Discurso del Presidente de la Asamblea General en la sesión de apertura del diálogo temático interactivo sobre la crisis financiera y económica y sus efectos sobre el desarrollo

Nueva York, 25 a 27 de marzo de 2009

Excelencias,
Colegas de las Naciones Unidas,
Señores representantes de la sociedad civil,
Amigos todos,

Me complace sumamente darles a todos la bienvenida a este diálogo temático interactivo. Su presencia supone un nuevo avance en nuestros esfuerzos por abordar de una forma inclusiva el problema de la crisis financiera y económica y sus efectos sobre el bienestar de miles de millones de personas de todo el mundo.

Hemos estado participando en un proceso intergubernamental dinámico, que sigue en marcha, para preparar las modalidades de la conferencia que celebrarán las Naciones Unidas al más alto nivel para tratar estas cuestiones. Esa conferencia tendrá lugar dentro de poco más de dos meses.

Esta mañana, y durante los próximos tres días, iniciaremos una nueva fase en el proceso de consultas amplias para comprender mejor la crisis mundial y sus efectos y deliberar sobre cuál ha de ser la respuesta más adecuada.

Nuestro diálogo temático debe enmarcarse en el contexto de tres cumbres que se prevé celebrar en los próximos meses: la Cumbre del Grupo de los 20, prevista para el 2 de abril en Londres; la Conferencia de máximo nivel que se celebrará en la Sede de las Naciones Unidas en junio; y la reunión del Grupo de los 8 que tendrá lugar en Italia a principios de julio.

Todas estas reuniones, y sus correspondientes procesos preparatorios, proporcionan oportunidades de lograr un consenso mundial en apoyo de una acción global para afrontar estas crisis cada vez más graves.

La Asamblea General, único foro en el que los 192 Estados Miembros participan en condiciones de igualdad soberana, conforme a unos procedimientos legalmente definidos, tiene una función singular que desempeñar en la elaboración de una respuesta normativa verdaderamente mundial y legítima a la crisis. Es urgente y esencial que este órgano, esta Asamblea General de las Naciones Unidas, se ponga a la altura de sus responsabilidades a fin de asegurar que se adopte un enfoque coordinado, coherente y efectivo que tenga en cuenta a toda la humanidad y el propio destino de nuestro planeta.

Hemos organizado una serie de mesas redondas que analizarán las causas de la crisis, sus diversos efectos sobre la gente y la economía real, y la naturaleza e idoneidad de las respuestas normativas mundiales que se han puesto en práctica hasta la fecha.

Es urgente que tomemos medidas concretas para poner freno al complejo proceso de desintegración que sigue avanzando ante nuestros ojos, medidas para mitigar los efectos desastrosos que podrían llegar a sufrir muchos millones de nuestros hermanos y hermanas, que no tienen la culpa de esta crisis y que no cuentan con poder de decisión en los procesos normativos establecidos fuera del marco de las Naciones Unidas.

Debemos conocer y aprovechar los recursos de que disponemos actualmente en la primera línea de respuesta. Me complace sumamente que vayamos hoy a examinar a fondo el recurso mundial más importante con que contamos para poder ofrecer una respuesta normativa y ejercer una acción eficaz a nivel mundial: nuestro propio sistema de las Naciones Unidas.

La sesión de esta mañana se apoyará en los excelentes recursos analíticos de nuestro Departamento de Asuntos Económicos y Sociales, la Organización Internacional del Trabajo y las Comisiones Regionales para examinar los orígenes y la dinámica de la crisis, sus múltiples vías de transmisión y sus efectos sobre la economía real, así como la naturaleza de la respuesta normativa en cada una de las regiones.

Me alegro de que en la mesa redonda de esta tarde sobre la respuesta del sistema de las Naciones Unidas a la crisis vayamos a poder realizar un examen global de cuatro de las instituciones que más poder tienen para elaborar y aplicar una respuesta normativa a nivel mundial: la Conferencia de las Naciones Unidas sobre Comercio y Desarrollo, el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo, el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional.

Hay acuerdo unánime en que la actual crisis es de dimensiones mundiales y exige una respuesta mundial.

Creo que podemos hallar un nuevo espíritu de solidaridad universal que nos ayude a superar este desafío y nos conduzca a la recuperación. Estoy convencido de que podemos lograr la solidaridad necesaria para trabajar con los gobiernos que no pueden salir de esta crisis simplemente emitiendo más papel. Y estoy seguro también de que podemos ser lo suficientemente solidarios para ocuparnos de las personas que más están sufriendo y menos culpa tienen por lo que está pasando.

Una pregunta que debemos hacernos es si la respuesta normativa que se ha dado hasta ahora, y los instrumentos de que disponemos, son suficientes para responder debidamente a la crisis y, al mismo tiempo, emprender la labor necesaria para subsanar las deficiencias que hemos descubierto en nuestro marco de gestión del sistema financiero, económico y comercial mundial.

Creo que el sistema de las Naciones Unidas puede desempeñar una función única de ayuda a los Estados Miembros en su búsqueda y aplicación de posibles soluciones. Sabemos, y creo que esto nos será confirmado próximamente, que el sistema de las Naciones Unidas tiene la capacidad básica, experiencia y presencia mundial para dar respuestas efectivas y prácticas a la crisis.

De la misma manera, hemos de reconocer que la mayoría de nuestras instituciones actuales fueron creadas en un mundo muy diferente del que tenemos hoy y pensadas para ese mundo de entonces. Por lo tanto, al elaborar nuestra respuesta mundial, hemos de recordar que las soluciones que adoptemos hoy deben considerarse a la luz de la notable evolución que ha experimentado la economía mundial desde 1945. Necesitamos una arquitectura del siglo XXI que sirva de soporte de una economía mundial del siglo XXI, que debe ser, a la vez, dinámica, inclusiva, segura para todos los participantes y justa.

A fin de ayudar a determinar oportunidades de corto y largo plazo, tanto para responder a la crisis de una forma que permita atender con mayor eficacia las necesidades de quienes no pueden participar en las deliberaciones sobre políticas mundiales, como para iniciar el movimiento hacia la reforma del sistema, he creado una Comisión de Expertos sobre las Reformas del Sistema Monetario y Financiero Internacional. Presidida por el economista y premio Nobel Joseph Stiglitz, esta Comisión integrada por 18 distinguidos economistas, funcionarios de bancos centrales y profesionales de todo el mundo viene desarrollando una intensa labor desde fines del año pasado para detectar las lagunas más importantes en nuestra respuesta normativa y el marco sistémico en lo que respecta a la crisis.

El viernes pasado les envié las amplias recomendaciones formuladas por la Comisión acerca de la crisis. Estoy muy satisfecho con el alcance y la coherencia de esas recomendaciones. El Profesor Joseph Stiglitz, en su calidad de presidente, así como otros distinguidos miembros de la Comisión, informarán sobre la labor de ésta en la sesión de mañana por la mañana.

Nuestras mesas redondas del jueves y el viernes, que tratarán sobre la reforma de las instituciones internacionales, la arquitectura financiera internacional y la regulación del sistema financiero, se refieren todas a una serie de cuestiones particularmente difíciles. Soy optimista en cuanto a las ideas que surgirán en los próximos días.

En nuestras deliberaciones para preparar las modalidades de la Conferencia de máximo nivel que se celebrará en junio, ha quedado claro que los Estados Miembros están decididos a asumir la responsabilidad de idear una respuesta global a la crisis mundial. Por lo tanto, me alegro de que varios distinguidos representantes de Estados Miembros de las Naciones Unidas hayan aceptado presidir cuatro de las cinco sesiones que hemos organizado para los próximos dos días y medio.

Es para mí un placer pasar ahora el martillo al Excelentísimo Señor Morten Wetland, distinguido Representante Permanente de Noruega, un gran amigo de las Naciones Unidas y un líder del proceso de revitalización de nuestra Asamblea General.

Gracias.

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