Examen y evaluación de la Declaración y la Plataforma de Acción de Beijing y el documento final del vigésimo tercer período extraordinario de sesiones de la Asamblea General.
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Observaciones formuladas en la apertura del período de sesiones de la Comisión de la Condición Jurídica y Social de la Mujer con motivo del inicio de Beijing + 10

Nueva York, 28 de febrero de 2005

Me complace estar con ustedes en el momento de la apertura de este período de sesiones histórico de la Comisión de la Condición Jurídica y Social de la Mujer, período de sesiones dedicado al examen de la aplicación de la Plataforma de Acción de Beijing.

Hace diez años las mujeres se reunieron en Beijing y dieron un enorme paso hacia adelante.

En consecuencia el mundo reconoció explícitamente que la igualdad de género es fundamental para el desarrollo y la paz de todos los países.

Diez años después las mujeres no sólo son más conscientes de sus derechos sino que tienen una mayor capacidad para ejercerlos.

En este decenio hemos presenciado adelantos tangibles en muchos frentes. La expectativa de vida y las tasas de fecundidad han aumentado. Más niñas están matriculadas en escuelas primarias. Hay más mujeres que ganan un sueldo.

También hemos visto surgir nuevos desafíos. Por ejemplo, la trata de mujeres y niños, una práctica abominable pero cada vez más común o el crecimiento aterrador del VIH/SIDA entre las mujeres, en particular entre las mujeres jóvenes.

No obstante, al reflexionar sobre el decenio transcurrido, hay algo que se destaca por encima de todo lo demás: hemos aprendido que los problemas con que se enfrentan las mujeres no son problemas sin solución. Hemos aprendido qué es lo que da resultados y qué es lo que no.

Para que podamos modificar el legado histórico que coloca a la mujer en una situación de desventaja en la mayoría de las sociedades debemos aplicar lo que hemos aprendido a mayor escala. Debemos adoptar medidas concretas y bien dirigidas en diversos frentes.

El informe del Equipo de Tareas del Proyecto del Milenio sobre educación e igualdad entre los géneros expone siete prioridades estratégicas para hacer precisamente eso.

Esas prioridades representan siete inversiones y políticas concretas que pueden ser aplicadas fácilmente durante el próximo decenio en una escala lo suficientemente amplia como para lograr un cambio importante.

Primero, el aumento del acceso de las niñas a la educación secundaria y primaria. La educación es la clave para superar la mayoría de los obstáculos con que se enfrentan las niñas y las mujeres: desde ser obligadas a contraer matrimonio en edad temprana hasta la vulnerabilidad ante el VIH/SIDA y otras enfermedades.

Segundo, garantizar la salud y los derechos sexuales y reproductivos. ¿Cómo podemos lograr una verdadera igualdad cuando todos los años mueren medio millón de mujeres por causas relacionadas con el embarazo, y por causas totalmente prevenibles?

Tercero, invertir en infraestructura a fin de reducir las limitaciones de tiempo que se imponen a las mujeres y las niñas. ¿Qué perspectivas tienen las niñas y las mujeres que se ven obligadas a pasar la mitad de cada día recogiendo agua, combustible y otros elementos necesarios para sus familias?

Cuarto, garantizar los derechos de propiedad y herencia de las mujeres y las niñas. ¿Cómo pueden las mujeres superar la pobreza sin tener acceso a la tierra y a la vivienda? Sin esa garantía, ¿cómo pueden protegerse contra los efectos del VIH/SIDA?

Lo mismo se aplica a la quinta prioridad: eliminar las desigualdades de género en el empleo. Un buen trabajo es también la mejor protección que tiene la mujer para evitar caer presa de la trata.

Sexto, aumentar el número de escaños que ocupan las mujeres en los parlamentos nacionales y el gobierno local. La igualdad de oportunidades en la formulación de políticas no es sólo un derecho humano sino una condición indispensable para la buena gobernanza.

Séptimo, redoblar los esfuerzos para luchar contra la violencia contra las niñas y mujeres. Esto significa que los dirigentes deben demostrar con el ejemplo que cuando se trata de la violencia contra las mujeres y las niñas no hay margen para la tolerancia ni para aceptar excusas.

Amigos:

Al reafirmar la plena aplicación de la Plataforma de Acción de Beijing espero que consideren estas siete prioridades como elementos de orientación que pueden ayudar a conformar los programas nacionales.

Ante todo, deseo instar a toda la comunidad internacional a que recuerde que la promoción de la igualdad de género no incumbe únicamente a la mujer sino a todos nosotros.

Han transcurrido 60 años desde que los fundadores de las Naciones Unidas consagraron en la primera página de la Carta la igualdad de derechos de las mujeres y los hombres.

Desde entonces todos los estudios nos han enseñado que no existe un instrumento de desarrollo más eficaz que la potenciación de la mujer.

Ninguna política tiene las mismas posibilidades de aumentar la productividad económica ni de reducir la mortalidad maternoinfantil.

Ninguna otra política mejorará sin duda la nutrición ni promoverá la salud, incluida la prevención del VIH/SIDA.

Ninguna otra política es tan poderosa para aumentar las posibilidades de educación de la próxima generación.

Y también me atrevería a decir que ninguna otra política es más importante para prevenir los conflictos ni para lograr la reconciliación una vez terminado un conflicto.

Pero cualesquiera sean los auténticos beneficios de invertir en las mujeres, el hecho más importante sigue siendo que las propias mujeres tienen derecho a vivir dignamente, sin carencias y sin temores.

Espero que cuando los dirigentes del mundo se reúnan aquí en septiembre para examinar los adelantos realizados en la aplicación de la Declaración del Milenio adopten las medidas que corresponda.

Y espero que todos ustedes sigan luchando y los orienten en la dirección correcta.

Doy las gracias a cada uno de ustedes por su compromiso y deseo que tengan un período de sesiones sumamente productivo.

 

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