Discurso pronunciado con motivo de la apertura del debate general de la Asamblea General de las Naciones Unidas

Nueva York, 23 de septiembre del 2008

Excelentísimos Señores y Señoras Jefes de Estado y de Gobierno,
Señores Vice Presidentes, Cancilleres y otros representantes de los 192 Estados Miembros de nuestra Organización,
Señor Secretario General,
Amigos y Amigas todos,

Para mi es un gran honor dirigirme a ustedes en ocasión de dar inicio al Debate General de esta sexagésima tercera Asamblea. El panorama internacional en estos momentos no es nada alagador. De hecho, la presente coyuntura en nuestro mundo es aún más seria que la de hace 63 años, cuando se creó las Naciones Unidas.

Este es un momento en el que convergen una serie de grandes crisis interrelacionadas. Pero las crisis no necesariamente tienen que convertirse en tragedias. Estamos en un momento maravilloso de grandes oportunidades para introducir medidas correctivas en nuestro proceder, en la forma de interrelacionarnos entre nosotros y todos nosotros con la Madre Tierra y la naturaleza en general.

Para poder aprovechar las oportunidades que las diferentes crisis nos presentan, tenemos que pasar de la etapa de lamentaciones, discursos y declaraciones de buenas intenciones, a la etapa de la ACCIÓN basada en decisiones firmes por sustituir el individualismo y egoísmo de la cultura dominante y hacer de la solidaridad humana una norma inquebrantable de conducta.

Nuestra Organización ha hecho muchas cosas muy loables, cosas que, si no hubiera existido las Naciones Unidas, seguramente no se hubieran podido lograr.

No obstante, si hacemos una evaluación de los avances de las Naciones Unidas desde la perspectiva de los principales objetivos por los que se formó, tendríamos que admitir que en cuanto a la eliminación de las guerras, el desarme y la seguridad internacional, hemos fracasado.

Al suscribir la Carta de las Naciones Unidas, todos nos comprometimos a respetar ciertos principios que, si realmente todos los Miembros Estados los hubieran respetado, el mundo estaría hoy en mucho mejores condiciones para enfrentar los retos del siglo XXI.

El mundo, nuestro mundo, Excelencias, está enfermo y su enfermedad es aquello que, hace más de cien años, Tolstoi calificó como egoísmo demencial.

Algunos dicen que esto es ya algo irreversible-que ya no hay nada que hacer. Yo pienso que ese es un derrotismo peligroso que sólo logrará paralizarnos y garantizar que nos sigamos hundiendo, hasta perecer, en el pantano del egoísmo demencial y suicida en el que nos encontramos.

Más de la mitad de los seres humanos en la Tierra languidecen en el hambre y la pobreza mientras que, por otro lado, cada vez se gasta más en armas, guerras, lujos y cosas totalmente superfluas e innecesarias. Debemos rechazar la tentación de enterrar nuestras cabezas en la arena y pretender negar la realidad. Reconozcamos con valentía las grandes inequidades en el mundo y dentro de la mayor parte de nuestras naciones, incluso en muchas de las más desarrolladas. Esas inequidades son bombas de tiempo que, por mucho que las ignoremos, no desaparecerán.

Además del problema del hambre, la pobreza y el alto precio de los alimentos, hay muchos otros problemas cuya naturaleza antropogénica ya nadie se atreve a cuestionar. Estos son los problemas de cambio climático, de los esfuerzos por privatizar el agua y de derrocharla como si fuera un recurso inagotable, el armamentismo, el terrorismo, el tráfico humano, la situación de Palestina, la asistencia humanitaria, género, el caso de los niños y niñas en situaciones especiales de conflicto armado o de desastre humanitario.

Estos son los problemas más acuciantes por los que está atravesando hoy nuestro mundo. Todos son CAUSADOS por el hombre y todos tienen como una de sus causas principales la falta de democracia en las Naciones Unidas. Unos pocos Estados, motivados por su lógica egoísta, toman decisiones y los pobres del mundo son los que pagan las consecuencias.

Las decisiones que traen las más serias consecuencias para la membresía no pasan por la Asamblea General y, en todo caso, las resoluciones de la Asamblea General, es decir, de los representantes de ese "Nosotros los Pueblos" en cuyo nombre nuestra Organización se constituyó, se toman como simples recomendaciones que campantemente se ignoran aunque representen el deseo del 95% de los Miembros.

La actual crisis financiera sumada a la del alto costo de los alimentos y a los estragos humanitarios producidos por los recurrentes fenómenos naturales, tendrán muy serias consecuencias que dificultarán un avance significativo, si es que hay alguno, en el cumplimiento de los objetivos establecidos en las Metas para el Desarrollo de Milenio, de por si insuficientes. Los pobres son los que siempre pagan las consecuencias de la codicia desenfrenada y de la irresponsabilidad de los poderosos.

Mis queridísimos hermanos y hermanas todos,

El mundo ha llegado a un momento en que no tenemos alternativa-o nos amamos los unos a los otros o nos morimos todos; o nos tratamos como hermanos y hermanas o presenciaremos el principio del fin de nuestra especie humana. Pero si optamos por entrar en la lógica de la solidaridad, reconociéndonos como hermanos y hermanas, estaremos abriendo nuevos horizontes de vida y esperanza para todos.

Esto es lo que el mundo entero y, en particular los desposeídos de la Tierra, esperan escuchar de este magno encuentro donde se han dado cita un centenar de Jefes de Estado y de Gobierno. Quieren escuchar el compromiso de todos de defender las Naciones Unidas estando claros de que eso implica el respeto y la defensa de los principios en que se sustenta nuestra Organización. El primero de esos es el de la igualdad soberana de todos los Estados Miembros y el segundo es el de la obligación, de todos, de cumplir con los compromisos asumidos bajo la Carta. No hacerlo, además de constituir un serio incumplimiento con compromisos internacionales, sería un atentado contra las Naciones Unidas y su efectividad en la lucha por la paz.

El año 2009 ha sido oficialmente designado por las Naciones Unidas como el año de la Reconciliación. Desde ya tenemos que meternos en esa dinámica. De este Debate General tenemos que salir reconciliados, comprometidos con no seguir tratándonos con prepotencia y con no seguir agrediéndonos los unos a los otros. Tenemos que perdonar a los que nos puedan haber causado mucho dolor y sufrimiento pero que, de ahora en adelante, están dispuestos a no volver a agredirnos.

El perdón nunca es señal de debilidad. Todo lo contrario, se necesita mucha fuerza espiritual para perdonar y no permitir que los recuerdos da atropellos pasados se conviertan en obstáculos para lograr forjar los niveles de unidad y solidaridad que necesitamos en la construcción de un mundo nuevo-concientes de que otro mundo es posible.

Ya prontito tendré el gran honor y privilegio de comenzar a invitar a cada uno de ustedes para que, como representantes de Estados Miembros de nuestra Organización, vayan uno por uno exponiendo su visión de cómo debemos enfrentar los grandes retos del momento y cómo vamos a lograr la unidad necesaria para hacerlo con efectividad.

El primero a quien estaré, con mucho orgullo y alegría, llamando a hacer uso de la palabra es un amigo queridísimo de hace ya muchos años, el Presidente Lula del Brasil, el país mas grande de mi patria grande, es decir, de America Latina y el Caribe.

Inmediatamente después tendré el gran honor de llamar a nuestro querido hermano, el Presidente Bush, y de estrechar su mano. Lo que él tenga que decirnos será de gran importancia para el mundo. Inmediatamente después llamaré a nuestro también muy querido hermano, el Presidente Sarkozy de Francia quien también es actualmente presidente de la Unión Europea. Después vendrán los presidentes de Filipinas, Gabón, Bahrain, de mi patria Nicaragua, Liberia, Turquía, Argentina, Madagascar, Serbia, y el de la República Unida de Tanzania, actualmente, también presidente de la Unión Africana. Yo estoy seguro de que el espíritu de nuestro queridísimo hermano y amigo, Julius Nyerere nos estará acompañando y ayudándonos a lograr los nobles objetivos de este Debate General.

Estas mis palabras introductorias son salidas del corazón y han pretendido ser una especie de abrazo fraterno para todos y todas ustedes, sin exclusión de nadie, in caritate non ficta, con amor no fingido, para expresarlo en palabras del apóstol Pablo que a mí siempre me han gustado mucho.

Muchas gracias.

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