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El átomo, vigilante de la calidad de nuestros alimentos

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La agricultura es unos de los principales pilares de la economía chilena. Gracias a la calidad de sus vinos y a la solidez de sus sectores de la carne y la fruta, Chile es una pieza clave en los mercados mundiales de alimentos. Su éxito como exportador de alimentos se debe, en parte, a sus controles de calidad.

Con el crecimiento de la población mundial, la demanda de alimentos crece también, lo que provoca un aumento del uso de agroquímicos en las granjas. Se emplean pesticidas para proteger los cultivos y los animales de plagas y enfermedades que puedan dañarlos o incluso matarlos. Al ganado se le administran medicamentos para tratar o prevenir enfermedades.

Esto supone una parte importante del proceso de producción de alimentos. Sin embargo, un uso inadecuado de los agroquímicos puede hacer que sus residuos contaminen los alimentos, lo cual provocaría enfermedades, dificultaría la exportación y traería consigo pérdidas económicas.

En Chile, los controles de calidad de los alimentos son responsabilidad del Servicio Agrícola y Ganadero (SAG). De manera rutinaria, los inspectores toman muestras en las principales instalaciones de producción de alimentos.
Aquí se procesan alrededor de 250.000 pollos todos los días.
Un equipo permanente de este servicio trabaja a tiempo completo en estas instalaciones.

Sin la certificación pertinente, las empresas como esta no podrían vender sus productos ni en los mercados nacionales ni en los internacionales.

Miljenko Atlagichi es un veterinario con experiencia.
«Si el Servicio Agrícola y Ganadero encuentra problemas en cualquier punto de la cadena de producción, la detiene. Lo primero que hace es asegurarse de que todo se ha detenido, y nosotros obedecemos. Queremos trabajar con ellos y llegar a la raíz del problema.»

El bioquímico Pedro Enríquez Alfaro es el director del laboratorio nacional de control de calidad de alimentos, situado en las afueras de Santiago:

«Nuestra principal función como laboratorio oficial consiste en llevar a cabo programas de control de residuos en productos ganaderos, como la miel, la leche y la carne, y también en productos agrícolas. En cuanto a los productos ganaderos, nos centramos en los medicamentos veterinarios y en los contaminantes; en el caso de los productos agrícolas, en los pesticidas. Se trata fundamentalmente de productos primarios para el consumo humano, y nuestro objetivo es confirmar la seguridad de dichos productos para garantizar que no suponen ningún problema.»

El Organismo Internacional de Energía Atómica (OIEA) respalda este laboratorio desde hace 15 años a través de su programa de cooperación técnica. Proporcionan equipamiento, formación y asesoramiento técnico.

El laboratorio cuenta con 13 trabajadores y no necesita subcontratar otros laboratorios, con lo que ahorra tiempo y dinero.

Mediante técnicas nucleares e isotópicas, se analizan más de 1500 muestras al año. Estos métodos permiten detectar rápidamente cantidades mínimas de contaminantes en los alimentos.

Con el sello de aprobación del SAG, los productos pueden enviarse a todas partes del mundo.
Un control efectivo de la seguridad de los alimentos supone un beneficio para todos. // Para los agricultores y ganaderos, los productores, los trabajadores... y los consumidores.
Este reportaje es una producción de Louise Potterton y Petr Pavlicel para las Naciones Unidas.

1 de abril de 2015

La energía nuclear tiene muchas aplicaciones en la vida civil. Un ejemplo es su empleo para detectar posibles contaminaciones de los alimentos, como nos muestra este laboratorio en Chile.

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