Discurso del Presidente de la Asamblea General de las Naciones Unidas en la 7ª Conferencia General de Alcaldes por la Paz

Nagasaki

8 de agosto de 2009

Alcalde, Honorable Sr. Taue,
Honorables Alcaldes por la Paz,
Bienaventurados sobrevivientes,
Distinguidos invitados,
Hermanas y hermanos todos:

Es un verdadero honor para mí estar con ustedes esta tarde y participar en la 7ª Conferencia General de Alcaldes por la Paz.

Quiero dar las gracias en especial a los alcaldes Taue y Akibe, por haberme invitado aquí hoy, y felicitarlos a ellos y a todos sus colaboradores -casi 3.000 ciudades y millones de ciudadanos de todo el mundo- por su incansable liderazgo de la campaña en pro de un mundo libre de armas nucleares.

Creo que hemos llegado a un momento propicio, reconocido como tal por jefes de Estado y de Gobierno de todo el mundo y casi todas las tendencias políticas, para comprometernos a eliminar las armas nucleares de una vez por todas.

También creo que hemos llegado a este momento de esperanza en gran medida gracias a la incansable e inspiradora labor de Alcaldes por la Paz y los numerosos colaboradores de todo el mundo que comparten sus ideas.

Me complace sumamente tener esta oportunidad de compartir mis propias reflexiones sobre el punto que hemos alcanzado en la ardua pero inevitable lucha por garantizar un mundo libre de armas nucleares.

A fin de poder evaluar nuestra situación actual, es importante ser conscientes de la evolución que hemos seguido para llegar hasta aquí. Por eso me parece importante empezar con un breve repaso de la historia.

El Tratado sobre la no proliferación de las armas nucleares: un gran pacto entre los poseedores y los no poseedores de armas nucleares

Entre mediados y finales de la década de 1960 empezaba a resultar evidente que hacía falta un enfoque global nuevo de la no proliferación y el desarme nucleares que permitiera frenar tanto la carrera de armamentos cada vez más intensa entre los Estados poseedores de armas nucleares como el número rápidamente creciente de Estados aspirantes a ser potencias nucleares.

También se reconoció que para tener alguna posibilidad de persuadir a un mayor número de países de no ejercer la opción nuclear, sería necesario ocuparse de las cuestiones que más importaban a los Estados no poseedores: que no se les negaran los beneficios del acceso a la energía nuclear y otras aplicaciones pacíficas de la tecnología nuclear y que los Estados poseedores no obtuvieran beneficios exclusivos de los permisos que se les concedía para continuar con sus ensayos nucleares y el desarrollo de la tecnología nuclear.

Como solución se propuso un gran pacto, que consistió en un Tratado sobre la no proliferación de las armas nucleares, o TNP, de carácter mundial. El TNP se firmó por primera vez en Londres, Moscú y Washington el 1º de julio de 1968 y entró en vigor el 5 de marzo de 1970.

En esencia, sus condiciones, relativamente sencillas, eran las siguientes: el número de potencias nucleares se mantendría en cinco; el resto de los Estados partes en el Tratado se comprometerían a desmantelar o no continuar sus programas de desarrollo de armas nucleares.

Además, cada Estado parte poseedor de armas nucleares se comprometía a no transferir, y los Estados no poseedores a no aceptar, armas nucleares ni material, conocimientos o tecnologías conexos. Los Estados partes no poseedores se comprometieron asimismo a aceptar las salvaguardias estipuladas con el Organismo Internacional de Energía Atómica "a efectos únicamente de verificar el cumplimiento de las obligaciones asumidas" en virtud del Tratado.

Por otra parte, como contrapartida por haber accedido a no desarrollar su propia capacidad de fabricar armas nucleares, se prometió a los Estados no poseedores que no se les negaría su "derecho inalienable" a "desarrollar la investigación, la producción y la utilización de la energía nuclear con fines pacíficos sin discriminación." Se instó encarecidamente a los Estados poseedores de armas nucleares a que colaborasen con las demás partes en el Tratado para contribuir "al mayor desarrollo de las aplicaciones de la energía nuclear con fines pacíficos." Además, los Estados poseedores signatarios quedaron obligados a asegurar que cualesquiera "subproductos tecnológicos" que pudieran obtener del desarrollo de dispositivos nucleares explosivos, fueran ser asequibles para fines pacíficos a todas las partes en el Tratado.

Por último, el artículo VI del TNP contenía lo que parecía ser una clara declaración de que "cada parte en el Tratado se compromete a celebrar negociaciones de buena fe sobre medidas eficaces relativas a la cesación de la carrera de armamentos nucleares en fecha cercana y al desarme nuclear (sin cursiva en el original), y sobre un tratado de desarme general y completo bajo estricto y eficaz control internacional" (sin cursiva en el original).

El "momento Obama" es importante para el mundo

El gran pacto que supuso el TNP ha servido de marco institucional central de la cooperación mundial en materia de control de armas nucleares y desarme durante casi cuatro décadas. En los últimos diez años, en gran parte debido al impasse político que se vivió en el Senado de los Estados Unidos, ese marco había quedado casi muerto, pero el activismo de la sociedad civil, así como un creciente malestar entre las élites políticas de todo el mundo, contribuyeron a preservar y, posteriormente, a revitalizar la exigencia pública de alcanzar el "cero mundial", es decir, la abolición completa y definitiva de las armas nucleares.

Este movimiento es tan poderoso y amplio que tanto el candidato demócrata como el candidato republicano en las elecciones nacionales estadounidenses de 2008 declararon que tenían intención de adoptar la eliminación de las armas nucleares como política explícita del Gobierno de los Estados Unidos. El 5 de abril de este año, el ganador de las elecciones, el Presidente Barak Obama, cumplió ese compromiso, en un discurso que pronunció en Praga, diciendo que quería proclamar claramente y con convicción el compromiso de los Estados Unidos de lograr un mundo en paz y seguridad, libre de armas nucleares.

Esa declaración tan esperada siguió a otras declaraciones similares de los líderes de varias otras potencias nucleares, pero el hecho de que hablara de esta forma el nuevo Presidente de los Estados Unidos sirvió sin duda para revitalizar unos procesos e instituciones cuya actividad había decaído. Tan solo unas semanas después, la Conferencia de Desarme de las Naciones Unidas, que llevaba tanto tiempo moribunda, lograba acordar su primer plan de trabajo en varios años. Los negociadores estadounidenses y rusos habían acordado ambiciosos objetivos bilaterales de reducción de las armas nucleares, así como un intenso calendario de negociaciones con miras a alcanzar un acuerdo para fines de año. El apoyo al Tratado de prohibición completa de los ensayos nucleares y a un tratado de prohibición de la producción de material fisionable cobró nueva vida, como las flores del desierto tras una lluvia inesperada.

Me complace señalar que el Gobierno del Japón se erigió en uno de los líderes de esta causa cuando su Ministro de Relaciones Exteriores, Hirofume Nakasone, anunció sus "11 condiciones para el desarme nuclear mundial" en un importante discurso pronunciado el 27 de abril. Espero no estar faltando al decoro al expresar mi deseo personal de que el Gobierno del Japón continue tomar el relevo al Ministro Nakasone haciendo valer la autoridad moral y el liderazgo del país en lo que a esta cuestión se refiere.

El aumento de la demanda pública, y ahora del apoyo político, respecto del "cero mundial" no es el final de la historia, sino solo, posiblemente, el principio. No obstante, lo cierto es que se ha abierto una puerta y que todos tenemos la obligación ineludible de estudiar sus posibilidades y aprovechar las opciones que nos presenta para el logro del desarme nuclear.

Los problemas de credibilidad y legitimidad conducen a problemas de eficacia

¿Cómo hemos de proceder? A riesgo de resultar pesado, debo plantear dos cuestiones importantes que me preocupan en lo que respecta al camino que estamos siguiendo:

La primera tiene que ver con la credibilidad: no está claro hasta qué punto el nuevo compromiso con el cero mundial asumido no solo por el Presidente Obama, sino también por muchos de sus colegas en el club nuclear, representa algo verdaderamente nuevo. La mera declaración de un compromiso con el cero mundial no es nada nuevo; esa promesa era uno de los elementos básicos del gran pacto del TNP.

Si nos guiamos por la experiencia, podemos concluir que simplemente volver al enfoque del desarme nuclear centrado en el TNP, aunque subrayemos la importancia de la abolición como fin "último", no conducirá a los Estados al desarme nuclear.

El segundo problema está relacionado con la legitimidad. El TNP es manifiestamente discriminatorio. No solo legitimó un mundo dividido en "poseedores" y "no poseedores", sino que estableció, o más bien reconfirmó, la práctica de permitir que un pequeño grupo de Estados interpreten y apliquen las normas, sin someterse ellos mismos a ellas. Las salvaguardias y los regímenes internacionales de inspección del TNP no se aplican hoy a las potencias nucleares de la misma forma en que se aplican a los Estados no poseedores; y los regímenes más onerosos de vigilancia e inspección propuestos en el modelo de protocolo adicional se aplican principalmente a éstos últimos.

Cualquier nuevo enfoque del «cero mundial» basado en el TNP ha de corregir las deficiencias de credibilidad y legitimidad o, de lo contrario, correrá el riesgo de ser considerado, a mi juicio acertadamente, el mismo producto en un envase nuevo.

¿Qué debemos hacer?

A fin de afrontar estas cuestiones fundamentales de credibilidad y legitimidad, quiero proponer cuatro importantes líneas de acción que pueden contribuir a demostrar de forma convincente que el mundo se ha comprometido realmente a lograr la eliminación completa y definitiva de las armas nucleares:

En primer lugar, es esencial establecer una fecha temprana como plazo para alcanzar el desarme, junto con un calendario claro y realista, y trabajar intensamente para lograrlo y dar también la imagen de que se está trabajando intensamente. Apoyo firmemente la fecha propuesta por los Alcaldes por la Paz. El año 2020 se conmemorará el 75º aniversario de la terrible destrucción de Hiroshima y Nagasaki y el 50º aniversario de la firma del TNP. Un presidente estadounidense se fijó una vez el ambicioso objetivo de mandar un hombre a la luna en menos de diez años, y este año hemos celebrado el 40º aniversario de esa hazaña de la humanidad. Once años no es demasiado poco tiempo para demostrar un verdadero compromiso y unos progresos reales, aunque el pleno logro del objetivo último resulte ligeramente fuera de nuestro alcance en el plazo exacto de una década.

En segundo lugar, es esencial que empecemos a ocuparnos de los grandes problemas nuevos que exigirán nuestra atención una vez que nos tomemos en serio el objetivo de alcanzar la eliminación completa de las armas nucleares, no por un breve instante, sino para siempre. En un importante ensayo en este sentido, los investigadores George Perkovich y James Acton han señalado que las cuestiones principales ligadas al proceso de desarme por debajo de los niveles mínimos, hasta alcanzar el nivel cero, y al establecimiento de un régimen internacional eficaz para apoyar la abolición mundial, nunca han sido examinadas seriamente por los organismos de política exterior y armas nucleares. Esta labor debe iniciarse de inmediato, en un foro que garantice la transparencia y la inclusión de todas las partes interesadas, en el que participen los 192 Estados Miembros de las Naciones Unidas, así como los observadores de la Organización.

En tercer lugar, todos los Estados poseedores de armas nucleares, incluidos los no signatarios del TNP, deben aumentar su credibilidad y reforzar la legitimidad del régimen internacional de no proliferación colocando sus propios programas de armas y enriquecimiento bajo regímenes internacionales de vigilancia e inspección. Este paso es imprescindible para aplacar las rivalidades nucleares y persuadir a países como el Irán de que estamos dispuestos a aceptar un programa de energía nuclear pacífico, pero no un programa de armas.

Por último, para lograr la legitimidad y una mayor eficacia, todo el proceso debe realizarse en el marco del sistema de las Naciones Unidas, como verdaderamente corresponde. Es posible, y sumamente deseable, contar con esfuerzos privados, investigaciones científicas independientes y otras iniciativas ajenas a las Naciones Unidas, pero debe quedar claro que las conclusiones de todas esas partes han de ponerse a disposición de todos los Estados-nación por conducto de los organismos de las Naciones Unidas, y hay que fortalecer dichos organismos para que puedan interactuar de igual a igual con cualquier organismo gubernamental.

Por la humanidad y la Madre Tierra

Me complace sumarme a esta extraordinaria campaña con la que Alcaldes por Paz desean aportar una gran dosis de responsabilidad moral, esperanza, compromiso, sentido común y razón, así como el poder de los centenares de miles de colaboradores de todo el planeta.

Juntos podemos demostrar que es posible construir un mundo mejor.

Enlaces rápidos

Documentos importantes

Recursos