Mensaje del Presidente de la Asamblea General de las Naciones Unidas Para la Conferencia Mundial "Modelo de la ONU"

Ginebra, 5 a 7 de agosto de 2009

Me complace tener la oportunidad de compartir con ustedes algunos pensamientos acerca de la Conferencia Mundial "Modelo de la ONU" que celebrarán próximamente. Los felicito por haber sido elegidos para participar en este excepcional encuentro mundial. Su participación es muestra de su dedicación y talento, y nos honra que hayan dedicado tanto tiempo a aprender sobre las Naciones Unidas y su funcionamiento.

Se están reuniendo en Ginebra en un momento en que el mundo se encuentra ante una extraordinaria convergencia de crisis mundiales que afectan nuestra supervivencia misma en esta Madre Tierra. Estoy convencido de que las Naciones Unidas y los 192 países que componen la Asamblea General tienen un papel fundamental que desempeñar en el logro de soluciones a los desafíos que tenemos ante nosotros. Creo que sólo unas Naciones Unidas verdaderamente democráticas, que tengan en cuenta las preocupaciones y los intereses de todos los pueblos, nos permitirán trascender nuestros intereses puramente nacionales y concentrarnos en el bien mundial. Ustedes están aprendiendo cuán difíciles resultan estos desafíos y cuán gratificante puede ser trabajar juntos para solucionar los problemas que compartimos.

Cuando yo tenía su edad, no éramos conscientes del daño que estábamos infligiendo a nuestro planeta. Éramos optimistas. Estábamos seguros de que podríamos erradicar la pobreza y la ignorancia durante nuestra vida. Tengo que decir que les debemos una disculpa.

Ustedes van a heredar un mundo que ha sido descaradamente desatendido. Hemos permitido que el egoísmo desenfrenado rija nuestra vida y nuestras decisiones nacionales. En lugar de reconocer la verdad fundamental de que todos somos hermanos y hermanas, hemos dado prioridad cada uno a nuestros propios intereses particulares. Ahora, nuestro medio ambiente está amenazado y en nuestras economías reina el caos. No podemos satisfacer las necesidades de la mayoría de las personas del planeta.

Nuestra reciente prosperidad se ha convertido en una alocada carrera hacia el consumismo y la extravagancia. En lugar de ser los administradores de nuestro medio ambiente, nos hemos convertido en terratenientes despiadados, que procuran obtener beneficios y poder a toda costa. Y ahora, más que en cualquier momento desde la Gran Depresión de los años treinta, estamos presenciando el fracaso de un sistema económico y unos valores que, durante mucho tiempo, fueron aceptados como la mejor forma de organizar nuestras sociedades. Estamos siendo testigos de los fallos mayúsculos y los increíbles excesos de este sistema. Creo que la quiebra de nuestros bancos y empresas revela una bancarrota moral que también debemos afrontar.

Vivimos un momento de transformación de la humanidad. La mayoría de nosotros vemos que nuestra conciencia no puede estar tranquila sabiendo que nuestra prosperidad y nuestros privilegios se basan en la violación diaria y sistémica del derecho de miles de millones de personas a acceder al agua limpia, la educación, el empleo, la seguridad y la dignidad. Ustedes saben que esto es insostenible. Ahora les corresponde idear alternativas humanitarias a estos paradigmas fallidos.

Yo ya estoy viejo, pero sigo teniendo una ardiente fe en la humanidad. He dedicado mi Presidencia a los pobres y oprimidos del mundo, que esperan de las Naciones Unidas, de todos nosotros, que nos solidaricemos con ellos. Los insto a ustedes, los jóvenes, que saben casi instintivamente qué está fallando en el mundo, a aprovechar esta oportunidad para hacer frente a estos desafíos y estos dilemas morales y éticos a través de la experiencia del Modelo de la ONU.

Les pido que, al recrear la labor de las Comisiones de la Asamblea General, los debates del Consejo de Seguridad y las deliberaciones del Consejo Económico y Social, tengan en cuenta la verdad fundamental que debería primar sobre sus consideraciones como delegados de naciones soberanas: que todos somos hermanos y hermanas. Como tales, debemos tomar medidas y aplicar políticas que garanticen el respeto de los intereses y preocupaciones de todas las naciones, los pueblos y las personas.

Debemos reafirmar también nuestro compromiso con la democracia en todos los niveles de la vida pública. Debemos asegurarnos de que nuestros gobiernos y las Naciones Unidas realmente promuevan la justicia y la dignidad, el comercio justo, el desarrollo sostenible y la búsqueda de la paz entre las naciones y los pueblos. Los insto a poner su pasión y su energía al servicio de nuestro planeta y de la preciosa vida que éste sustenta. Es mucho pedir, pero contamos con ustedes.

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