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Frente a la brutalidad humana, la solidaridad y el amor de madre

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Ocurrió en diciembre de 2014: la noticia sacudió al mundo cuando Boko Haram secuestró a 200 alumnas nigerianas del colegio de la aldea de Chibok.

Desde entonces, el grupo continúa atacando aldeas, reclutando a niños para que se unan a ellos como esclavos modernos y forzando a algunas menores a casarse con miembros de este grupo armado.

Para proteger a sus hijos, las familias han huido a países cercanos como Chad y Camerún.

Hawa Nasura vive ahora en un campamento de Chad y recuerda el día en que escuchó disparos mientras cuidaba de su bebé en su casa al noreste de Nigeria.

«Cuando Boko Haram atacó nuestra aldea corrimos hacia los arbustos. A la madre de este niño le dispararon hasta matarla, pero él sobrevivió».

Se llama Muhamud. Hawa. Ella y su marido lo encontraron llorando junto al cuerpo sin vida de su madre. Ella cogió a Muhamud en brazos y cruzó el lago Chad con su familia en busca de refugio.

«Cuidaré de Muhamud como si fuera mi propio hijo. Si me ayudan, estaré agradecida. Lo haré lo mejor posible, y si encuentran a su padre, le devolveré a su hijo».

Diversas organizaciones humanitarias como ACNUR y sus asociados ofrecen refugio, comida y productos de primera necesidad a más de 18.000 refugiados nigerianos que viven ahora en Chad.

El bebé Muhamud es uno de los más de 120 niños nigerianos refugiados en Chad cuyos padres desaparecieron a causa de la violencia y durante la agitación producida en la huida del país.

En Camerún, ACNUR también ayuda a las familias nigerianas que huyeron para escapar de la violencia y proteger a sus hijos.

En marzo, el Alto Comisario de las Naciones Unidas para los Refugiados, António Guterres, visitó el campamento de Minawao, en Camerún, donde viven más de 33.000 refugiados.

«Seamos claros, lo que está sucediendo en Nigeria es muy similar a lo que está ocurriendo en Siria. Es un problema del mismo tipo, y requiere el mismo compromiso por parte de la comunidad internacional; esperamos que sea capaz de ofrecerlo».

Mientras esperan a recibir ayuda, muchos cuentan historias parecidas.

Sarratou, madre de cuatro hijos, recuerda aquella mañana en la que decenas de hombres fuertemente armados llegaron a la aldea.

«Escapé con tres de mis hijos. Mi otro niño, Ibrahim, huyó en otra dirección con su padre. Boko Haram les atacó y mataron a su padre, le cortaron el cuello delante de nuestro hijo. Yo fui hasta la frontera con Camerún con mis otros hijos».

Ibrahim, de diez años de edad, vivió para contar su propia historia.

«Estaba huyendo con mi padre y le mataron. Cuando escuché los disparos me asusté y mi padre me dijo que corriera. Yo estaba llorando y ellos cogieron los machetes y me hicieron un corte en la cabeza».

A pesar de haber sobrevivido, la vida de Ibrahim no volverá a ser la misma, dice Sarratou.

«Tiene la parte izquierda paralizada. A veces está muy callado; su vida ha cambiado a raíz del ataque».

Hace unos meses, el ejército nigeriano rescató a cientos de mujeres y niñas de Boko Haram. Sin embargo, las 200 niñas secuestradas en Chibok no estaban entre ellas.

Por el momento, los refugiados de Chad y Camerún conservan vivos recuerdos de los ataques y ni siquiera se plantean regresar a casa. Pero la mayoría da gracias por seguir con vida.

Este reportaje es una producción de Mary Ferreira para las Naciones Unidas.

2 de julio de 2015

La historia de la humanidad está llena de brutalidad. En estos momentos, los ejemplos de barbarie proceden, entre otros, de la mano de los grupos extremistas como Boko Haram. Afortunadamente, la historia de la humanidad también está llena de lo contrario, grandes gestos de amor y solidaridad, como el de esta madre que cuida de un niño huérfano -los terroristas mataron a tiros a su madre- como si fuera su propio hijo.

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