Discurso del Presidente de la Asamblea General de las Naciones Unidas en la reunión de clausura del diálogo temático interactivo sobre la acción colectiva para poner fin a la trata de personas

Pronunciado por el Excmo. Sr. Maged A. Abdelaziz, Representante Permanente de Egipto ante las Naciones Unidas y Vicepresidente del sexagésimo tercer período de sesiones de la Asamblea General

Nueva York, 13 de mayo de 2009

Una vez más, tengo el honor de presentar el discurso del Presidente de la Asamblea General. Sus palabras de clausura son las siguientes:

Ministro de Justicia y Derechos Humanos del Ecuador, Excelentísimo Señor Néstor Arbito Chica,
Excelencias,
Secretario General Adjunto, Señor Antonio Maria Costa,
Señoras y señores,

Estamos llegando al fin de este diálogo temático interactivo sobre la acción colectiva para poner fin a la trata de personas, y quiero dar las gracias a todos los panelistas y moderadores y, especialmente, a los delegados por su constructiva participación en este oportuno intercambio de opiniones.

Agradezco al Excelentísimo Señor Néstor Arbito Chica por su franca exposición de las actividades realizadas en el Ecuador y al Señor Antonio Maria Costa, Director General de la Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito en Viena, por haber aportado sus conocimientos especializados. El Informe Mundial sobre la Trata de Personas de esa Oficina, adecuadamente subtitulado "La trata de seres humanos: un delito que es una vergüenza para todos nosotros", y los testimonios de los oradores en nuestros tres debates interactivos nos ofrecen perturbadores y persuasivos conocimientos sobre el complejo tema que tratamos.

Hoy debemos demostrar al mundo que el sistema de las Naciones Unidas y esta Asamblea han escuchado el llamamiento a adoptar una estrategia coordinada, orientada a la acción y basada en los derechos para poner fin a este atroz crimen. La trata de personas es un fenómeno multidimensional e intersectorial del que deberían ocuparse diversos ministerios del gobierno y organizaciones intergubernamentales, bajo la dirección del sistema de las Naciones Unidas y los Estados Miembros, y con el apoyo crucial de organizaciones de la sociedad civil. Si no coordinamos mejor y ampliamos más nuestros esfuerzos, las víctimas no recibirán la protección y la asistencia a las que tienen derecho.

Además de las actividades de carácter legislativo y jurídico en curso, sabemos que sólo 22.000 de los millones de mujeres, hombres, niñas y niños envueltos en esta siniestra red de la trata son rescatados cada año por sus familias, autoridades gubernamentales y organizaciones no gubernamentales dedicadas a esta labor. No estamos proporcionando a estas personas vulnerables la protección que necesitan.

Debemos arrojar más luz sobre los problemas. Es poco probable que los cientos de miles de personas que cada año se convierten en víctimas de este comercio de esclavos moderno sepan de nuestra solidaridad con ellos. Pero son víctimas sin nombre que habitan los rincones más oscuros de nuestras sociedades, y debemos poner fin a su anonimia y a la anonimia e impunidad de sus torturadores.

En la reunión pionera que se celebró bajo el lema "La lucha contra la trata de personas: un momento crítico", organizada por la familia real del Reino de Bahrein en marzo, representantes de diversos gobiernos y de las Naciones Unidas, así como organizaciones no gubernamentales y un grupo dedicado de personas famosas de todo el mundo, acordaron un plan para lanzar una campaña mediática mundial a fin de arrojar luz sobre la corrupción que permite que proliferen estos tratantes y sus clientes. Anoche mismo, la Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito, en colaboración con el Fondo Fiduciario de la Corte Penal Internacional para las Víctimas, inauguró una exposición benéfica con la que se propone dar a conocer dos manifestaciones contemporáneas de la trata de personas: los niños soldados y el secuestro de niñas. Debemos apoyar estos esfuerzos por utilizar las artes como un instrumento estratégico para devolver a las víctimas su nombre, su identidad y el lugar que les corresponde en la sociedad.

En los últimos meses, hemos sido testigos del colapso de nuestra economía mundial, con la quiebra de miles de empresas. Estoy convencido de que esta crisis refleja también una quiebra moral generalizada, ya que nuestros propios sistemas permiten que siga existiendo la trata de personas. En efecto, en muchos países los sistemas de justicia menosprecian la gravedad de este crimen. Como se señala en el Informe Mundial sobre la Trata de Personas de la Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito, en dos de cada cinco países incluidos en el estudio no se había condenado ni a un solo tratante.

Sé que muchos de ustedes comparten mi temor de que es probable que el problema se agrave a causa del empeoramiento de la crisis económica, que podría hacer aumentar tanto el número personas vulnerables que pueden convertirse en víctimas como la demanda de mano de obra barata. En efecto, el informe sobre el trabajo forzoso publicado apenas ayer por la Organización Mundial del Trabajo debería servir para que todos los que estamos hoy aquí reunidos cobremos conciencia de la necesidad de tomar medidas rápidas y efectivas.

El pasado mes de diciembre, la Asamblea General aprobó una resolución en que instaba a mejorar la coordinación de la lucha contra la trata de personas y de la labor de protección de las víctimas. Ahora debemos trabajar para aplicar esta disposición. La resolución de la Asamblea exhorta específicamente a los gobiernos, los organismos de las Naciones Unidas, las organizaciones no gubernamentales y el sector privado a que intensifiquen sus esfuerzos y se unan para respaldar la iniciativa internacional de lucha contra la trata.

Soy consciente de la preocupación expresada hoy por algunos Estados Miembros ante el riesgo de que el plan de acción mundial debilite el Protocolo de las Naciones Unidas y sus mecanismos o represente una carga excesiva de trabajo para la Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito. No obstante, muchos panelistas han demostrado que dicho plan se basaría en los tres pilares enunciados en el Protocolo para prevenir, reprimir y sancionar la trata de personas. De esta forma, el plan de acción serviría para dar coherencia a los esfuerzos nacionales, regionales y mundiales y para asegurar que se complementan entre sí, fortaleciendo de este modo el actual marco normativo internacional.

Por estas razones, me alegra oír los llamamientos hechos en esta reunión a que se apoye la acción de la Asamblea General para elaborar un plan de acción mundial con el objeto de prevenir la trata de personas, enjuiciar a los tratantes y proteger y asistir a las víctimas. Trabajaré activamente con los 192 Estados miembros de esta Asamblea para preparar ese plan de acción.

Disponemos de tratados internacionales, un protocolo y numerosas resoluciones y declaraciones que imponen obligaciones a nuestros países: sin embargo, nos falta todavía un plan para la acción práctica a nivel mundial que incluya medidas punitivas y de restitución y combine las dimensiones de desarrollo, justicia y seguridad con un solo objetivo común; de ahí la importancia de un plan de acción de la Asamblea General que abarque todas estas dimensiones fundamentales.

Aunque la Asamblea General ha declarado en varias resoluciones importantes su compromiso de luchar contra este crimen, lo cierto es que para conseguir un cambio real, creíble y sostenido no alcanza con meras lamentaciones, declaraciones y resoluciones.

Para movilizar la voluntad política necesaria tendremos que hacer uso de las reservas de coraje moral que todos poseemos como individuos y naciones. Sólo entonces podremos llevar a cabo los cambios que necesitamos para asegurar la libertad de todos los hombres y mujeres. De esta forma, nuestros corazones y nuestra capacidad de amar y servir a los demás crecerán. Las asociaciones que se han promovido y fortalecido hoy aquí han de encabezar esta campaña. Les doy las gracias a todos una vez más por contribuir a esta noble empresa.

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