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Acabar con el machismo en Papua

Narración

En una de las zonas más remotas y menos desarrolladas del mundo, Magda Wetapo cultiva verduras.

Su aldea se sitúa en las tierras altas de Papúa, la provincia más oriental de Indonesia. Solo se puede acceder a ella por aire y apenas recibe visitantes.

Se trata de un lugar en el que los proyectos de desarrollo han tenido poco éxito.

Las costumbres tribales están muy arraigadas y esto supone que mujeres como Magda no pueden tomar decisiones sobre su vida. // Los hombres deciden cómo deben pensar, vivir y actuar.

«Los hombres eran los que tomaban las decisiones; no lo cuestionábamos porque era parte de nuestra tradición. Pensábamos que si intentábamos oponernos, nos pasaría algo malo, que podíamos contraer una enfermedad.»

El Fondo Internacional de Desarrollo Agrícola (FIDA) y el Gobierno de Indonesia han lanzado un proyecto que da a las mujeres más independencia y sienta las bases para un futuro mejor

La idea es simple: trabajan con los líderes de la aldea para identificar los problemas y encontrar soluciones.

El líder local, Esalek Lani, explica que las mujeres reciben formación y ayuda en la preparación de un presupuesto y ven como sus ideas se materializan.

«Antes vivíamos de forma tradicional. Las mujeres estaban bajo el control de los hombres. Con este proyecto, las mujeres son capaces de cultivar en grupo y estamos agradecidos por ello.»

Esto no es lo que los dirigentes masculinos de la aldea tenían en mente. Querían ganar más dinero, pero se resistían a cambiar el papel de las mujeres.

La agricultura es la principal fuente de ingresos de esta comunidad y las mujeres son las que la controlan. Después de tres meses de conversaciones, los hombres finalmente accedieron a que las mujeres recibieran formación en gestión agrícola y financiera.

Y dos años más tarde, las mujeres consiguieron tener su primera cuenta bancaria.

«Antes los hombres controlaban la agricultura y decidían cuándo plantar las cosechas. Ahora trabajamos en un grupo de mujeres, somos nosotras las que planificamos y decidimos cómo trabajar. Tomamos nuestras propias decisiones".

Magda también es más independiente en casa.
Con el dinero que gana vendiendo verduras se han cuadruplicado los ingresos de la familia. Ahora puede ahorrar para los estudios universitarios de su hijo.

Como sostén principal del hogar, las mujeres son tratadas con respeto y tienen mucha más independencia en todos los aspectos de su vida.

«Estoy muy feliz y orgullosa de que nuestras vidas hayan cambiado tanto.»

Según Ron Hartman, director de este programa, el éxito del proyecto se debe a que se centra en las necesidades de la población local y no impone soluciones desde fuera.

«Papúa es un entorno muy complicado. Se trata de un lugar muy remoto que culturalmente es bastante diferente a otras partes de Indonesia. La diferencia de este proyecto es que está diseñado específicamente para Papúa y su población. Utiliza las estructuras sociales que están sobre el terreno en lugar de imponer prácticas extranjeras. Pero lo fundamental es que apoya el potencial que estas poblaciones tienen en agricultura, que desempeña un papel fundamental en su subsistencia.»

Este proyecto piloto ya opera en más de 200 aldeas de Papúa y es posible que siga creciendo. Debido a su éxito el Gobierno indonesio quiere reproducirlo por todo el país, algo que beneficiaría a decenas de millones de personas.

Este reportaje es una producción de Joanne Levitan para las Naciones Unidas.

7 de mayo de 2015

Las mujeres de Papúa no podían cultivar, tener ingresos ni posibilidades de futuro, pero gracias a un programa del Fondo Internacional del Desarrollo Agrícola y el Gobierno de Indonesia, ahora, son agricultoras y tienen su propia cuenta bancaria. Tras el éxito de este proyecto para acabar con el machismo ancestral, el plan será replicado en todo el país.

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