Mensaje del Presidente de la Asamblea General de las Naciones Unidas con motivo del 60º aniversario de los Convenios de Ginebra
Nueva York
12 de agosto de 2009
El sexagésimo aniversario de la aprobación de los cuatro Convenios de Ginebra nos brinda la oportunidad de reflexionar sobre estos acuerdos fundamentales para la lucha contra la lacra de la guerra, que ha destrozado la vida de tantas personas.
También es una ocasión oportuna para rendir homenaje al Comité Internacional de la Cruz Roja y a su fundador, el Sr. Henry Dunant, humanitario suizo cuyas ideas contribuyeron a que los Estados acordaran en 1864 el primer Convenio de Ginebra con el fin de proteger a las personas de la inhumanidad de la guerra. El objetivo de Dunant no era simplemente hacer la guerra más humana, sino crear leyes que con el tiempo permitieran acabar con ella para siempre.
Los Convenios de Ginebra de 1949 y sus Protocolos Adicionales son el nucleo del derecho internacional humanitario, el conjunto de normas que regulan cómo se ha de actuar en los conflictos armados y tienen por objeto limitar los efectos de estos.
Concretamente, los Convenios de Ginebra protegen a las personas que no participan en las hostilidades (la población civil y los trabajadores sanitarios y de ayuda humanitaria) y a las que han dejado de participar en ellas (los soldados heridos, enfermos o náufragos y los prisioneros de guerra).
Los Convenios y sus Protocolos instan a que se adopten medidas para prevenir o poner fin a todo incumplimiento de la legalidad. Contienen disposiciones estrictas sobre cómo responder ante lo que se califica de "infracciones graves". Todo el que cometa ese tipo de infracciones debe ser buscado, enjuiciado o extraditado, independientemente de cuál sea su nacionalidad.
Estas misiones perduran hoy en todo el mundo. El Comité Internacional de la Cruz Roja y todos los Estados Miembros de las Naciones Unidas deberían reafirmar su compromiso de proteger a las personas de la inhumanidad de la guerra, pero también de tomar medidas para eliminar la amenaza de la guerra.
Ello exigirá que libremos al mundo para siempre de las armas nucleares.
Exigirá también que enjuiciemos a los criminales de guerra, incluidos los de los países más poderosos, por sus guerras de agresión, sus crímenes de guerra y sus crímenes de lesa humanidad.
Asimismo, exigirá que todas las naciones, ya sean grandes o pequeñas, cumplan con las obligaciones que les impone la Carta de las Naciones Unidas y, sin excepciones, respeten el imperio del derecho internacional.
Y, por último, exigirá adoptar medidas para garantizar que se respete uno de los principios fundamentales de la Carta de la Organización: el mantenimiento de relaciones pacíficas entre todos los Estados.