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El rostro del sufrimiento en la República Centroafricana

Narración

«Hay tanta pobreza y miseria que todo es un pretexto para una crisis, para ajustar cuentas, para la venganza».

Desde finales de 2012 la República Centroafricana –un pequeño país sin litoral y muy pobre con 4,5 millones de habitantes- se ha visto convulsionado por la guerra civil y la violencia sectaria. Una lucha sobre el poder político, la tierra y los recursos que ha suscitado enfrentamientos entre las milicias cristianas, conocidas como Anti-Balaka, y el grupo Ex Séléka, de mayoría musulmana.

«La gente ha perdido sus bienes y a sus allegados. Han visto cómo mataban a sus familias como si fueran animales».

Cerca de medio millón de personas están desplazadas, casi 200 000 –incluidos la mayoría de musulmanes- han huido del país y decenas de miles, como Aisha Amadou, están atrapadas en enclaves de los que no pueden salir.

Este es el límite más lejano de un distrito denominado PK5 en la capital, Bangui. Aisha dice que no puede dar un paso más allá.

«Es una muerte segura porque te identifican como musulmán. La paz no ha vuelto aún. Mucha gente viene hablando sobre reconciliación pero no la hay todavía. Si un musulmán aparece en algunas áreas lo matarán de inmediato. Hace unos días un musulmán fue asesinado y trajeron el cuerpo aquí y lo enterraron el lunes».

Mientras tanto, 20 000 cristianos están atrapados en este miserable campamento de desplazados cerca del aeropuerto de la capital.

«Había oído de esta crisis, pero me ha impresionado realmente su magnitud».

En medio de esto, la experta independiente Marie-Thérèse Keita-Bocoum, nombrada por el Consejo de Derechos Humanos de la ONU, realiza su cuarta visita a este país y se reúne con representantes musulmanes en PK5. Su tarea es observar y hacer recomendaciones sobre la situación.

«La crisis ha explotado en el último año y medio. Toda la población sufre y eso lo ves en los rostros de la gente».

Marie-Thérèse viaja por el país para evaluar la crisis –aquí se dirige al este, a Berberati. Un oficial de derechos humanos de la Misión de la ONU –MINUSCA- presta apoyo.

Marie-Thérèse visita una prisión local – el alcalde ha asegurado que no hay mujeres encarceladas, pero…

«Lo que más me sorprendió fue ver a una mujer en la misma celda que otros hombres. Y aún fue más asombroso que los presos no tenían nada que comer».

Un aliado clave en los esfuerzos de Marie-Thérèse en pro de la reconciliación es el arzobispo católico de Bangui, Dieudonné Nzapalainga.

«Todo por lo que hemos pasado permanece en la parte más profunda de nuestro ser. Como una bomba de relojería».

El arzobispo considera que el camino hacia una nueva era nacional sólo puede conseguirse a través de una explicación profunda, honesta y compartida de lo que ha ocurrido.

«Las personas cometen errores, hacen cosas malas. Quizás no has matado a mi padre, quizás fuiste forzado a hacerlo. Si confiesas que has matado, estoy liberado. Puedo lamentarlo y entonces hay una senda para la reconciliación».

En una muestra práctica de reconciliación, el arzobispo protegió a un imán que tuvo que huir para salvar su vida después de comenzar los enfrentamientos en su distrito. El imán Kobine Layama aún vive cerca.

La ONU está esforzándose para aprovechar estos signos esperanzadores y está ayudando a organizar consultas a nivel nacional. Después de su visita Marie-Thérèse, uno de los expertos del Sistema de Procedimientos Especiales del Consejo de Derechos Humanos, lleva sus recomendaciones a la sede del Consejo en Ginebra. Su objetivo es recabar apoyos internacionales para resolver el conflicto.

Este reportaje fue producido por Francis Mead para las Naciones Unidas.

21 de octubre de 2015

El sufriento se refleja en el rostro de muchos seres humanos en muchas partes del mundo. Uno de esos lugares es la República Centroafricana, un pequeño país sumido en una crisis casi olvidada. Es una nación consumida por la violencia, el odio y la inestabilidad. Pero los defensores de los derechos humanos están esforzándose por cambiar su futuro.

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