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Tejedoras de telas y sueños

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En una aldea remota de la región de Alta Verapaz, en Guatemala, María Ana González teje como lo han hecho sus ancestros mayas durante generaciones. 

Elabora su trabajo con colores tradicionales, pero dándole un toque moderno, ya que va dirigido a las tiendas especializadas de Estados Unidos, un mercado con el que sueñan la mayoría de los urdidores, dice la Coordinadora Ejecutiva de Agexport, Aida Fernández.

«María Ana tiene un éxito excepcional. La experiencia de los muchos años que lleva trabajando con el sector le ha servido para conocer y atraer a los compradores.»

 Aunque pocos poseen el talento de María Ana, las pobres regiones rurales de Guatemala están repletas de tejedores: casi un millón, en su mayoría mujeres. 

Cuando no están cultivando, producen telas para los mercados locales, ganando muy poco por su trabajo. El Gerente del Programa del Fondo Internacional para el Desarrollo Agrícola, FIDA, Enrique Murquía, lo explica: 

«En este sentido, hemos visto con buenas perspectivas, el poder apoyar a estos grupos de hombres y mujeres para mejorar la producción de textiles. Pero el mejorar significa innovar e  innovar significa diseños.» 

Es ahí donde entra el talento de Gaby Gómez, diseñadora industrial que colabora con Agexport, una institución privada que ayuda a las malleras locales, como María Ana, a adaptar los dibujos locales a los gustos extranjeros.

Con el apoyo del FIDA, las tejedoras reciben formación empresarial y préstamos para modernizar sus telares.

Esa colaboración creativa está rindiendo fruto. 

María Ana y su grupo de 11 tejedoras han creado su propia marca de telas con una línea propia. 

«Este es un diseño que llamamos ‘Arco iris’, que le ha gustado mucho a la gente. Tiene 20 colores. Se vende muy bien aquí y en el extranjero también». 

Cada urdidora trabaja independientemente en su hogar, pero cuando se junta toda la producción, ésta tiene que pasar una rigurosa inspección de control de calidad antes de ser empaquetada y embarcada.

Tras una larga travesía hasta la ciudad de Guatemala, María Ana entrega la orden más reciente del grupo a la firma exportadora, «Manos Mayas», para su venta en Estados Unidos.

La negociación del precio final es crucial.  Antes de que María Ana aprendiera a calcular el costo de los materiales y la mano de obra, perdía dinero. 

Ahora, en cambio, los miembros del equipo ganan aproximadamente el 90% más que cuando vendían en el mercado local.

Pero su pasión por tejer tiene que ver con algo más que el dinero.  María Ana quiere preservar las tradiciones del tejido y crear oportunidades para las generaciones futuras. 

Este reportaje fue producido por James Heer para las Naciones Unidas.

27 de junio de 2012

Muchas campesinas guatemaltecas han guardado celosamente su forma de tejer y las telas tradicionales mayas. Tras darle un nuevo aire, con la ayuda del Fondo de las Naciones Unidas para el Desarrollo Agrícola, esas telas han cruzado las fronteras para alcanzar los mercados internacionales.

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