Observaciones del Presidente de la Asamblea General en la conferencia sobre el Fondo central para la acción en casos de emergencia de 2008

Naciones Unidas, Nueva York

4 de diciembre de 2008

[presentadas por la Excma. Sra. Enkhtsetseg Ochir, Vicepresidenta de la Asamblea General y Representante Permanente de Mongolia ante las Naciones Unidas]

Excelencias,
Sr. Secretario General,
Sr. Secretario General Adjunto,
Señoras y señores,

Me complace transmitir en nombre del Presidente de la Asamblea General de las Naciones Unidas algunas observaciones relativas a esta conferencia sobre el Fondo central para la acción en casos de emergencia. El Presidente Miguel d'Escoto se encuentra de viaje de regreso de Doha y lamenta no poder estar aquí con nosotros.

Diciembre es un mes apropiado para repasar lo bueno y lo malo del año en curso y fijar nuestros objetivos para el próximo año. En lo que respecta a los desafíos planteados por las emergencias humanitarias en 2008, los últimos meses pasarán a la historia por el resurgimiento del conflicto y la crueldad en la República Democrática del Congo y por la sucesión de desastres naturales que golpearon a China, Myanmar y el Caribe. También los recordaremos por la turbulencia económica que hizo aumentar los precios de los alimentos a unos niveles inasequibles para millones de familias pobres y por la crisis financiera mundial que sigue teniendo fuertes repercusiones en todas las economías del mundo, tanto las ricas como las pobres.

También fue un año en el que muchos de nosotros vimos confirmados nuestros temores de que tanto los desastres naturales como los provocados por el hombre seguramente se multipliquen en el futuro próximo. En efecto, estamos quizás ante la calma antes de la tormenta, una tormenta que se desatará primero y con más furia sobre las poblaciones pobres.

Todas estas emergencias han hecho más imprescindible la asistencia humanitaria y, al mismo tiempo, han reducido la capacidad de muchos de prestar ayuda financiera. También amenazan con invertir los logros que tanto costó alcanzar para la consecución de los Objetivos de Desarrollo del Milenio. La Asamblea General, en sus debates de alto nivel sobre las necesidades especiales de África y sobre los Objetivos de Desarrollo del Milenio, decidió que no podemos dejar que esto ocurra. En la Conferencia internacional de seguimiento sobre la financiación para el desarrollo, que acaba de concluir en Doha, decidimos de nuevo, por consenso, colaborar más estrechamente para proteger a las poblaciones vulnerables del mundo de las fuerzas que están más allá de su alcance.

El Fondo central para la acción en casos de emergencia, que fue creado por la Asamblea General y cumplirá tres años este mes, es un mecanismo para lograr esto. Como han escuchado decir al Secretario General Ban y al Secretario General Adjunto Holmes, el Fondo ha tenido éxito durante sus primeros años, en los que ha aportado más de mil millones de dólares para programas de emergencia en unos 67 países.

La actuación del Fondo en Haití este año es un buen ejemplo de cómo éste cumple su doble objetivo de adoptar sus decisiones en materia de financiación de forma más rápida y justa y prestar ayuda a los Estados Miembros en función de sus necesidades. En los últimos meses, el Fondo ha respondido a las necesidades surgidas en Haití, el país más pobre del hemisferio occidental, que se está viendo asolado por una sucesión de tormentas y por el aumento desorbitado de los precios de los alimentos.

El Fondo central para la acción en casos de emergencia fue uno de los primeros donantes en proporcionar financiación tras los huracanes que se produjeron en septiembre y aportó 4,3 millones de dólares para programas de emergencia seleccionados por el Coordinador de asuntos humanitarios de las Naciones Unidas en consulta con el Gobierno. Cuando el llamamiento humanitario, que hasta ahora sólo cuenta con el 41% de la financiación necesaria, no pudo obtener fondos suficientes para la ejecución de programas agrícolas cruciales, el Fondo suministró alrededor de 5,8 millones de dólares procedentes de una reserva de 100 millones que había establecido el Secretario General para responder a la crisis alimentaria mundial.

Haití es un ejemplo del éxito del Fondo de otro modo importante: aunque es un país en desarrollo, ha elegido contribuir también a éste. Por eso, considero que una de las mejores formas de evaluar el éxito del Fondo es mirar el mapa. Allí verán que más de la tercera parte de los miembros de la Asamblea General ha recibido asistencia por conducto del Fondo. Casi la mitad de los miembros de la Asamblea han contribuido a él, y cerca de 20 han aportado y recibido asistencia.

Encuentro alentador que países de todas las regiones -desde Azerbaiyán hasta el Ecuador, desde Mongolia hasta Nigeria, desde San Marino hasta los Emiratos Árabes Unidos - hayan contribuido al Fondo. Cabe destacar que 17 países, entre ellos Bangladesh, Filipinas, Indonesia, el Pakistán, el Perú y Sri Lanka, son tanto donantes como receptores del Fondo.

Cada año, en esta época, el Fondo recibe más de una docena de nuevos donantes. Hoy, con siete nuevos contribuyentes, el Fondo llegará a tener más de 100 donantes. Si a estos se suman sólo 11 donantes nuevos más, el Fondo habrá duplicado el número de países contribuyentes en sus tres primeros años.

Me permito hacerme eco del llamamiento formulado por el Secretario General a que todos los Estados Miembros hagan al menos una donación simbólica al Fondo. En un momento en que las demostraciones de solidaridad internacional revisten una urgencia renovada, esto demuestra que podemos adoptar medidas concretas para ayudar a las víctimas de desastres naturales y conflictos en todo el mundo. Nuestra solidaridad garantiza que el Fondo central para la acción en casos de emergencia se convierta exactamente en lo que los Estados Miembros de la Asamblea General pretendían al crearlo: un fondo de todos, para todos.

Gracias.

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