluidos los no signatarios del TNP, deben empezar a ganar credibilidad y reforzar la legitimidad del régimen internacional de no proliferación sometiendo sus propios programas de armas y enriquecimiento a regímenes internacionales de vigilancia e inspección. Este paso es imprescindible para aplacar las rivalidades nucleares a corto plazo y persuadir a países como el Irán de que estamos dispuestos a aceptar un programa de energía nuclear pacífico, pero no un programa de armas.

Por último, para lograr la legitimidad y una mayor eficacia, todo el proceso debe desarrollarse plenamente en el marco del sistema de las Naciones Unidas, como verdaderamente corresponde. Es posible, y aun sumamente deseable, contar con esfuerzos privados, investigaciones científicas independientes, iniciativas bilaterales y otras iniciativas ajenas a las Naciones Unidas, pero debe quedar claro que las conclusiones de todas esas partes han de ponerse a disposición de todos los Estados por conducto de los organismos de las Naciones Unidas, y es preciso fortalecer dichos organismos para que puedan interactuar de igual a igual con cualquier organismo gubernamental.

Es para mí un placer sumarme a su extraordinaria campaña, que aporta una gran dosis de responsabilidad moral, esperanza, compromiso, sentido común y razón, así como el poder de centenares de miles de colaboradores de todo el planeta. Tomémosnos en serio esta causa y, por el bien de la humanidad, por nuestra querida Madre Tierra, por la paz y el desarrollo, ¡desarmémonos ya!

Gracias.

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