Discurso del Presidente de la Asamblea General de las Naciones Unidas en el diálogo temático interactivo sobre el acceso a la educación en situaciones de emergencia, posteriores a crisis y de transición resultantes de conflictos provocados por el hombre o de desastres naturales.

Nueva York

18 de marzo de 2009

Su excelencia Sr. Pierre Nkurunziza
Excelencias,
Alteza,
Colegas de las Naciones Unidas,
Señores representantes de la sociedad civil,
Queridas hermanas y hermanos,

En el discurso inaugural que pronuncié ante la Asamblea General el pasado mes de septiembre, dije que dedicaría mi Presidencia del sexágesimo tercer período de sesiones a los pobres y oprimidos del mundo. Algunos se preguntaron cómo se reflejaría esto en la labor de la Asamblea. El diálogo que mantendremos hoy sobre el derecho de los niños a la educación es una respuesta concreta a esta pregunta. Me complace que estemos examinando el derecho a la educación de estos jóvenes cuyas vidas han quedado trastornadas por conflictos violentos y por calamidades derivadas de desastres naturales. Son ellos precisamente las personas a quienes me refería y quienes deberían revestir prioridad en la labor de las Naciones Unidas.

Quisiera dar las gracias a los Estados Miembros que apoyaron esta iniciativa, Benin, Bosnia y Herzegovina, Burundi, Costa Rica, Nicaragua, Noruega y Qatar, y a todos ustedes por reunirse hoy con nosotros para examinar este derecho fundamental que está siendo negado a unos 75 millones de niños en todo el mundo. Estudiaremos las razones por las cuales la comunidad mundial, incluidos muchos encargados de formular políticas humanitarias de las Naciones Unidas, no ha convertido este derecho en un componente prioritario de la asistencia que presta a las comunidades convulsionadas por la violencia y los desastres. Creo que la mayoría de los aquí presentes estamos convencidos de que los niños necesitan ir a la escuela al igual que necesitan alimentos, agua y atención médica. Sin embargo, actualmente sólo seis asociados para el desarrollo incluyen la educación en su política humanitaria. Tanto nuestra Organización como sus Estados Miembros y organismos especializados deben buscar formas de integrar esta sencilla convicción en las complejas políticas de nuestras operaciones de asistencia humanitaria.

Antes de empezar, permítanme agradecer a Su Alteza la Jequesa Mozad bint Nasser Al-Minad por la entrega con que ha presionado a la comunidad mundial para que se ocupe de esta cuestión a nivel mundial, pero también, muy en especial, a nivel local. Como quizás sepan, Su Alteza viene trabajando incansablemente para que queden rehabilitadas lo antes posible las decenas de escuelas patrocinadas por la Naciones Unidas que resultaron dañadas en la horrible invasión que sufrió el territorio palestino de Gaza hace dos meses. Ella ha defendido esta causa, y el Gobierno de Qatar ha desempeñado un papel fundamental en la recaudación de los fondos necesarios para reconstruir el entorno educativo seguro y acogedor que tan desesperadamente necesitan los niños y jóvenes.

La labor que ha realizado Su Alteza en el ámbito internacional para defender, promover y apoyar el derecho a la educación, incluso, y muy especialmente, en situaciones de conflicto armado, es una muestra clara de su profunda convicción de que los niños y jóvenes que se ven obligados a soportar situaciones de adversidad, a veces desde su nacimiento, tienen derecho a un futuro digno y a un propósito en la vida. La educación es el camino hacia el pleno ejercicio de todos los demás derechos humanos. Al igual que Su Alteza, estoy convencido de que, incluso en las peores situaciones, el acceso a la educación y a un entorno educativo seguro permite crear oasis de normalidad que ayudan a los estudiantes y a sus comunidades a recuperarse y a crecer pese al trauma de la violencia y el desastre que ven a su alrededor.

Las cuestiones de las que nos ocuparemos hoy y las recomendaciones que surgirán de este diálogo interactivo deberán traducirse en políticas y programas concretos que realmente sirvan de ayuda a decenas de millones de niños y jóvenes en todo el mundo. Con demasiada frecuencia, la comunidad internacional ha incumplido su obligación de proteger a estos grupos vulnerables. No debemos agravar esta injusticia negándoles los medios para salir de su desesperada situación. El acceso sostenido a una educación de calidad ininterrumpida significa para ellos una "salida" y, además, es su derecho.

El de Gaza es sólo uno de los muchos conflictos y desastres que están interrumpiendo, y en algunos casos truncando definitivamente, la educación de unos 75 millones de niños en todo el mundo. Hoy escucharemos a niños y profesores, así como a encargados de formular políticas, hablar sobre experiencias concretas y sobre lecciones aprendidas mediante ensayo y error, actuaciones prácticas y una labor de reflexión. Oiremos el relato de un maestro que trabajó en Haití tras los devastadores huracanes que asolaron ese país; a jóvenes de Nepal que movilizaron a sus comunidades en medio de un clima de insurgencia para crear escuelas que sirvieran de "zonas de paz"; y a funcionarios que trabajan en África, Asia, el Oriente Medio, el Caribe y América Latina.

Creo que la variedad de participantes con la que contamos hoy, desde pedagogos y docentes hasta funcionarios públicos de Haití, el Afganistán, Nepal y Burundi, nos ayudará a dar mayor relevancia al derecho a la educación. Lo que es más importante, debemos hallar formas de intensificar la labor normativa y operacional de las Naciones Unidas, los gobiernos y las organizaciones no gubernamentales integrando mejor el derecho a la educación en la respuesta humanitaria.

Hemos de asegurarnos de que alimentamos a los jóvenes no sólo física sino también intelectualmente, creando lugares seguros para los estudiantes y para sus comunidades. Demos a estos niños y niñas, jóvenes y mujeres la oportunidad de contribuir a la recuperación y el futuro de sus sociedades. Démosles esperanza aprendiendo a superar obstáculos que, en medio del caos, seguramente parecen infranqueables. Tenemos ante nosotros una auténtica ocasión de transformar la pobreza y la opresión en oportunidad e integración. Estoy seguro de que esta reunión tan especial añadirá verdadero valor a este debate.

Gracias.

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