Observaciones del Presidente de la Asamblea General de las Naciones Unidas en la ceremonia organizada con motivo del 15º aniversario del genocidio en Rwanda
Nueva York
7 de abril de 2009
Excelencias,
Señora Vicesecretaria General,
Hermanas y hermanos todos,
Nos reunimos hoy para conmemorar con gran tristeza un acontecimiento que conmocionó al mundo, pues el pesar que sentimos por el genocidio que traumatizó a Rwanda hace 15 años nos afectó profundamente a todos. El asesinato en masa y los atroces crímenes cometidos entonces sacudieron nuestra fe en la convicción -en la esperanza- de estar construyendo sociedades en las que ya no se toleren el racismo ni el odio entre grupos étnicos.
Resulta alentadora la atención que el mundo sigue prestando a los hechos ocurridos en 1994, a diferencia de muchos actos de genocidio a lo largo de la historia que no han quedado registrados ni han sido castigados. Varios presidentes poderosos han pedido disculpas por no haber hecho lo suficiente para evitar la violencia; se ha arrestado y enjuiciado a asesinos y violadores, a líderes religiosos y a políticos por los crímenes que cometieron; la comunidad internacional está tratando de ponerse de acuerdo sobre el complejo concepto de la responsabilidad de proteger a las personas cuyos derechos humanos se estén violando en forma masiva, concepto que todavía no se aplica en la práctica.
Ciertamente, el mundo siente remordimientos por haberse mantenido al margen mientras se cometían tales crímenes en estas verdes tierras. Pero esas atrocidades no surgieron de la nada. Reconocemos también que las semillas del genocidio se habían sembrado mucho antes y que se nutrieron de los letales resultados de políticas coloniales que institucionalizaron las tensiones y los resentimientos entre grupos étnicos.
Sigamos aprendiendo de la experiencia de Rwanda para analizar las raíces de los conflictos étnicos y la discriminación racial en la misma medida en que intentamos combatir la impunidad y promover la verdad y la reconciliación. Porque, si no somos conscientes de las injusticias y los agravios inherentes a nuestros sistemas económicos y sociales, seguramente seguiremos cosechando la muerte y la destrucción que éstos han sembrado.
Ahora que el mundo está entrando en una crisis cuya profundidad y duración desconocemos, es probable que resurjan los resentimientos étnicos que se mantuvieron bajo la superficie en tiempos mejores. De nosotros depende que se haga un seguimiento de los posibles focos de tensión que existen tanto en las sociedades industrializadas como en las que se encuentran en vías de desarrollo.
Debemos aprovechar todas las oportunidades de unir nuestros esfuerzos. Insto a todos los Estados Miembros, sin excepción, a que asistan a la próxima Conferencia de Examen de Durban y la apoyen. Esta Conferencia será un testimonio de la determinación o falta de ella de cada uno de nosotros y de todos colectivamente, en este momento de la historia, de combatir y eliminar todas las manifestaciones del racismo, la discriminación racial, la xenofobia y las formas conexas de intolerancia.
Que la tragedia de Rwanda sea un recordatorio y nos dé el impulso necesario para aunar la determinación colectiva, combatir el racismo y afirmar la dignidad humana de todos nuestros hermanos y hermanas. Con nuestra diligencia y nuestra participación personal, podemos contrarrestar la indiferencia que genera inacción y las injusticias que llevan a la violencia y a la tragedia humana del genocidio.
Gracias.