Declaración del Presidente de la Asamblea General en la mesa redonda interactiva sobre la crisis financiera mundial

Sede de las Naciones Unidas , Nueva York

30 de octubre de 2008

Excelencias,
Estimados colegas,
Amigos todos,

Quisiera agradecerles a todos por estar aquí con nosotros esta mañana. Hemos pedido a este distinguido grupo de invitados que nos transmitan sus opiniones sobre la crisis económica que se ha propagado ya como la peste a casi todos los países del mundo. Están aquí reunidos algunos de los expertos mejor informados, con el objetivo de orientar nuestra actuación urgente a fin de hallar soluciones a largo plazo para esta crisis que tantas caras presenta.

Espero que este grupo determine medidas que se puedan recomendar a los Estados Miembros para asegurar un orden económico mundial más estable y sostenible.

También espero que nuestro intercambio nos proporcione un mandato más detallado para la labor del grupo de trabajo que el Profesor Stiglitz ha aceptado presidir. Hemos de considerar esta sesión como parte integrante de un proceso permanente de consultas entre los Estados Miembros que orientará la adopción de una serie de medidas valientes en el futuro próximo.

Estamos sumidos en una compleja crisis económica cuyas dimensiones no son todavía claras pero cuyas consecuencias serán decisivas.

Lo que en tiempos se describió benévolamente como una "exuberancia irracional", ha quedado ahora de manifiesto como lo que verdaderamente es: avaricia desenfrenada y corrupción generalizada, de las que son cómplices unos gobiernos que han olvidado su responsabilidad de proteger a los ciudadanos. La credibilidad de los agentes más poderosos se ha venido abajo. La confianza, ese elemento tan preciado y esencial del intercambio humano, ha desaparecido. El mundo está sufriendo retrocesos que ya están causando un sufrimiento indecible. Para algunos, las consecuencias son fatales.

No es razonable sugerir que con unos pocos ajustes se restaurará la prosperidad y la confianza. Evidentemente, a corto plazo, los gestores financieros de los sectores público y privado están tratando de evaluar el grado de deterioro y de tomar medidas para impedir que la economía global entre en una depresión a nivel mundial, pesadilla que resulta difícil imaginar.

Efectivamente, debemos reconstruir lo que hemos destruido. Pero sería insensato volver a la misma situación de antes. La comunidad internacional tiene la responsabilidad, y la oportunidad, de determinar medidas a más largo plazo para ir más allá de la protección de los bancos, la estabilización de los mercados crediticios y las garantías a los grandes inversores. Corremos demasiado riesgo como para adoptar medidas incompletas y soluciones rápidas acordadas en privado.

Todos hemos oído muchas recomendaciones en los últimos meses. Quisiera señalar algunas de las que creo que podrían ser útiles para nuestras deliberaciones de hoy y los difíciles meses que se avecinan.

Todos los países deben poder participar en la búsqueda de soluciones, en un proceso democrático. Nuestras economías son globales e interdependientes, pero la estructura financiera mundial no se ajusta a esta realidad.

Es hora de dejar de considerar la economía mundial como el dominio privado de algunos clubes exclusivos. El G-8, el G-15 y el G 20 ya no son lo suficientemente amplios para poder resolver estos problemas. Estoy convencido de que para hallar soluciones a largo plazo será necesario incluir al G-192. Sólo con la participación de todos en un marco realmente representativo se restaurará la confianza de los ciudadanos en nuestros gobiernos e instituciones financieras.

Por consiguiente, debemos aprovechar el foro sin igual que nos proporcionan las Naciones Unidas para llegar a un acuerdo sobre la nueva estructura financiera que necesita la comunidad internacional.

Nuestra respuesta debe ser múltiple. Y debe tener en cuenta a los pobres del mundo. Los Estados Miembros han prometido de forma solemne que respetarán sus compromisos en materia de financiación para el desarrollo. Durante toda esta crisis, debemos asegurarnos de que se cumplan estas promesas.

Nuestro debate debe ser franco y no puede estar limitado por el fuerte tabú que impide desafiar a los dioses del mercado y las instituciones responsables de las políticas disfuncionales que han causado esta crisis. No ambicionamos normas mal concebidas que se descartarán en cuanto se perciba una primera muestra de "exuberancia" renovada.

Ciertamente, tampoco deseamos una nueva burbuja que vaya a evaporarse y dar como resultado un aumento increíble de la riqueza de las elites, mientras los ciudadanos bienintencionados se sienten estafados, desconcertados y peligrosamente enojados. Por encima de todo, debemos ocuparnos de los miles de millones de personas que carecen, no ya de ahorros para su jubilación, sino de alimentos suficientes para sobrevivir. Para esto, es necesario realizar algunos cambios fundamentales en nuestra mentalidad.

Debemos tener en cuenta la confluencia de crisis que enfrentamos y resistir a la tentación de volver a una situación como la anterior, que no es viable. La gobernanza de una economía mundial sostenible e inclusiva debe adaptarse a los desafíos nuevos y urgentes que nos acompañarán en el futuro próximo.

Debemos tener en cuenta la crisis alimentaria que se está desencadenando, la crisis energética y los problemas de carácter general provocados por el cambio climático.

Debemos enfrentar directamente la insostenible cultura de consumo excesivo que contribuye a que se cometan excesos desenfrenados y se genere una especulación irresponsable. Debemos tener el coraje de decir a los ciudadanos la verdad sobre los sacrificios que habrá que hacer. Estos sacrificios deben ser compartidos y no afectar únicamente a los pobres, como suele ocurrir. Todos los países, incluso los ricos y poderosos, deben adoptar una disciplina financiera, o no habrá normas internacionales eficaces.

Esto no ocurrirá de la noche a la mañana. Hay mucho daño que reparar. No se trata solamente de que, una vez más, haya sido robada la promesa de prosperidad. Se ha infligido un daño que corroe el sentido de confianza que debe subyacer a toda relación.

Nuestros debates deben ser tranquilos y reflexivos, pero nosotros hemos de guiarnos por una pasión por la justicia, la imparcialidad y la inclusión. Mediante la incorporación de nuevas voces, podemos empezar a restaurar ese fundamental sentido de la confianza - en el otro, en nuestros gobiernos, en las Naciones Unidas y en otras instituciones internacionales.

A fin de avanzar en nuestras deliberaciones, hemos convocado a un grupo de expertos de alto nivel para que intercambien opiniones con ustedes. El grupo lo preside el Doctor Joseph Stiglitz, de los Estados Unidos, premio Nobel de economía en 2001, ex economista jefe del Banco Mundial y profesor de la Universidad de Columbia.

Entre otros miembros del grupo figuran el Profesor Prabhat Patnaik, del Centro de Estudios Económicos y Planificación de la Universidad Jawahawl Nehru de la India, y la Doctora Sakiko Fukuda-Parr, del Japón, profesora de asuntos internacionales de la New School University. Estos tres expertos serán los invitados a la mesa redonda de esta mañana.

Los tres panelistas de la sesión de la tarde serán: el Doctor Pedro Páez, Ministro de Coordinación de Política Económica del Ecuador y Coordinador del Banco del Sur; el Doctor Calestous Juma, de Kenya, que también es profesor de la Práctica del Desarrollo Internacional en el Kennedy School of Government de la Universidad de Harvard; y, finalmente, el Doctor Francois Houtart, de Bélgica, redactor jefe de la revista internacional de religión Social Compass y maestro desde hace más de 60 años de varias generaciones de pensadores del ámbito socioeconómico.

El moderador de la mesa redonda será el Doctor Paul Oquist, Asesor Principal del Presidente de la Asamblea General de las Naciones Unidas y Ministro y Secretario Privado para Políticas Nacionales del Presidente de la República de Nicaragua.

Ahora, pongamos manos a la obra. Identifiquemos las medidas que harán posible un verdadero cambio, un cambio que nos beneficie a todos, no sólo a unos cuantos en perjuicio de la mayoría. Asegurémonos de que en el núcleo de esta transformación se encuentren unas Naciones Unidas fuertes y democráticas. Ello nos devolverá la confianza y dará una renovada credibilidad, legitimidad y sostenibilidad a las políticas e instituciones que han de formar la nueva estructura financiera internacional. Declaro ahora inaugurada la mesa redonda y doy la palabra al Doctor Paul Oquist.

Gracias.

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