Discurso del presidente de la Asamblea General en el debate de alto nivel sobre el tema de la financiación de la educación para alcanzar los objetivos de la Educación para Todos, celebrado con motivo de la Conferencia de seguimiento sobre la financiación para el desarrollo

Doha

30 de noviembre de 2008

Alteza,
Señor Secretario General,
Señor Director General,
Excelencias,
Amigos todos,

Me complace profundamente unirme a ustedes en este acto especial, que se celebra en el marco de esta muy productiva Conferencia sobre la financiación para el desarrollo a fin de poner de relieve la importantísima cuestión de la financiación de la educación, en particular para las poblaciones vulnerables que viven en situaciones de conflicto o de desastre natural. Agradezco a Su Alteza la Jequesa Mozah bint Nasser Al-Misnad por haberme invitado a esta reunión en su calidad de Enviada Especial de la UNESCO para la Educación Básica y Superior. Me honra sumarme a ella y al Sr. Koichiro Matsuura, Director General de la UNESCO, y agradezco a ambos que hayan señalado a nuestra atención este tema en esta reunión de Doha.

Como señaló Su Alteza, el Emir de Qatar, en el discurso inaugural de la Conferencia que pronunció ayer, ninguna sociedad puede desarrollarse si la población no cuenta con la educación y los recursos necesarios para contribuir a ese desarrollo. El objetivo esencial de nuestra reunión en Doha es reafirmar los compromisos contraídos por los países donantes y los países en desarrollo de asignar suficientes recursos humanos, financieros y materiales a programas sociales para el desarrollo de nuestro recurso más valioso: nuestros niños, nuestros pueblos.

Cabe preguntarnos por qué es tan difícil obtener esta inversión cuando su importancia es tan evidente.

La UNESCO y otros miembros del sistema de las Naciones Unidas, como el UNICEF, el PNUD y el Fondo de Población de las Naciones Unidas, han tenido que invertir grandes esfuerzos y actividades de fomento para hacer que la Educación para Todos se convierta en un componente central de nuestra labor colectiva en la Organización. Hemos avanzado mucho desde la conferencia pionera celebrada en 1990 en Jomtien (Tailandia) bajo el lema "Educación para Todos: Satisfacción de las necesidades básicas de aprendizaje". Esta fue la primera de varias conferencias sobre el desarrollo que han determinado el nuevo programa de las Naciones Unidas de desarrollo centrado en las personas.

En la actualidad, es vergonzoso que los países en desarrollo sigan encontrando dificultades para proporcionar este derecho básico a la educación gratuita y obligatoria. A estas dificultades se suma el terrible cúmulo de crisis que ahora amenaza con sumir a millones de personas más en la pobreza extrema. La recesión mundial inevitablemente reduce también las posibilidades de alcanzar los dos Objetivos de Desarrollo del Milenio relativos a la educación.

Además, los conflictos civiles y las guerras de agresión que actualmente siembran la devastación en países como el Iraq y el Afganistán están consumiendo recursos financieros importantes para el desarrollo en esos y otros países. Los conflictos armados también alteran la educación primaria y secundaria de decenas de millones de niños en zonas de conflicto, desde Palestina hasta Colombia, el Sudán o Sri Lanka.

Pensamos en un país como Somalia, cuyo sistema de educación pública se ha ido debilitando hasta prácticamente desaparecer desde 1991. Eso significa que hay toda una generación de jóvenes que no ha recibido una enseñanza formal. El único recurso para los jóvenes somalíes es convertirse en parte de la violencia sin fin que se alimenta de la pobreza, el analfabetismo, la ignorancia y el abandono. Es una tragedia que debamos ver a una nueva generación de niñas y niños nacer en una situación de desesperanza tal.

Las Naciones Unidas están haciendo un gran esfuerzo por atender a las necesidades de estas poblaciones vulnerables en las zonas de conflicto. Gracias a una serie de importantes reformas, estamos respondiendo con mucha más eficacia a los desastres naturales que siguen ocurriendo a un ritmo cada vez más rápido. Reconocemos ahora la importancia de que las actividades cada vez más complejas de asistencia humanitaria y recuperación incluyan un componente educativo para niños y niñas, así como para mujeres y ex combatientes. Es necesario proveer a estas personas de conocimientos básicos para reforzar la labor de recuperación en las sociedades que salen de conflictos y reducir el riesgo de recaer en la violencia.

Bajo la falta de escuelas gratuitas, seguras y dotadas de medios suficientes para los niños en zonas de conflicto se oculta el hecho de que, a diferencia, por ejemplo, de las costosísimas campañas de lucha contra el VIH/SIDA, la enseñanza sigue suponiendo una inversión relativamente modesta que sin embargo beneficia a toda la sociedad. En situaciones de emergencia y reconstrucción, la educación salva vidas y ayuda a restaurar la calidad de vida de la población en general. Se convierte en una fuente de esperanza.

Las Naciones Unidas son conscientes de que su labor adolece de una falta de coherencia en este ámbito y están centrando ahora su atención en el derecho a la enseñanza, especialmente en circunstancias tan difíciles. Creo que avanzaremos más rápidamente cuando abordemos el problema de la educación como un reto sistémico que ha de integrarse en otros programas sociales, en particular los relacionados con la salud, la creación de empleo, el adelanto de la mujer y la organización a nivel de las comunidades. Las Naciones Unidas están especialmente bien preparadas para explorar estas estrategias integradas. No obstante, es significativo que el Relator Especial sobre el derecho a la educación haya informado recientemente que el derecho a la educación en situaciones de emergencia es el más difícil de proteger y que el problema se está agravando.

Inspirado en parte por la labor de la UNESCO y por las dinámicas iniciativas de las organizaciones de la sociedad civil, me he comprometido a hacer que la Asamblea General otorgue prioridad a esta cuestión fundamental durante el sexagésimo tercer período de sesiones. He anunciado a los Estados Miembros que convocaré un debate oficioso la próxima primavera sobre el tema del acceso a la educación en situaciones de emergencia, posteriores a crisis y de transición causadas por conflictos humanos o desastres naturales.

He instado reiteradas veces a los Estados Miembros a que presten especial atención a los derechos y necesidades de los niños, jóvenes y adultos, en especial las niñas y mujeres, que se encuentran en situaciones de conflicto armado o desastre natural.

El debate de nuestra Asamblea sobre el tema servirá de oportunidad para que la comunidad mundial, la totalidad de los 192 Estados Miembros de las Naciones Unidas, analice nuestras deficiencias y haga una mejor supervisión de las iniciativas que se están desarrollando actualmente para llegar a esos niños. Al proteger el derecho a la educación en situaciones de emergencia, los gobiernos y la comunidad internacional estarán transmitiendo a las poblaciones afectadas un claro mensaje de esperanza en el futuro.

Por último, quisiera aprovechar esta oportunidad para encomiar a Su Alteza la Jequesa Mozah bint Nasser Al-Misnad por su compromiso con esta causa. Su activismo en favor del creciente número de personas afectadas por desastres naturales y conflictos armados es un ejemplo que todos deberíamos seguir. Sin duda, su perseverancia hará posible la creación de oportunidades educativas que traerán la normalidad incluso a los entornos más turbulentos.

Estimados amigos, Alteza, sé que puedo contar con su cooperación y los invito a participar personalmente en esta iniciativa. Nuestra reunión de Doha nos brinda oportunidades como ésta para intercambiar mejores prácticas y analizar nuevos ámbitos de cooperación sobre estas cuestiones, que son de vida o muerte para nuestros pueblos y sociedades. Espero con interés escuchar sus opiniones al respecto ahora y en los próximos meses.

Gracias.

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