Declaración del Presidente de la Asamblea General, en la Audiencia Parlamentaria en la Asamblea General

Sede de las Naciones Unidas, Nueva York

20 de noviembre de 2008

Señor Presidente,
Señor Secretario General,
Honorables parlamentarios,
Excelencias,
Amigos todos,

Me complace inmensamente inaugurar esta audiencia conjunta de parlamentarios nacionales y la Asamblea General. Deseo felicitar a mi querido amigo y ex Presidente de la Asamblea General, Theo-Ben Guirirab, por haber asumido la Presidencia de la Unión Interparlamentaria. La Unión desempeñó un papel fundamental para hacer posible esta reunión, y el profundo conocimiento de ambas instituciones que posee el Sr. Guirirab garantizará que nuestro diálogo dé los resultados esperados.

Nos encontramos hoy aquí para hallar formas de armonizar mejor el programa de las Naciones Unidas con la labor de los parlamentos nacionales. Como se indica en el informe del Secretario General, la colaboración entre las Naciones Unidas y los parlamentarios es cada vez más rica y se ha profundizado en torno a varias cuestiones.

El papel fundamental que ustedes, en su calidad de parlamentarios, desempeñan al garantizar que las políticas internacionales en los ámbitos del mantenimiento de la paz, los derechos humanos, el desarrollo y el medio ambiente se vean reflejadas en sus debates nacionales supone una enorme ayuda para las Naciones Unidas. Estos debates sirven para que los ciudadanos entiendan nuestra labor y, por tanto, contribuyen a que se preste un mejor apoyo a la Organización.

Por otra parte, gracias a su colaboración con nosotros, ustedes pueden aprovechar los conocimientos colectivos y especializados que aquí reunimos para adoptar decisiones sobre políticas, elaborar leyes y establecer normas para sus gobiernos.

Espero contar con su comprensión y apoyo en relación con algunas de las prioridades que he fijado para este período de sesiones de la Asamblea General.

El mundo enfrenta hoy un cúmulo de crisis terribles que nos exige efectuar cambios radicales en la arquitectura política y financiera internacional. Las crisis alimentaria, energética y financiera, todas ellas vinculadas al cambio climático, son problemas causados por el hombre, y debemos asumir la responsabilidad de resolverlas. Para llevar a cabo estos cambios se necesita un liderazgo valiente, incluso heroico, a nivel nacional. Se necesitan líderes con visión para asegurar que la crisis que presenciamos no se convierta en una tragedia prolongada para toda la humanidad.

El Secretario General Ban y yo reconocemos que los parlamentarios pueden proporcionar a las Naciones Unidas una orientación y apoyo cruciales para asegurar que nuestra Organización pueda cumplir con las responsabilidades que miles de millones de personas le han confiado.

Como ustedes saben, he definido una serie de cambios que, en mi opinión, permitirán que las Naciones Unidas, en particular la Asamblea General, recuperen la autoridad que se ha ido desviando a otras organizaciones a lo largo de las décadas. Mientras que la Asamblea General ha crecido hasta llegar a contar actualmente con 192 miembros, lo que la convierte en el órgano más representativo del mundo, su importancia no ha aumentado.

Por el contrario, algunas potencias recelosas la han despojado de gran parte de su función central en la adopción de decisiones a nivel internacional. Mi llamamiento a la democratización de las Naciones Unidas quizá suene radical, pero esta radicalidad consiste en asignar a esta institución las funciones originalmente previstas en la Carta.

Como tal vez recordarán, he convocado una serie de diálogos de alto nivel sobre la democratización de las Naciones Unidas para 2009. Todos ustedes saben cuán difícil e importante es aplicar los principios del proceso democrático a la labor de gobierno. La aplicación de estos principios es lo que determina nuestra credibilidad y eficacia, y este proceso también servirá para evaluar el sexagésimo tercer período de sesiones de la Asamblea General.

El primer diálogo estará dedicado a debatir la cuestión de la democratización de las instituciones financieras y comerciales internacionales; el segundo se centrará en la labor de la propia Asamblea y en su relación con otros órganos de las Naciones Unidas; y el tercero se ocupará de la labor del Consejo de Seguridad. La Unión Interparlamentaria ha desarrollado posturas avanzadas y constructivas sobre estos temas, y los invito a participar activamente en estos debates.

El mes pasado, ante una crisis financiera que se extendía como una epidemia por todos los rincones del planeta, convoqué a un grupo de expertos para que se reuniera con la Asamblea como primera medida para asegurar que sus 192 Estados Miembros pudieran participar en la búsqueda de soluciones para nuestros complejos problemas. Sé que la Unión Interparlamentaria también debatió esta cuestión en su Asamblea de octubre.

Debemos aprovechar el singular foro que ofrecen las Naciones Unidas para lograr un acuerdo sobre la nueva arquitectura financiera que necesita la comunidad internacional. Sólo mediante la plena participación de todos en un marco verdaderamente representativo lograremos restaurar la confianza de los ciudadanos en nuestros gobiernos e instituciones financieras.

También es prioritario que nos dotemos de los recursos necesarios para el desarrollo y, en particular, para la campaña de lucha contra la pobreza inexcusable en que vive la mitad de la población mundial. La semana que viene, los dirigentes nacionales se reunirán en Doha para celebrar la Conferencia internacional de seguimiento sobre la financiación para el desarrollo, una reunión que ha cobrado aún más importancia como consecuencia de la crisis financiera mundial. Esta conferencia será crucial para asegurar que los Estados Miembros cumplan los compromisos que han asumido, razón por la cual he decidido asistir a ella. Me complace saber que la Unión Interparlamentaria también participará, demostrando una vez más la complementariedad de nuestra labor.

A este respecto, ha sido muy alentador para mí escuchar los sinceros llamamientos que los líderes mundiales han hecho a esta Asamblea General en favor del apoyo a los pobres del mundo y la solidaridad con ellos. Líderes del Norte y del Sur han reiterado su compromiso de aportar financiación para el desarrollo. Les pido encarecidamente a ustedes que procuren que sus líderes nacionales estén representados en Doha al más alto nivel y reafirmen sus compromisos, especialmente a la luz de la crisis económica y la falta de progreso estable hacia los Objetivos de Desarrollo del Milenio.

Este año ha transcurrido ya más de la mitad del plazo acordado para alcanzar los Objetivos de Desarrollo del Milenio. Como todos saben, hemos avanzado en el logro de varios de estos objetivos, pero en la mayoría de los países los progresos han sido lentos y desiguales. Esto es sencillamente inaceptable. Apoyo el llamamiento a que se celebre una cumbre mundial en 2010 sobre los Objetivos de Desarrollo del Milenio para asegurar que podamos vigilar y ajustar continuamente las necesidades nacionales específicas relacionadas con dichos objetivos. Al ser ustedes los principales encargados de la labor de implementación, su orientación constante será fundamental para este empeño.

Personalmente, considero que el derecho a la alimentación y el derecho al agua y al saneamiento para todos son cuestiones de suma importancia, razón por la cual figuran también como prioridades de mi Presidencia. Digo esto plenamente consciente de que no podemos sacrificar ni poner en peligro de ninguna manera los Objetivos de Desarrollo del Milenio, ni en su totalidad ni en parte.

Por último, quisiera señalar que mi prioridad principal como Presidente de este período de sesiones se basa en la profunda convicción de que debemos despertar del letargo moral en que hemos caído. Pienso aprovechar la posición de influencia que ocupo actualmente -mi Presidencia- para pedir que nos tratemos unos a otros y a nuestro frágil planeta con un nuevo espíritu. Creo que en nuestra búsqueda desenfrenada del poder y la riqueza nos hemos alejado de los valores esenciales de la compasión y la solidaridad. Sé lo difícil que es insertar este tipo de llamamientos en los discursos nacionales, en particular cuando se ejerce un cargo público electivo. La gente casi nunca quiere oír malas noticias.

Hoy, sin embargo, las personas buscan liderazgo, hombres y mujeres que tengan en cuenta sus intereses y posean la visión necesaria para volver a conducirnos por el buen camino. Quieren líderes que actúen guiados por la pasión por la justicia, la equidad y la inclusividad. Quieren gobernanza basada en la justicia, la transparencia y la responsabilidad. Buscan poder participar de forma significativa en la salvación de nuestro planeta y en la lucha contra la pobreza extrema. Creo que todos los aquí presentes aspiramos a ejercer debidamente ese liderazgo.

Por lo tanto, los aliento a que transmitan mensajes difíciles a sus electores. Pueden decirles que soy yo el que los envía. Para empezar, debemos tomar medidas directas para acabar con el culto insostenible al consumo desmesurado que está contribuyendo a unos excesos abusivos y a una especulación irresponsable. Debemos tener el valor de decir a los ciudadanos la verdad sobre los sacrificios que tendremos que hacer. Estos sacrificios deben ser compartidos y no pueden imponerse sólo a los pobres, como suele ocurrir.

Pero esto no se conseguirá de la noche a la mañana. Hay muchos daños que reparar, entre ellos el de la erosión de la confianza en que debe sustentarse toda relación. Los parlamentos nacionales y las Naciones Unidas hemos de trabajar juntos para restaurar esa fe y hacernos merecedores de esa confianza.

Gracias.

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