Discurso Inaugural al asumir la Presidencia del 63° Período de Sesiones de la Asamblea General de la Organización de las Naciones Unidas
Nueva York, 16 de septiembre de 2008
Queridos amigos, representantes de alto nivel de los 192 Estados Miembros de nuestra Organización de las Naciones Unidas, Señor Secretario General,
Comparezco hoy ante ustedes plenamente consciente de lo complejo de la responsabilidad que asumí al aceptar la presidencia de esta sexagésima tercera Asamblea General que ustedes tan generosamente me han confiado. Pese a la relativa insignificancia a la que ha sido empujada la Asamblea General en años recientes, yo creo firmemente que la tarea de presidir esta Asamblea es una tarea importante.
Cobra aún más importancia cuando desde aquí se lucha por transformar la lógica excluyente del egoísmo dominante, la cuál ha, a veces, impedido la capacidad de este foro de cumplir con su mandato consignado en la Carta de las Naciones Unidas.
Sin medidas para mitigarla, esta lógica sólo puede conducirnos a la muerte y extinción de nuestra propia especie. Esa lógica egoísta debe ser sustituida por la lógica del amor, de la inclusión, del "nosotros" y lo "nuestro", de la solidaridad. La lucha por que se acoja a plenitud la lógica de la solidaridad en nuestra Organización y en sus Estados Miembros será la tarea principal de esta presidencia.
Nuestro mundo está en un estado lamentable, inexcusable y, por eso mismo, vergonzoso. Lo que Tolstoy denunciaba como "egoísmo demencial" es la causa de que, mientras se gastan trillones de dólares en guerras de agresión, más de la mitad de la Humanidad languidece en el hambre y la miseria. Nuestras prioridades, queridas hermanas y hermanos, difícilmente podrían estar más confundidas.
Todos, sin exclusión, somos corresponsables del estado en que se encuentra nuestro mundo. Aunque unos, seguramente, son más responsables que otros, de nada serviría detenernos a discutir sobre nuestros diferentes grados de corresponsabilidad. Lo único que importa en este momento es que miremos hacia adelante aprendiendo de los errores del pasado y, todos juntos, nos aboquemos a la construcción de un nuevo y mejor mundo sin vacilaciones, concientes de que Otro Mundo Es Posible.
La presente coyuntura en nuestro mundo es aún más seria que la de hace 63 años cuando se creó las Naciones Unidas. No obstante, no estamos fatalmente condenados a seguir hundiéndonos hasta perecer en el pantano del egoísmo demencial y suicida en que nos encontramos.
Para lograr escapar de ese pantano bastaría con que reconociéramos que todos somos hermanas y hermanos y que reconociéramos, también, que esto nos exige cambiar nuestra manera de pensar, de actuar y de interrelacionarnos. Esta es la verdad más importante en el momento que atraviesa la odisea de la existencia humana. De nuestra aceptación de esa verdad y de las consecuencias que de ella se desprenden, dependerá que haya un futuro digno para las generaciones venideras.
El amor nos impele a echar manos a la obra en la construcción de un mundo más justo y noviolento, con la solidaridad como su mayor calificativo. Debemos hacerlo sin mirar hacia atrás, en reconciliación con quienes pueden habernos causado dolor y sufrimiento. Si no somos capaces de perdonar, no nos haremos merecedores de la vida. Habremos optado por el odio y el rencor que sólo conducen a la destrucción y la muerte.
Además de la capacidad de perdonar, debemos todas y todos retomar la mentalidad de mayordomo sobre el planeta Tierra. Poco a poco, el ser humano, y en especial nosotros los que somos de Occidente, nos hemos rebelado contra nuestra vocación de mayordomía, es decir, contra nuestra razón de ser. Los humanos nos hemos ido transformando, cada vez más, en arrogantes propietarios, creyéndonos poseedores de un derecho absoluto sobre aquello que se nos ha confiado para que lo cuidemos y administremos por el bien de todas y todos.
Esta es la demencia suicida en la que nos encontramos. Los llamados a la sensatez, independientemente de la forma y espíritu fraterno en que se hagan, siempre resultan molestos para algunos. No obstante, ante los peligrosos descarrilamientos en la conducta humana, es imperativo que estos llamados se hagan. El problema de fondo es un problema de ética. Simplemente no nos estamos comportando con nuestros semejantes, ni con la naturaleza, como deberíamos.
Mi llamado a que, por el bien de la presente y futuras generaciones, asumamos la ley suprema del amor, que no admite excepciones ni exclusiones, lo hago consciente de que lo que da sentido a la existencia humana es el proceso interminable de conversión al servicio al prójimo y a la solidaridad para con todos. En este proceso de transformación, todas las religiones y corrientes ético-filosóficas pueden y deben ayudarnos.
Aunque para mí, en lo personal, el paradigma de un comportamiento vivificante y redentor está en la Cruz, estoy convencido de que todos, en nuestras respectivas tradiciones religiosas, culturales o ético-filosóficas, encontramos fuertes llamados a vivir en la lógica del amor y de la solidaridad. Todos juntos debemos trabajar por convertir estos llamados en la fuerza motor de la Humanidad y de las Naciones Unidas. El amor al prójimo y a nuestra Tierra debe ser la base de nuestra interdependencia y debe guiarnos en nuestra actividad colectiva.
En este momento tan difícil por el que atraviesa la Humanidad, nuestra Organización tiene un papel muy importante que jugar y, además, está en la obligación de prepararse para poderlo hacer mejor. El objetivo central y conductor de esta sexagésima tercera sesión de la Asamblea General será el de democratizar a las Naciones Unidas. Al hacerlo, estaremos asegurando que las Naciones Unidas mantengan su lugar como la Organización más importante e indispensable del mundo para lograr los niveles de paz y seguridad que nuestros pueblos están justamente demandando de nosotros.
Estoy consciente de las grandes expectativas que las inmensas mayorías de los desposeídos habitantes de nuestro amenazado planeta han puesto en las Naciones Unidas para que les garantice paz, seguridad y sus derechos a la vida y al desarrollo pleno. No les debemos fallar. Es, más que nada, por los desposeídos de la Tierra que he asumido el reto de presidir este 63 período de la Asamblea General. A ellas y ellos, a todas nuestras desposeídas hermanas y hermanos de la Tierra, dedico esta presidencia. Nosotros todos, juntos, con toda la seriedad del caso, debemos abocarnos a satisfacer sus expectativas. Confío que podré contar con la más generosa cooperación de todos ustedes. En nombre de Nicaragua y de toda América Latina y el Caribe, mi patria grande, les agradezco su confianza.
El hambre, la pobreza, el alto precio del petróleo y de los alimentos
Varias crisis de gran escala: económica, financiera, ambiental, humanitaria y jurídica, están convergiendo en la actual crisis mundial de los precios de los alimentos. Estas crisis se expresan en la turbulencia y las distorsiones crediticias actuales, los precios subsidiados del petróleo, el alza en los precios de los alimentos, y el incremento de los precios en general, agravados aún más, por el estancamiento económico.
Cada una de ellas interactúa con las demás, agravando así, de modo exponencial, el deterioro de la economía real. Aunque muchos se esfuercen en minimizar la gravedad del momento, lo cierto es que nos encontramos ante un sismo económico mundial de magnitud inédita. Como resultado, hay serios peligros hoy en día de retrocesos en la lucha contra el hambre y la pobreza, incluyendo los Objetivos de Desarrollo del Milenio para la reducción de la pobreza extrema.
La raíz del problema mundial del hambre está en la inequidad en la distribución del poder adquisitivo entre y dentro de los países. En vez de concentrarnos en aumentar la producción de alimentos como la solución única, el enfoque central de nuestros esfuerzos deberá ser la reducción de dichas inequidades en nuestro sistema mundial de producción de alimentos.
Si pretendemos tratar con eficacia el problema del Hambre, los Gobiernos tendrán que asumir las "decisiones valientes" que esta crisis les requiere, incluyendo inclusive una reorientación de sus propias prioridades nacionales, transcendiendo los confines locales y nacionales para tomar en cuenta el bien mayor y el bienestar de los pobres del mundo.
Tendremos que mostrar nuestra voluntad de hacer frente a los temas, aún cuando éstos sean los más sensibles y contenciosos. Eso significa tratar, por ejemplo, temas como las distorsiones del mercado provocadas por los subsidios agrícolas de los países desarrollados; el impacto de la especulación en la compra de futuros; los impactos del cambio climático en la producción de alimentos y el medio ambiente; los múltiples impactos de la producción de biocombustibles; y finalmente, pero no menos importante, el problemático modelo de desarrollo impuesto sobre los países en desarrollo por el Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial.
Si es que vamos a erradicar la extrema pobreza y el hambre de esta Tierra, la Asamblea General, tendrá que aclarar cuáles son los verdaderos requerimientos en cuanto al tipo y cantidad de cooperación internacional, al tiempo que deberá asumir el reto de promover sentimientos fuertes de solidaridad capaces de despertar la voluntad política necesaria, entre todos nuestros Estados Miembros.
En tal sentido, en esta 63 Asamblea General, trataremos tanto las causas inmediatas como las raíces de la crisis alimenticia y su impacto en el hambre y la pobreza mundial. Y por esta razón, acogemos con agrado la declaración de la reunión Ministerial del Movimiento de los Países No Alineados, celebrada en Teherán a fines de Julio recién pasado, que llama a una reunión del más alto nivel sobre el tema de la seguridad alimentaria a fin de identificar acciones inmediatas y de mediano plazo para resolver esta crisis.
Es indispensable, también, que vayamos a la raíz de las causas más profundas que restringen la capacidad institucional de nuestra propia Asamblea General, como son:
- a) el irrespeto a los principios y normas establecidos en nuestra Carta;
- b) la cada vez más marcada tendencia por privar de todo poder real a esta Asamblea General;
- c) el reducir a una insignificancia al Consejo Económico y Social (ECOSOC); y
- d) la transferencia de cada vez mayor poder al Consejo de Seguridad y las Instituciones de Bretton Woods, como también a otras instituciones financieras y de comercio internacionales en general.
En resumidas cuentas, es en la falta de democracia en nuestra Organización donde encontramos la causa más profunda de los más acuciantes problemas en el mundo actual.
Democratización de las Naciones Unidas. No cabe duda de que unas Naciones Unidas, enriquecidas con el aporte real de todos sus Miembros, sería una formidable Organización para tratar con efectividad los más acuciantes problemas en el mundo y para impedir que unos pocos impongan sobre la mayoría recetas que sólo empeoran sus problemas. Por esto, hemos llegado a la conclusión que es ya impostergable sostener un Diálogo de Alto Nivel sobre el tema de la Democratización de la Organización de las Naciones Unidas. En esta sexagésima tercera Asamblea General sostendremos este diálogo en tres sesiones de cinco días de trabajo cada una.
La primera sesión tratará sobre las coordinaciones indispensables de las Instituciones de Bretton Woods y de otras instituciones financieras y comerciales internacionales con el ECOSOC y con la Asamblea General.
Las Instituciones de Bretton Woods fueron creadas precisamente para tratar la inequidad de la pobreza extrema y ayudar a la reconstrucción de la economía mundial. No obstante, éstas, con demasiada frecuencia, han sido utilizadas para imponer sus mal aconsejadas recetas que sólo han servido para empeorar el problema de la pobreza, en vez de ayudar a resolverlo. Aunque no sean, estrictamente hablando, organismos de las Naciones Unidas, las Instituciones de Bretton Woods forman parte de esas agencias especializadas a las que se refieren los artículos 57 y 63 de la Carta y que deben ser vinculadas con la Organización conforme a los términos acordados con el Consejo Económico y Social.
Tanto el Fondo Monetario Internacional (FMI) como el Banco Mundial (BM) son básicamente controlados por Estados Unidos y Europa. Ambas instituciones han sido, y siguen siendo, utilizadas como instrumentos de dominación. Esto es algo que el mundo resiente y debe cambiar. La necesaria democratización de estas instituciones financieras internacionales requiere un cambio en el sistema de acciones y en el sistema de elección de sus respectivos Directorios.
La segunda sesión de este Diálogo de Alto Nivel de la Asamblea General deberá dedicarse al tema de la revitalización y el empoderamiento de la propia Asamblea General mediante la transferencia a ella del poder incorrectamente acumulado en el Consejo de Seguridad, en las Instituciones de Bretton Woods, e incluso, aunque parezca mentira, en la burocracia de nuestra Organización.
En las Naciones Unidas, la palabra democracia se vuelve cada vez más vacía, sin ningún sentido o contenido real. Aun con una mayoría tan abrumadora de 184 votos contra 4, como constatamos año tras año en el caso del bloqueo que Estados Unidos mantiene contra Cuba desde hace 45 años, ese bloqueo, evidentemente injusto y universalmente repudiado, tranquilamente se mantiene. Si la opinión de más del 95% de la membresía de estas Naciones Unidas se puede ignorar con tanta tranquilidad, ¿de qué sirve esta Asamblea General? Esta es una pregunta que amerita reflexión. ¿Cómo podemos quedarnos satisfechos diciendo que aquí hay democracia por lo de una nación un voto? ¿De qué sirven los votos si no se toman en cuenta?
En todo caso, está claro que debemos acoger de todo corazón el clamor universal por el fortalecimiento y empoderamiento de la Asamblea General y eso, necesariamente, pasa por la democratización de las Naciones Unidas. Sabemos que las luchas contra el poder nunca han sido fáciles pero estamos conscientes, también, de que el futuro de las Naciones Unidas dependerá de nuestro éxito en la lucha por su democratización, es decir, de nuestra capacidad para persuadir a algunos entre los poderosos que deben liberarse de su desenfrenada ambición por cada vez mayor poder a expensa de los derechos de la mayoría.
No dejaremos de repetir que la democratización que las Naciones Unidas necesita con tanta urgencia, implica la descentralización del poder acumulado en unos pocos Estados y en su propia burocracia, y la transferencia de este poder a la Asamblea General, donde lógicamente pertenece. Esta es una tarea urgente y el mundo no puede darse el lujo de esperar 15 años más de discursos para llegar a nada, es hora de actuar.
Es muy bueno predicar la democracia, pero sería mejor aún que la pusiéramos en práctica aquí mismo en las Naciones Unidas. No tiene sentido cometer guerras de agresión que resultan en la muerte de cientos de miles de seres humanos, en aras de una pretendida democratización, mientras que aquí se recurre a todos los medios y pretextos imaginables para impedir que se democratice a las propias Naciones Unidas.
La Asamblea General, además, necesita convertirse en una instancia más proactiva y sus resoluciones deben ser vinculantes. La idea de que la clara e inequívoca voz de "Nosotros los pueblos" sea considerada como simple recomendación, carente de toda fuerza vinculante, debe ser enterrada para siempre en nuestro antidemocrático pasado.
La tercera y última sesión del Diálogo de Alto Nivel sobre la Democratización de las Naciones Unidas, se dedicará a una franca discusión sobre el Consejo de Seguridad.
Son muchas las áreas en el sistema de las Naciones Unidas que están urgidas de atención y la primera de ellas es el Consejo de Seguridad. Por triste que resulte tener que admitirlo, es innegable que graves quebrantamientos y amenazas a la paz y a la seguridad internacionales están siendo cometidos por miembros del Consejo de Seguridad, incapaces de romper su adicción a la guerra.
En algunos, el privilegio de veto parece habérseles ido a la cabeza, los ha confundido y les ha hecho pensar que tienen derecho a hacer lo que quieran con impunidad. El primer principio de las Naciones Unidas, en el que nuestra Organización está basada es el principio de la igualdad soberana de todos sus Miembros. El segundo principio es que TODOS los Miembros "cumplirán de buena fé las obligaciones contraídas por ellos de conformidad con esta Carta". En otras palabras, todo intento de los Estados Miembros de ponerse por encima de la Carta, es una grave ofensa a la Membresía y constituye una amenaza a la paz. Se hace ya impostergable hacer valer estos principios.
A pesar de ser un reto muy difícil, resolver el acertijo del Consejo de Seguridad es algo que tenemos que asumir. Soy conciente que al decir esto estoy tocando un avispero. Pero aun los avisperos pueden ser exitosamente manejados si se toman las debidas precauciones. Propongo que en esta sexagésima tercera Asamblea General consideremos seriamente cuáles deberían ser esas precauciones.
Nosotros esperamos que hoy, después de todo lo que ha ocurrido en el mundo desde la fundación de la ONU, nuestras más poderosas naciones hermanas se encuentren anuentes a dar una oportunidad a la democracia y a la paz. En todo caso, vale la pena recordar que privilegios concedidos por ley, bajo la presunción de que eran razonables y para el bien común, siguen siendo válidos solamente mientras esa presunción se mantenga.
Creo que todos estamos de acuerdo en que con sólo aumentar el número de miembros o ampliar el número de países que gocen de los privilegios de permanencia o veto en el Consejo de Seguridad, de ninguna manera estaríamos resolviendo el problema medular. Aunque necesarias para garantizar una representatividad más justa y geográficamente equilibrada, el aumentar miembros al Consejo de Seguridad en nada ayudaría a corregir las anomalías que deberíamos tratar de corregir.
Además del tema del Hambre, la Pobreza y el Alto Costo de los Alimentos y de este Diálogo de Alto Nivel sobre la Democratización de las Naciones Unidas a celebrarse en tres sesiones, como lo hemos explicado, en esta sexagésima tercera sesión daremos atención especial a los siguientes grandes temas, los cuales en aras de la brevedad, solo esbozaré. Pero les invito a todos a leer la presentación completa que ya está disponible en todos los idiomas de trabajo de la Organización. Cada uno de estos temas guardan estrecha relación con la falta de democracia en la ONU y consideramos que son de suma urgencia.
Cambio Climático. Hoy en día existe consenso entre los científicos sobre el origen antropogénico del cambio climático, especialmente después del Cuarto Informe de Evaluación del Panel Internacional de Cambio Climático, publicado el año pasado. El informe concluye y asegura que el calentamiento global es "inequívoco" y que es necesario poner en marcha soluciones tangibles para enfrentarlo. En este sentido, la aprobación del Plan de Acción de Bali representa un paso importante.
Quiero recordarles a todos que ese Plan de Acción no constituye la desaparición del Protocolo de Kyoto. Ese proceso de negociación sobre acciones concertadas de largo plazo iniciado en Bali no debe ni puede servir de pretexto para algunos, para no cumplir con sus obligaciones morales ante la humanidad, especialmente por la responsabilidad histórica que sólo ellos cargan. Tenemos todos, colectivamente, el deber moral, además de la obligación jurídica, de definir lo antes posible las nuevas metas de reducción de gases de efecto invernadero para el segundo y subsiguiente período de compromisos del Protocolo de Kyoto. El desarrollo progresivo de los Derechos Humanos y del derecho internacional nos impulsa hacia delante. No podemos volver atrás ni empezar de nuevo.
Estos esfuerzos así como la visión de más largo plazo emprendida en Bali deben ser guiados por una única consideración: salvar de la desaparición a naciones enteras que hoy en día viven en pequeños Estados insulares. Ese es el verdadero desafío y esa debe ser nuestra preocupación inmediata. En tal sentido no podemos aceptar bajo ningún punto propuestas de metas de reducción de gases de efecto invernadero que dan ya por sacrificados a pueblos enteros.
Además de centrarnos en la mitigación, tendremos que movilizarnos en la búsqueda de financiamiento para la adaptación de los más vulnerables en la faz de nuestra madre Tierra. Los recursos necesarios son considerables pero lo fundamental es reunir la voluntad política real. Si dicha voluntad política existe, entonces seremos capaces de la inmensa creatividad que caracteriza al ser humano para encontrar nuevos y eficientes medios de financiamiento para que ninguna nación quede a la zaga de la adaptación ante el fenómeno del Cambio Climático. Para ello también, tendremos que buscar de manera mancomunada las formas de concretar la necesitada transferencia de tecnología que hasta la fecha no ha dejado de ser otra cosa que un papel mojado. En tal sentido, tendremos que abocarnos sin temor a la cuestión de los derechos de propiedad intelectual para permitir un acceso real a esas nuevas tecnologías.
Es indispensable que a los bosques tropicales se les reconozca un valor como importantes sumideros de carbono, y que los países que tienen la responsabilidad histórica por el Cambio Climático, paguen incentivos justos para conservarlos. No podemos olvidar que la deforestación, que provoca el 20% de las emisiones de gases de efecto invernadero, es, en gran parte, consecuencia de la pobreza extrema de los campesinos de los países en desarrollo.
Agua. El agua no es una mercancía para vender o comprar. Es un derecho básico que hay que reconocer tal como se recoge en las metas que la "Década Agua para la Vida" ha propuesto.
El Banco Mundial afirma que para el año 2025, dos tercios de la población mundial no tendrán suficiente agua potable. Esta es la razón fundamental por la que se dice que el agua será el petróleo del siglo XXI, con todas las consecuencias que eso implica.
Los que buscan siempre sacar provecho económico, aun de las peores tragedias humanas, andan tras la privatización del agua y así negar a los pueblos un derecho humano tan fundamental como al del aire que respiramos.
Lo que se necesita es sumar energías y recursos para proceder de inmediato a proteger las fuentes de este precioso recurso, mejorar las medidas para evitar la contaminación del agua y alertar a los pueblos sobre la crisis que se avizora y que puede significar la vida de centenares y, posiblemente, de miles de millones de seres humanos.
Esta es la razón por la cual las Naciones Unidas proclamó la década de 2005-2015 como la Década Internacional para la Acción, "Agua para la Vida". Haremos todo lo posible para que en este sexagésimo tercer período de sesiones de la Asamblea General se avance lo más posible hacia el logro de las metas que la Década "Agua para la Vida" se ha propuesto.
Terrorismo y Derechos Humanos. Todo terrorismo, sea éste de parte de un gobierno o no, engendra más terrorismo. Este círculo vicioso debe comenzar a detenerse a nivel del terrorismo de Estado. De no ser así, la lucha oficial contra el terrorismo, de individuos u organizaciones, carecerá de autoridad moral y nunca logrará controlar lo que, para algunos, aunque igualmente repudiable, no es más que una suerte de terrorismo defensivo de parte de la sociedad civil. De lo que se trata es de cómo superar este círculo vicioso de violencia y, para ello, el terrorismo de Estados poderosos contra Estados comparativamente débiles tiene que cesar.
Ningún Estado debe arrogarse el derecho de decidir, por sí y ante sí, cuáles Estados son terroristas, o auspiciadores de terrorismo, y cuáles no lo son. Menos aun deberían Estados culpables de agresión, el peor imaginable tipo de terrorismo, pretender arrogarse ese derecho y el de proceder, además, a tomar unilateralmente las medidas que estimen conveniente.
Es por ello que insistimos en que ya es hora de que esta Asamblea General considere, con toda la debida seriedad, el tema del terrorismo internacional, lo defina y delimite responsabilidades sobre la forma de tratarlo. Esto es algo, queridas hermanas y hermanos, que no puede esperar.
Desarme y Control Nuclear. El desarme general y completo es uno de los objetivos fundamentales de las Naciones Unidas. Pero este urgente tema ha sido relegado a un segundo plano y no ha estado recibiendo el tipo de seguimiento que amerita.
El próximo año se celebrará el 50 aniversario de la adopción de la Resolución 1378 de la Asamblea General, la que fue la primera en identificar el "desarme general y completo bajo el control internacional efectivo" como uno de los objetivos fundamentales de las Naciones Unidas. Todos los Estados Miembros co-patrocinaron dicha Resolución. La convicción de que el "desarme general y completo" constituye "el tema de mayor importancia que enfrenta el mundo" sigue siendo valido en el 2008. Pero cincuenta años más tarde tenemos pocos resultados para mostrar al mundo.
En la actualidad se estima que existen unas 31.000 cabezas nucleares desplazadas o en reserva en los depósitos nucleares de ocho países. De éstos, cerca de 13.000 están desplazados, y de éstos 4.600 en estado de alerta máxima, es decir, listos para ser lanzados en cuestión de minutos. El alcance explosivo combinado de estas armas es aproximadamente 5.000 megatones, equivalente a unas 200.000 veces el alcance explosivo de la bomba lanzada sobre Hiroshima. Esto, hermanos y hermanas, es nada menos que una demencia suicida.
Creo que la única manera de evitar la proliferación de las armas nucleares es, primero, eliminar toda amenaza de uso de estas armas en caso de conflictos bélicos, para luego iniciar su destrucción. Muchos países se sienten amenazados por sus vecinos poseedores de armas nucleares y esto induce a que busquen el equilibrio nuclear regional. La sola presencia de 4.600 cabezas nucleares en estado de máxima alerta conlleva riegos intolerables para la seguridad internacional, ya que siempre podrían ocurrir lanzamientos accidentales.
La Asamblea General tiene un mandato claro de considerar los principios relacionados al desarme y a la regulación de los armamentos, como también el de formular recomendaciones. Cada año este cuerpo adopta más de 50 resoluciones y decisiones sobre estos temas. Pero algo hace falta en nuestras deliberaciones, en resumidas cuentas, hace falta la ejecución en acciones concretas de nuestras decisiones.
Esta Presidencia hará un llamado a los Estados Miembros para que en esta sexagésima tercera sesión se enfatice resultados, tanto respecto al tema del desarme nuclear como al de la regulación de armamentos convencionales. El avance en este importante tema, como en todos, debe medirse con los hechos, y no sólo con cantidades de discursos o de resoluciones.
En el tema del desarme, todos los países que poseen armas nucleares deberían reducir inmediatamente su arsenal y suspender todos los programas de desarrollo e instalación de nuevas armas nucleares. El tema de la no-proliferación no puede ser utilizado por algunos Estados que poseen armas nucleares como táctica para desviar la atención o dejar de lado su obligación a desarmar. Al tomar acciones en tal sentido pondrán de manifiesto su compromiso de encarar lo que todavía queda como una de las amenazas más serias contra la sobrevivencia de la Humanidad.
El Tráfico Humano, la situación de Palestina, la Asistencia Humanitaria, y Equidad de Género son otros temas a los cuales daremos una atención muy particular y prioritaria. El Tráfico Humano es una de las peores violaciones a los derechos humanos y se ha convertido ya en el tercer delito más lucrativo del mundo, junto con el tráfico de drogas y trafico de armas. Todas las naciones debemos trabajar coordinadamente para prevenir este flagelo planetario, para erradicarlo, sancionar a los traficantes y proteger a las víctimas que en su mayoría son la niñez y las mujeres.
Si hay un caso en el cual las Naciones Unidas han fracasado es en la cuestión de la inexistencia de un Estado Palestino.. El Articulo 22 del Convenio de la Liga de Naciones asumió como un "compromiso sagrado" el establecimiento del Estado de Palestina en territorio palestino que formó parte del Imperio Otomano. La Resolución 181 de esta misma Asamblea, aprobada en 1947, proveyó un plan detallado para partir el territorio del Mandato de Palestina entre un Estado Árabe y un Estado Judío. Estipuló, además, que dicha partición debería efectuarse "no más tarde que el 1 de Octubre del 1948". Trágicamente, hubo una partición del territorio pero no el establecimiento del Estado de Palestina. En este caso la ONU ha fracasado rotundamente. En este mismo momento siguen muriendo gente como resultado de nuestra incapacidad de implementar una resolución adoptada desde hace ya más de 61 años. Como consecuencia, hoy en día la situación palestina se encuentra en el punto más bajo, más crítico de su trágica historia.
La Asistencia Humanitaria, enumerado en el primer artículo de la Carta como uno de los propósitos de nuestra Organización, constituye un área de acción conjunta de la cual tenemos razón de sentirnos orgullosos. Existe un amplio listado de mártires que dan testimonio de la nobleza y generosidad de muchos de nuestros más dignos representantes en el campo y se hace ya impostergable tomar medidas para obviar este sacrificio de vidas humanas.
La recurrencia cada vez más frecuente de fenómenos naturales vinculados al cambio climático y a desastres humanos de cada vez más envergadura, trae como resultado que las Naciones Unidas estén más requeridas de llevar asistencia a cientos de miles de seres humanos en diferentes partes del mundo. Es cierto que los funcionarios de las Naciones Unidas en áreas de conflicto, y trabajadores de asistencia humanitaria en particular, tanto de organismos gubernamentales y no-gubernamentales, siempre han estado en situaciones de alto riesgo, pero nos debe preocupar el hecho de que el número de víctimas se ha más que duplicado en los últimos cinco años. A ellos, injustamente, se les culpa cada vez más por las acciones y decisiones que toma o no toma el Consejo de Seguridad.
Género. Finalmente, hermanos y hermanas, si estamos seriamente comprometidos en nuestra labor de erradicar la pobreza y el hambre, debemos entonces velar por la inclusión de nuestras hermanas en el análisis y resolución de cada una de las prioridades arriba mencionadas, y velar para que la equidad de género sea un componente clave en el proceso de financiamiento para el desarrollo. La mujer constituye el indicador determinante para hacer que los pobres salgan de la pobreza. Las investigaciones empíricas muestran de manera consistente, dentro y a lo ancho de cada sociedad, que al mejorar la calidad de vida de las mujeres pobres y al fomentar su empoderamiento, se mejora la calidad de vida de todos y todas. Aunque sólo fuera por este hecho, es fundamental brindarle una atención especial.
Pero debe haber una fuerza moral más profunda que nos empuje a accionar. Las mujeres y los niños cargan el yugo de la pobreza. Mientras sea verdad que la pobreza, el cambio climático, la crisis del agua, la guerra, la violencia, el terrorismo y los desastres naturales y humanos afectan a todos, es igualmente cierto que estos fenómenos afectan a mujeres en maneras que no afectan a los hombres, en formas ocultas y muchas veces envilecidas. Y es más, con demasiada frecuencia, las mujeres no son tomadas en cuenta como protagonistas o actores propios en los procesos de toma de decisión. Por lo tanto, velar para que se incluya la equidad de género no solo es compatible con, es un elemento constitutivo de la inclusión. Esta Presidencia incluirá de manera sistemática la perspectiva de género en todo tratamiento de los temas priorizados.
Similarmente, al examinar los varios temas arriba mencionados, debemos dedicar una atención especial a aquellos que son más vulnerables, incluyendo de manera especial a los niños y las niñas en situaciones especiales de conflicto armado o situaciones de desastre humanitaria. Nuestros esfuerzos en este sentido no deben restringirse a proveerles albergue, ropa y alimentos, sino más bien a otorgar una atención especial a su derecho a la educación. Si no aseguramos esto, uno de los más fundamentales de los derechos humanos, estaríamos denegándole a una generación de niños y niñas que hoy viven en la adversidad, el libre ejercicio de sus derechos futuros, como adultos, de participar plenamente en nuestra comunidad humana. Esto es un tema a lo cual dedicaremos especial atención en esta sexagésima tercera sesión de la Asamblea General.
En conclusión. Hoy, más que nunca, la franqueza en las relaciones internacionales es indispensable. Queremos que esta 63 Asamblea General pase a la historia, como la Asamblea de la franqueza en aras de la paz mundial y de la erradicación de la pobreza y hambre de la Tierra. Ante la gravedad de la crisis mundial, la timidez y la ambigüedad en el discurso no nos llevarán a ningún lado. Para que las Naciones Unidas puedan abordar con efectividad los profundos y urgentes problemas del presente, deberá hacerlo en forma clara, firme e inequívoca. Dorar la píldora, recurrir a eufemismos o a una semántica antojadiza para no tener que llamar las cosas por su nombre, en aras de un concepto equivocado de diplomacia, nunca ha funcionado y no funcionará. La crisis mundial es demasiado grave para ser tratada con eufemismos o medias tintas.
Cambio es la consigna de hoy en día. Cambio real y creíble. Aun más que voluntad política, necesitaremos una gran fuerza espiritual para poder hacer los cambios que las Naciones Unidas necesitan para democratizarse. Esto en turno fortalecerá su capacidad de contribuir, con cada vez mayor efectividad, a la suprema causa de paz en nuestro mundo. Pero el estar conscientes de que necesitamos una gran fuerza espiritual no nos debe desanimar - la tenemos al alcance.
Todas las personas y las naciones, sin excepción, tienen enormes reservas de grandeza humana. Ya es hora que hagamos uso de nuestras respectivas reservas de fuerza moral que llevamos adentro cada uno como persona y entre nosotros todos como naciones. Si lo hacemos, nuestros corazones y nuestra capacidad de amar y de servir crecerán y nosotros estaremos mejor preparados para ayudar a conducir a la gran familia humana a nuevos niveles de solidaridad que garantizarán para todos nosotros, y las generaciones venideras, un futuro en paz duradera.
Enterremos para siempre malsanas aspiraciones de dominación de unos sobre otros. Liberémonos asimismo de la adicción a la guerra y la violencia en general. Sueños y comportamientos imperiales son incompatibles con los principios a que nos hemos obligado bajo la Carta y con los ideales de paz mundial y seguridad internacional. Trabajemos para que estas Naciones Unidas sean verdaderamente eso, es decir, unidas, fraternas, solidarias. Ya es hora de que nos metamos de lleno en el proceso de convertir las armas en arados para poder alimentar a un mundo que languidece en el hambre y la miseria.
Que Gandhi sea para nosotros no sólo alguien a quien rendir tributo en los discursos sino un paradigma a emular. Brindemos honor a su legacía global a colocar el Bien Común de nuestra Humanidad compartida a la cabeza de nuestro empeño colectivo de construir una comunidad mundial en paz consigo mismo y en harmonía con la Tierra, nuestro hogar compartido.
Demos una oportunidad a la democracia con contenido real, y a la paz, comportándonos como lo que somos: hermanas y hermanos todos, reconciliados los unos con los otros y comprometidos a vivir en forma noviolenta y en SOLIDARIDAD. Unas Naciones Unidas democratizada será el instrumento indispensable para lograr estos nobles objetivos.
Muchas gracias.