Discurso del Presidente de la Asamblea General de las Naciones Unidas al Consejo de Derechos Humanos

Ginebra

4 de marzo de 2009

Señor Presidente, Martin Ihoeghian Uhomoibhi,
Señora Alta Comisionada para los Derechos Humanos,
Señor Director General,
Excelentísimos señores y señoras,
Queridos amigos,
Hermanas y hermanos todos,

Me complace profundamente encontrarme hoy entre ustedes como el primer Presidente de la Asamblea General que se dirige oficialmente al Consejo de Derechos Humanos desde su creación, hace tres años. Esto es especialmente apropiado porque el Consejo, como todos ustedes saben, fue establecido por la Asamblea General después de la Cumbre Mundial 2005 para dar mayor relevancia e importancia a los derechos humanos, junto con la paz, la seguridad y el desarrollo.

En dicha Cumbre, los líderes mundiales también reafirmaron su compromiso con los principios universales de derechos humanos que con tanto esfuerzo fueron estableciendo las Naciones Unidas a lo largo de los últimos 60 años. Estos son compromisos cuyo cumplimiento todos debemos vigilar de cerca, porque, como sabemos, son nuestros propios Estados Miembros los que cometen la mayoría de las violaciones más flagrantes de los derechos humanos. Esta vigilancia debe ser especialmente rigurosa dentro del propio Consejo de Derechos Humanos para que podamos mantener su actual ímpetu, que ha adquirido un vigor renovado, y proteger mejor a nuestros ciudadanos más vulnerables.

El mundo observa con atención cómo el nuevo Consejo modifica los paradigmas de la cultura del enfrentamiento y la desconfianza que predominaron en los últimos años de la Comisión. Confiamos en que el Consejo logrará establecer ahora una nueva cultura inspirada por un liderazgo fuerte y guiada por principios de universalidad, imparcialidad, objetividad y no selectividad, y por la cooperación y el diálogo internacional constructivo. Estos principios contribuirán a la promoción y protección de todos los derechos humanos.

El mundo nos observa atentamente porque hemos hecho del Consejo de Derechos Humanos el epicentro de la esperanza y la participación de todos los pueblos y gobiernos para enfrentar los problemas mundiales en la esfera de los derechos humanos. La credibilidad y eficacia de este foro para el diálogo, la comprensión y la cooperación dirigidos a la realización universal de los derechos humanos se miden por su transparencia y ecuanimidad. Estos son desafíos a los que me referiré más adelante.

En mi calidad de Presidente de la Asamblea General, he asignado prioridad a la democratización de las Naciones Unidas. ¿Qué significa esto? Para que las Naciones Unidas cumplan con la letra y el espíritu de la Carta, la Organización debe ser verdaderamente representativa, transparente y responsable ante sus 192 Estados Miembros y ante todos los pueblos del mundo. Sólo una Asamblea General que ejerza plenamente y de manera oportuna y creíble la autoridad que le fue concedida en la Carta será merecedora de apoyo. Sólo un Consejo de Seguridad cuya composición refleje la realidad geográfica de nuestra Organización y que defienda el espíritu y la letra de nuestra Carta podrá actuar con autoridad y legitimidad. Sólo un Consejo de Derechos Humanos imbuido de un profundo compromiso con la justicia, la objetividad y la no selectividad inspirará el respeto y la confianza del mundo.

La Asamblea General y el Consejo de Derechos Humanos están inextricablemente unidos en esta búsqueda de un sistema democrático de gobernanza mundial. Como organismo principal del que depende el Consejo, esperamos que este amplíe y refuerce constantemente el conjunto de normas de derecho internacional y, lo que es tan importante en la actualidad, la aplicación de esta normativa de modo que sea respetada universalmente.

Desde su creación, el Consejo ha impulsado grandes adelantos en el ámbito de la protección de los derechos humanos. Mañana (6 de marzo), ustedes celebrarán un debate interactivo acerca de la Convención sobre los derechos de las personas con discapacidad, aprobada por la Asamblea en 2006. La Asamblea y el Consejo están trabajando juntos para promover estos derechos y debemos presionar a los Estados Miembros para que ratifiquen ese instrumento. Ustedes han aprobado la Convención Internacional para la protección de todas las personas contra las desapariciones forzadas, la Declaración sobre los derechos de los pueblos indígenas y, más recientemente, el Protocolo Facultativo del Pacto Internacional de Derechos Económicos, Sociales y Culturales, que proporciona un medio de lograr una reparación a las personas marginadas cuyos derechos económicos, sociales y culturales han sido violados y que no tienen recursos para ello en sus sistemas jurídicos nacionales. El Consejo de Derechos Humanos también ha proporcionado aportes fundamentales y significativos a los debates de la Asamblea General sobre nuevas cuestiones que generan gran preocupación, entre ellas la actual crisis alimentaria y, en los últimos tiempos, los efectos de la crisis financiera en el desarrollo.

De todos modos, es necesario que la Asamblea y el Consejo adopten un enfoque más sinérgico al ocuparse de cuestiones de derechos humanos. Debemos asegurar que nuestra labor en la Tercera Comisión, por ejemplo, refuerce y enriquezca el debate y el trabajo del Consejo en Ginebra, y viceversa. Con estos fines, invito al Consejo de Derechos Humanos a reflexionar más sobre la mejor forma de fortalecer y coordinar su labor con la de la Asamblea y a prestar más atención a las tareas y los mandatos asignados a la Tercera Comisión y al Consejo.

Los enormes desafíos que enfrenta el Consejo en un mundo en crisis lo han convertido de hecho en un órgano permanente con un mandato ambicioso y difícil. Sus acciones pasadas nos permiten entrever sus grandes posibilidades futuras. Sin embargo, para pasar de las palabras a las acciones concretas, debemos asegurarnos de que el Consejo y sus instituciones puedan funcionar sin obstáculos y de que cuenten con todos los recursos que necesiten.

Cabe mencionar, por ejemplo, la decisión 9/103 del Consejo, de 24 de septiembre de 2008, por la cual este recomendó que la Asamblea General dispusiera el establecimiento de una Oficina del Presidente del Consejo de Derechos Humanos, con una dotación de personal suficiente y el equipo necesario. También pidió medios para garantizar la traducción de la documentación de las Naciones Unidas y la transmisión por la Web de todos los períodos de sesiones del Consejo. Es evidente que esos recursos contribuirán a promover los principios de transparencia, igualdad de trato y no selectividad por los que debe regirse el Consejo y que también garantizarán una mayor cobertura y conciencia de la labor de este órgano dentro y fuera del sistema de las Naciones Unidas.

Soy también consciente de las limitaciones presupuestarias del Consejo y deseo prestar apoyo a su labor mediante el análisis de estas tres cuestiones en Nueva York, conjuntamente con el Consejo. Estoy seguro de que, si podemos obtener estos recursos, el Consejo estará en mejores condiciones de trabajar a tiempo completo para atender las crecientes demandas en la esfera de los derechos humanos, según resulte necesario.

La Asamblea General elevó la categoría del Consejo a la de un órgano subsidiario de la Asamblea, con lo que los derechos humanos pasan a ocupar un lugar central en la labor de las Naciones Unidas. Esto prepara el terreno para una mayor interacción institucional entre el Consejo y otros órganos pertinentes, como el Consejo Económico y Social.

Excelencias, deseo referirme ahora a los mecanismos del Consejo de Derechos Humanos.

El mecanismo de procedimientos especiales del Consejo es un legado de la Comisión de Derechos Humanos. No hay duda de que el sistema de expertos independientes es esencial para que la maquinaria del Consejo funcione correctamente. Los procedimientos especiales sirven como mecanismo de vanguardia para la detección temprana de cuestiones problemáticas de derechos humanos y para la protección sostenida. Mis predecesores y yo hemos organizado varios grupos de examen y debates temáticos en la Asamblea a los que se ha invitado a diversos relatores especiales del Consejo de Derechos Humanos a participar como oradores principales. Por ejemplo, sus exposiciones sobre el derecho a la alimentación, sobre el derecho a la educación y sobre la pobreza extrema fueron sumamente apreciadas por los Estados Miembros.

Considero alentadores los oportunos cambios institucionales que el Consejo ha logrado en sólo unos años. En agosto del año pasado, el Consejo inauguró su Comisión Consultiva, cuyo conjunto de expertos está proporcionando valiosos aportes a los debates del Consejo. Ustedes han abierto el Foro Social, el Foro sobre Cuestiones de las Minorías y el mecanismo de expertos sobre los derechos de los pueblos indígenas a la participación de organizaciones populares y de comunidades indígenas y de minorías, lo que ha contribuido significativamente a los debates de estos mecanismos y al Consejo.

Además, el Examen Periódico Universal constituye un avance importante en las actividades intergubernamentales de las Naciones Unidas en la esfera de los derechos humanos. La virtud de este mecanismo es que garantiza la universalidad, la objetividad y la no selectividad en la labor del sistema de las Naciones Unidas en el ámbito de los derechos humanos y reduce las estratagemas políticas que caracterizaban a la desaparecida Comisión. Aprecio el grado de transparencia y los debates constructivos que han tenido lugar hasta ahora en los períodos de sesiones del grupo de trabajo y aliento a los Estados a mantener su participación de alto nivel en el proceso del Examen Periódico Universal, incluso durante el examen, la aprobación del documento final, su seguimiento y su aplicación.

Damas y caballeros, para concluir mi presentación deseo referirme a algunas cuestiones urgentes relativas a los derechos humanos en diferentes partes del mundo.

El mundo enfrenta desafíos nuevos de enormes proporciones que, por su magnitud y multiplicidad de dimensiones, exigen una respuesta colectiva y concertada. Estoy convencido de que las Naciones Unidas deben ocupar un lugar central en la respuesta a estos desafíos, entre los que se cuentan el cambio climático, la crisis alimentaria, la globalización, el terrorismo y las epidemias nuevas y sus rebrotes. Vivimos un momento especialmente difícil debido a la crisis económica y financiera. Los países en desarrollo son quienes más padecen los duros efectos de la crisis financiera. Sería sumamente injusto pretender que pospusieran la realización de derechos básicos como el derecho a la alimentación, a la educación y al acceso al agua y a servicios de saneamiento.

Gran parte de la labor de la Asamblea General en su sexagésimo tercer período de sesiones está destinada a garantizar que los países en desarrollo, especialmente los países menos adelantados, no carguen con el peso de una crisis de la que no son responsables. Celebro que el Consejo de Derechos Humanos haya convocado un período extraordinario de sesiones sobre los efectos de la crisis económica y financiera mundial en la realización y el goce universales de los derechos humanos. Esto ciertamente contribuirá a señalar a la atención de la comunidad mundial las repercusiones de esta crisis en los derechos humanos.

Por mi parte, los invito a participar en la conferencia sobre la crisis financiera y económica mundial y sus efectos sobre el desarrollo que la Asamblea General celebrará en junio de 2009. Se me ha pedido que organice esta importante reunión y actualmente estoy visitando varios países con el objetivo de asegurar que los líderes mundiales participen en ella o envíen representantes del más alto nivel. Cada vez son más los Jefes de Estado y de Gobierno que manifiestan su deseo de que dicha Conferencia adopte la forma de un período extraordinario de sesiones de la Asamblea General en que las delegaciones de los distintos países estén encabezadas por sus Jefes de Estado o de Gobierno y en que estos participen en un diálogo significativo e interactivo.

La participación de la comunidad de entidades de la esfera de los derechos humanos, encabezada por el Presidente del Consejo de Derechos Humanos y la Alta Comisionada de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos, es fundamental para garantizar que la conferencia esté imbuida de una perspectiva de derechos humanos, como parte de un cambio radical de la estructura financiera y económica que nos ha fallado tan dramáticamente.

Ya me referí a la innovadora labor del Consejo en la protección de los derechos humanos. Considero que existe una relación profunda entre el acceso al agua potable y a servicios de saneamiento y el goce de los derechos a la vida y a la salud. En efecto, el acceso al agua es indispensable para una vida digna y es un requisito previo fundamental para el goce de otros derechos humanos. Pido al Consejo que ayude a la Asamblea General a alcanzar una mayor claridad conceptual sobre la dimensión internacional de las obligaciones en la esfera de los derechos humanos de proporcionar acceso a agua potable y servicios de saneamiento, especialmente en relación con los acuerdos bilaterales de desarrollo y la cooperación bilateral. Acojo con agrado los planes de que el Consejo establezca un procedimiento especial para centrar la atención en esta cuestión. Considero alentadores los acontecimientos registrados recientemente en el ámbito del derecho internacional, con la adopción de un enfoque basado en los derechos humanos en el que este tema ha dejado de ser percibido como una cuestión de caridad para convertirse en una de derecho.

Asimismo, debemos reforzar el concepto del derecho a la alimentación, que es fundamental para el logro de los derechos establecidos a condiciones de vida adecuadas y a la salud. El derecho a la alimentación, especialmente el acceso a alimentos suficientes, está gravemente amenazado por la convergencia de crisis mundiales. Confío en que el Consejo de Derechos Humanos continúe prestando atención en forma enérgica y constante a este derecho e insto a los gobiernos y otros actores internacionales a garantizar que se otorgue prioridad a la seguridad alimentaria en sus actividades de respuesta al calentamiento del planeta y la crisis económica que pone en riesgo a tantas poblaciones vulnerables.

Otro ámbito en el que creo que el Consejo y la Asamblea pueden aunar esfuerzos es el de las cuestiones de género. La Asamblea está esforzándose por resolver la difícil cuestión de la coherencia de todo el sistema, y creo que pronto tendremos la oportunidad de establecer una nueva entidad dentro de las Naciones Unidas dedicada a la mujer, que posea la autoridad, la presencia y los recursos necesarios para atender a los problemas y las necesidades urgentes de la mitad de la población mundial. Gracias a los excelentes avances de la Asamblea General en este ámbito durante sus dos últimos períodos de sesiones, las mujeres del mundo tienen ahora a su alcance una entidad dedicada a su causa y el principio del fin de condiciones criminales como la pobreza feminizada, la violencia sexual desenfrenada y las muertes maternas evitables. Ya he afirmado que la principal prioridad de mi presidencia es revitalizar la Asamblea General y que espero contar con el apoyo del Consejo a esta iniciativa de hacer realidad la coherencia de todo el sistema de las Naciones Unidas.

Por último, insto al Consejo a centrarse en los profundos problemas creados por las violaciones masivas de los derechos humanos en el Iraq. Mientras el mundo asimila la atrocidad de la reciente invasión de Gaza, vemos en el Iraq un ejemplo contemporáneo y actual de cómo el uso ilegal de la fuerza inexorablemente genera sufrimientos a las personas y desprecio por los derechos humanos. Esto ha sentado una serie de precedentes cuya continuidad no podemos permitir. No es posible dudar de la ilegalidad del uso de la fuerza contra el Iraq, ya que es contraria a la prohibición del recurso a la fuerza establecida en el apartado 4 del Artículo 2 de la Carta de las Naciones Unidas. Pese a cualquier justificación que se intente esgrimir, las agresiones contra el Iraq y el Afganistán y la ocupación de estos países constituyen atrocidades que deben ser condenadas y repudiadas por todos aquellos que crean en el estado de derecho en las relaciones internacionales.

Diversos expertos independientes y dignos de confianza calculan que más de un millón de iraquíes han muerto como consecuencia directa de la invasión ilegal de su país. Los diversos observadores de derechos humanos de las Naciones Unidas han elaborado múltiples informes en los que documentan la letanía interminable de violaciones, que incluyen crímenes de guerra, atentados contra los derechos de la mujer y el niño y los derechos sociales, castigos colectivos, maltrato de los prisioneros de guerra y detención ilegal de civiles. Es necesario enfrentar estos problemas para poner fin a la escandalosa impunidad reinante.

¿Qué puede hacer el Consejo? Los insto a incluir en su programa la cuestión de la situación de los derechos humanos en el Iraq. Podrían estudiar la posibilidad de designar un mecanismo especial para que informe de la situación de los derechos humanos en ese país. También podrían examinar los informes de la Oficina del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos preparados por la Misión de Asistencia de las Naciones Unidas para el Iraq (UNAMI). Resulta paradójico que, durante casi 20 años antes de la invasión y ocupación dirigidas por los Estados Unidos, existiera un Relator Especial para el Iraq. Sin embargo, precisamente cuando empezó a producirse la mayor catástrofe humana del mundo en el Iraq, en 2003, este puesto fue eliminado. Según estimaciones realizadas por fuentes independientes y dignas de crédito, más de un millón de civiles han muerto en el Iraq como consecuencia directa de la agresión y ocupación encabezadas por los Estados Unidos y, sin embargo, sigue sin haber un Relator Especial. Esta es una omisión grave que es preciso corregir.

En cuanto a los crímenes perpetrados recientemente contra la población palestina en Gaza, la Asamblea General celebrará pronto una mesa redonda interactiva para examinar los informes de las misiones de investigación enviadas por el Consejo, la Alta Comisionada de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos, los relatores especiales y mi propio Asesor Superior sobre Asuntos Humanitarios, el Dr. Kevin Cahill. La Asamblea General deberá adoptar medidas sobre esta cuestión; es evidente que no podemos dejar que este asunto tan grave siga pendiente sin acarrear consecuencias.

Sin embargo, lo que es más importante, esta última agresión deja muy claro que no podemos escatimar esfuerzos para alcanzar la reconciliación de nuestros hermanos y hermanas israelíes y palestinos en el marco del derecho internacional y de plena conformidad con las resoluciones pertinentes de las Naciones Unidas a este respecto. Me he comprometido personalmente a cumplir este objetivo.

En último lugar, aunque no es menos importante, queridos hermanos y hermanas, deseo señalar a su atención la difícil situación en que se encuentran los cinco héroes cubanos que, en condiciones deplorables, siguen cumpliendo penas de prisión inauditas por haber denunciado actividades terroristas planificadas en los Estados Unidos por expatriados cubanos contra la que era su Patria con el apoyo de las autoridades estadounidenses, y por haber proporcionado información al respecto. Albergamos grandes esperanzas de que el nuevo Gobierno de los Estados Unidos introduzca cambios significativos y creíbles. La inmediata excarcelación de los cinco héroes cubanos contribuiría a reforzar nuestra confianza en que las promesas de cambio son sinceras.

Queridos hermanos y hermanas,

Tenemos mucho que hacer y nuestras responsabilidades son enormes. Estamos convencidos de que las Naciones Unidas deben desempeñar una función fundamental en la promoción y protección de los derechos que tanto ha costado establecer a lo largo de décadas. Sin embargo, se necesitan credibilidad y un liderazgo valiente para cumplir con estas responsabilidades. Debemos aprovechar las enormes reservas de fortaleza moral que existen en cada uno de nosotros para dar un paso adelante, hacer frente a los abusos de poder, reivindicar la claridad y la justicia en nuestra responsabilidad de proteger, y actuar rápidamente para evitar que la catástrofe económica que está sumiendo a nuestro mundo en las tinieblas se convierta en una prolongada tragedia humana. Para ello se necesitan asociaciones y cooperación. Pueden contar con la Asamblea General para todo esto. Y la Asamblea contará con ustedes.

Muchas gracias.

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